miércoles, 6 de noviembre de 2013

"ENTRE EL CAOS Y LA ESPERANZA: El Legado para Nuestros Hijos."


Mis queridos amigos y hermanos,

Humillación del hombre
    Te has detenido un momento a reflexionar sobre la siguiente pregunta: ¿es nuestra civilización realmente mejor que la de hace 100 años?

     La respuesta dependerá del enfoque político, económico o social desde el cual se analice. Lo que sí es irrefutable es que la sociedad en la que vivimos hoy, con todos sus avances y  contradicciones, con sus creencias y desafueros, es la herencia de nuestros antecesores. ¡Sea ésta mejor o peor que la de tiempos pasados! Nuestra época es el fruto del esfuerzo, la visión y la mayordomía de aquellos hombres y mujeres que también recibieron de sus padres una estructura social imperfecta. 

     En definitiva, nuestra civilización es un reciclaje del pasado, con toques de modernismo. Aprendemos sobre la marcha, pero sobre una plataforma construida con experiencias e historia; corrigiendo errores y formulando nuevas hipótesis para el futuro. Como diría Émile Durkheim, padre de la sociología moderna:

     "La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las que todavía no están maduras para la vida social."

     Es precisamente ese proceso educativo lo que moldea la sociedad que heredarán nuestros hijos.

     En perspectiva, nuestros conocimientos, tradiciones, creencias y fábulas funcionan como un "código genético" que define la estructura social actual y marcará el rumbo de la futura. De allí surge la gran pregunta:  ¿Qué tipo de sociedad queremos  dejar como legado?...

     Me imagino  que una sociedad más equilibrada y tolerante,  donde se renueve el pacto con lo sagrado y eliminen los  desafueros como norma de conducta; una sociedad libre de nacionalismos opresivos y totalitarios, donde la dignidad humana sea la regla, no exista la desigualdad de género, y la diversidad de culturas y razas se funda armónicamente en una filosofía de vida.

     Sin dudas, esta visión representaría una mejora significativa respecto de la sociedad que heredamos. Pero la pregunta crucial es: ¿qué hacemos cada uno de nosotros para materializarla? ¿Cuál es nuestro aporte?

     El gran defensor de los derechos civiles, el Dr. Martín Luther King lo expresó con visión profética: 

     “Tengo un sueño, un solo sueño, seguir soñando. Soñar con la libertad, soñar con la justicia, soñar con la igualdad...Ojalá llegue el día en que ya no necesite soñar con ellas." 

      Su lucha contra la segregación racial mostró que la transformación social comienza en la mente y en los valores de cada generación. Al respecto, Albert Bandura, psicólogo social, nos recuerda:

     "La mayoría de las conductas humanas se aprenden por observación, mediante el modelado."

     Esto significa que la sociedad que dejamos a los hijos dependerá de lo que modelamos hoy como padres, maestros y líderes.


      Al igual que el Dr. King, muchos otros hombres y mujeres, impulsados  por ideales nobles, se alzaron en el pasado contra los sistemas esclavistas que heredamos de sociedades pasadas; sistemas que violaban de manera despiadada los derechos inalienables de las personas. 

Jesús y los niños
     Estos grandes héroes de la historia compartían una característica fundamental: paradigmas forjados en su niñez o juventud. Esos modelos mentales son los que les permitieron identificar la injusticia, combatirla y abrir nuevos caminos. En esencia, esos paradigmasel marco de conceptos que conforman nuestra estructura mental o pensamiento— son la herramienta que nos permite interpretar el entorno y transformarlo en un proceso de evolución constante.
¡Ahí reside la clave para forjar un futuro mejor!

     La Biblia confirma lo que la psicología moderna ya reconoce:

      “Lo que el hombre sembrare, eso también segará.” (Marcos 10:29-30). 

     Es la educación temprana, es el apego a los preceptos divinos, es la sana doctrina lo que hará la diferencia en las futuras sociedades por venir.

   Salomón, inspirado por Dios, aconsejaba:

  •  “instruye al niño en su carrera, y aun cuando fuere viejo no se apartará de ella.” (Proverbios 22:6)

  •  “El que detiene el castigo a su hijo aborrece; más el que lo ama, desde temprano lo corrige." (Proverbios 13:24).

     La ciencia respalda esta enseñanza. el sociólogo Pierre Bourdieu acuñó  el concepto de habitus para explicar cómo la educación y la familia transmiten patrones que moldean la conducta de generaciones enteras. Es decir, lo que sembramos en los hogares se refleja tarde o temprano en la sociedad. 

     Hoy, el deterioro social es evidente: violencia, aberraciones, adicciones, crisis de identidad y colectivas matanzas. Nos equivocamos al creer que una educación puramente técnica o psicológica basta sin valores trascendentes. Como advierte el psicólogo Viktor Frankl, sobreviviente del Holocausto:

     "Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos."

Un mundo sin dirección 
     Y el cambio interior sólo puede sostenerse en fundamentos sólidos, no en modas pasajeras. El vacío espiritual no lo llena ninguna pedagogía secular. Le hemos dejado el control a extraños y no nos procuramos en formar nuestros hijos en nuestros hogares.

     La degeneración social que presenciamos es aterradora. Creer que todo mejorará por sí mismo es una ilusión. Si realmente nos importa el futuro de nuestros hijos en los próximos 50 años, debemos actuar ahora. como bien señaló el psicólogo social Erich Fromm

     "La tarea principal de la vida del hombre es darse nacimiento a sí mismo." 

     Eso significa que nuestra misión es formar a la próxima generación con valores espirituales y humanos, enseñándoles a ser ciudadanos responsables, prudentes, humildes y capaces de amar.
 
   
La sana doctrina
     La sociedad del futuro no será producto de la casualidad ni del simple avance tecnológico, sino del esfuerzo consciente por sembrar principios perdurables en la niñez y la juventud. Si fallamos en ello, la cosecha será amarga. Si lo logramos, la bendición alcanzará a nuestras generaciones venideras. 

     Por ello, es nuestra responsabilidad educarlos a tiempo, guiarlos y servirles de mentores para que puedan imaginar y construir una sociedad más armónica. Debemos inculcarles valores espirituales y enseñarles, desde la temprana edad, a actuar con civismo, cultivando la prudencia, la cordura y la humildad.

¡Dios los bendiga rica y abundantemente!

   Frank Zorrilla







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