sábado, 12 de diciembre de 2020

UNA INCLINACIÓN CONSCIENTE QUE DEGRADA NUESTRAS CUALIDADES INHERENTES

Mis queridos amigos y hermanos,

     “La maldad nace del corazón de cada individuo, pero constataban cómo toma luego cuerpo en la sociedad, las leyes y las costumbres, para terminar corrompiendo todo.” José Antonio Pagola

     Vivimos en una sociedad que tiene tendencia a manifestaciones violentas, crueles y perversas. Y ante ese caudal nefasto de energía caótica que el hombre pone de manifiesto, podríamos preguntarnos: ¿Nace el hombre siendo malo o es la misma sociedad que lo hace malo?…  
 
       El filósofo Thomas Hobbes, sostiene que el ser humano es perverso. El individuo, el hombre, posee la cualidad innata de unos instintos, los cuales reaccionan de manera directa según la influencia del ambiente; es decir, toda acción genera una reacción. El hacer lo malo está dentro de nosotros; y se desinhibe debido a factores externos que estimulan su manifestación.

     Cuánta razón tenia el biólogo y naturalista inglés Charles Darwin cuando expresó: “Dejamos de buscar monstruos debajo de nuestra cama cuando nos dimos cuenta de que estaban dentro de nosotros.”

      Al parecer, ese actitud de buscar en el exterior lo que en efecto es parte intrínseca y autóctona de todo ser racional consciente, es un mecanismo inconsciente de defensa ligado al instinto de preservación.

     Los psicólogos opinan que en cada ser humano existe un lado oscuro, pero también existe un lado predispuesto a la bondad y a hacer el bien. En otras palabras, en el interior de cada ser humano coexisten ambas tendencias. Una tendencia hacia la degradación perniciosa e indolente de otro ser humano a través de: chantaje, engaño, envidia, sadismo, crueldad, y todo acto inhumano. Es decir, la intención es: producir "dolor" a un semejante. Y la otra tendencia, es una inclinación hacia la armonía y confraternidad donde se pone de manifiesto el amor y la bondad a otro ser humano.  

     Algunos expertos tanto en el campo de la psicología, en la antropología, como en la sociología, consideran que la maldad del hombre se debe a procesos biológicos, culturales y medioambientales aprendidos desde la fase fálica y la adolescencia, y esas experiencias son puestas en práctica en la adustez. Sin embargo, están los que opinan que la maldad que manifiesta el hombre en el entramado social es innata, y se debe a una programación de algoritmos genéticos provenientes de los cromosomas X; en especial de una enzima neuronal llamada: “MAO-A” (Monoamina Oxidasa- A), la que también recibe el nombre de “gen guerrero”.

     Es de conocimiento científico que, niveles anormales del gen MAOA (Monoamina Oxidasa A) en la corteza cerebral, inhibe la metabolización de dopamina, afectando la inteligencia, estados anímicos, las relaciones sociales, la memoria, e incluso ser causante de comportamientos agresivos.
  
      De lo expuesto en los párrafos anteriores podemos preguntarnos: ¿Es la biología del hombre la que lo impulsa a actuar nociva e irracionalmente en contra de su propia naturaleza?... Es decir, ¿es la genética la responsable de la conducta maligna del hombre?… y si es así, ¿es la tendencia hacia el mal una condición innata o preexistente que está insertada en nuestra memoria celular desde el proceso embrionario o etapa cuando toma lugar la formación del corazón y el cerebro?…  O ¿Es la maldad, un comportamiento genético combinado con la cultura y el medio social donde crecemos?

     El gran apóstol Pablo con voz de angustia exclama: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.” (Romanos 7:19-20)
   
       Creo que no existen respuestas simples a las preguntas precedentes, pero estoy seguro que muchas veces nos preguntamos, el por qué existe tanta maldad en el mundo, y cuáles son las razones. Lo que sí estamos claros es que, a pesar de los estudios clínicos que se han realizado a cerebros de psicópatas donde se han encontrado anormalidad en la densidad del sistema límbico del cerebro, hasta ahora, la ciencia no ha podido descifrar con certeza, las razones que motivan al hombre a procurar perjudicar a otro ser humano; ya que se basan en conjeturas y análisis parciales no concluyentes.

     “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Romanos 5:12).

     Originalmente, la naturaleza humana era perfecta en virtud de haber sido creada así por Dios. La Biblia enseña que los seres humanos fueron creados "buenos en gran manera" por un Dios amoroso (Génesis 1:31), pero esa bondad fue estropeada por el pecado de Adán y Eva. Posteriormente, toda la raza humana cayó víctima de la naturaleza pecaminosa. Amamos porque estamos hechos a imagen de Dios que es amor (1 Juan 4:16). Porque somos creados a Su imagen, podemos ser compasivos, fieles, sinceros, amables, pacientes y justos. En nosotros, estos atributos están distorsionados por el pecado, que también reside en nuestra naturaleza.

     “Y el Señor vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que toda intención de los pensamientos de su corazón era solo hacer siempre el mal.” (Génesis 6:5).

     Es importante notar que cuando las Sagradas Escrituras hablan sobre las acciones del hombre, nunca menciona la mente, sino el corazón. “Porque del corazón provienen los malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios y calumnias.” (Mateo 15:19). 

     Es impresionante conocer que el corazón es el primer órgano que se forma en el saco embrionario (el corazón comienza a latir 3 semanas de la concepción). Estudios recientes han descubierto que este órgano contiene células neuronales con un campo electromagnético 5,000 veces más intenso que el del cerebro y que existe una comunicación directa con las neuronas cerebrales afectando nuestra conciencia y la forma como percibimos nuestro mundo.

      En resumidas cuentas, la tendencia del hombre a hacer el mal está ligada a la naturaleza pecaminosa del primer hombre creado. Solo cuando existe la genuina voluntad de transformación, acudimos a Jesús y hacemos una conversión a través del evangelio de salvación podremos adoptar la mente renovada de Cristo.

    “Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional. Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto.” (Romanos 12:1-2).

¡Dios los bendiga y los guarde!

Frank Zorrilla