sábado, 25 de agosto de 2018

EL ENIGMA DEL SILENCIO

Mis queridos hermanos y amigos,

Cómo bien dice el poeta: “Hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio.” Mario Benedetti.

     Una de las facultades del ser humano, es la capacidad de oír las vibraciones sonoras emitidas por otros seres que cohabitan en su entorno. Por inferencia, todos los que poseemos la capacidad auditiva estamos expuestos diariamente a las diversas manifestaciones del espectro de frecuencias audibles (ruido, música, voz, etc.). A la ausencia de sonido, de ruido, de noticias o palabras, es lo que llamamos: “Silencio.”

     ¿Has sentido alguna vez la necesidad del silencio?...

     Estoy seguro que habrás tenido esos momentos cuando has querido aislarte de los demás, ponderando a las vibraciones audibles emitidas por otros seres humanos como “tóxicas”... 

 Prefieres aislarte o quizás restarle importancia a lo que escuchas; pero, como vivimos en un mundo relativista, también experimentaremos esos espacios de tiempo cuando la “presencia del silencio”, nos abrumará, y nos inquietará hasta el punto de usurpar nuestra paz causándonos en el peor de los casos, insomnio. Me refiero a esas circunstancias de la vida cuando demandamos respuestas, exigimos o imploramos una explicación ante condiciones de dolor que creemos no merecer. ¡Cuándo no tenemos respuesta, el silencio deja patente nuestra carencia!

     Casi nadie puede tolerar el silencio absoluto por mucho tiempo... Naturalmente, cuando existe una interacción entre personas, es necesario y fundamental la comunicación, ya sea gesticulada, o expresada haciendo efecto sonoro. La ausencia de sonidos es como una especie de ayuno, una privación incómoda que en el mundo contemporáneo tiene poco lugar. Inclusive a veces, encendemos el televisor o la radio solo por constatar que ese rumor de fondo está ahí, apaciguando todo posible silencio. 

     Algunos consideran que el silencio absoluto se experimenta como una soledad monstruosa, como un abandono insoportable. Otros encuentran en el silencio únicamente una inquietud más o menos fastidiosa. ¡El silencio evoca la muerte!

     ¡El silencio es tan místico, que de un modo nos fascina, y de otro, nos aterra! 

       Existen silencios que nos recuerdan que estamos solos de todos en general o de alguien en particular... 

     La respuesta que no llega, las palabras que nunca escucharemos de los que partieron a su descanso, el “te quiero”, “te entiendo”, “te necesito”, “te respeto”, “te admiro” que nunca nos dijeron o nunca dijimos, la ausencia de palabras en una mirada dura, la tensión silenciosa de quien aguarda el veredicto, el silencio del universo con sus planetas, sus estrellas y sus cuerpos flotantes en la más absoluta ausencia de sonido... 

Pero, y ¿qué podemos pensar cuando el silencio proviene de Dios?...

Escucha el silencio
     Muchas  veces como creyentes de la existencia de un Dios vivo, nos preguntamos, ¿por qué razón Dios no contesta nuestra oraciones?
¿por qué razón se queda callado?, 
¿Acaso Dios es apático a nuestros sufrimientos?...
¿Por qué el silencio?-

     Sin lugar a dudas, y en la gran mayoría de los casos, el silencio de Dios nos compunge y desanima. Nos gustaría que Él nos respondiera según nuestra voluntad y deseos…Pero Dios actúa diferente, y nos responde aún con el silencioPorque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor , planes de bienestar y no de mal, para daros un futuro y una esperanza.”(Jeremías 29:11). “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice el Señor.”(Isaías 55:8). ¡Como ser Omnipresente, Dios conoce el pasado, el presente y el futuro!

     En las Sagradas Escrituras, encontraremos personas justas que también supieron del “silencio de Dios”y debido a ese silencio, llegaron al punto de la desesperación. Hombres como Job, Abraham, David, Elías, entre muchos otros, pasaron por esos momentos de silencio en donde experimentaron sentimientos encontrados, desesperación, persecución y tantas otras cosas, hasta el punto de creer que las promesas de Dios no se cumplirían en sus vidas.

·            Job había estado viviendo en una miseria sin alivio durante meses, con llagas abiertas por todo su cuerpo. Durante ese tiempo había cargado el dolor de siete hijos muertos y tres hijas muertas. Toda su riqueza se desvaneció en una tarde. Se hizo repulsivo para su esposa, odioso para sus hermanos, e incluso los niños lo despreciaban mientras yacía sobre las cenizas fuera de la ciudad.(Job 1-2). Y dijo Job a Dios: “Hazme conocer mi rebelión y mi pecado. ¿Por qué escondes tu rostro y me consideras tu enemigo?.”(Job 13:23-24). Job solo podía pensar que Dios estaba ignorando su fidelidad y tratándolo como un enemigo.
·            Dios le hizo una promesa a Abraham que tomó veinte años para cumplirse. Cuando Abraham y Sara eran ya viejos, Abraham le pidió a Dios un heredero porque no podían tener hijos. Luego el Señor lo llevó afuera de su tienda y le dijo: “Mira hacia el cielo y cuenta las estrellas, a ver si puedes. ¡Así de numerosa será tu descendencia!”(Génesis 15:5). Según las Escrituras, Abraham tenia 80 años y Sara 70 años de edad cuando Dios le dio la promesa.
·            David, se vio desesperado, aturdido, quebrantado, hasta el punto de temer por su vida. “Oh Dios, no guardes silencio; No calles, oh Dios, ni te estés quieto.”(Salmo 83:1). En la oración de David, se siente un clamor intenso. 

·            El profeta Elías huye para salvar su vida, después de un largo caminar sin sentido, su desesperación llega  a tal grado que le pide a Dios la muerte, ya no le interesa nada, esta cansado, siente que su misión está acabada, pero sobretodo es presa del miedo. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.” (1Reyes 19:4).

     Como podemos percibir en los relatos bíblicos, Dios enmudeció ante las súplicas, quebrantamientos, miedo e inseguridad de aquellos que eran fieles a él y depositaron su confianza en sus promesas. No obstante, si leemos el resultado final de las historias de estos hombres, encontraremos que Dios, nunca los abandonó y proveyó en el momento oportuno con abundancia.“Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.(Salmo 40:1).

     Aunque la duda quiera imponerse en tiempos de “silencio”  debemos mantenernos firmes confiando en ese Ser poderoso que proveerá a tiempo. Como bien dice el profeta: “Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová.”(Jeremías 17:7). Debemos entender que, “Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta.”(Números 23:19). 
Esperar en el Altísimo

     Por lo tanto, cuando sintamos la impaciencia por una petición no contestada, no pensemos que Dios no nos escuchó, porque “Jehová examina los pensamientos y sentimientos que hay detrás de cada súplica.”(Jeremías 17:10). 

     Más bien, digamos como dijo David, “el camino de Dios es perfecto. Todas las promesas del Señor demuestran ser verdaderas.” (Salmo 18:30). David expresa su confianza en el Todopoderoso, y nos insta a tener paciencia en esos momentos de silencio, porque él pudo ver sus promesas cumplidas. "Guarda silencio ante el Señor, y espera en él con paciencia;(...)". (Salmo 37:7). 


¡Dios los bendiga rica y abundantemente!

Frank Zorrilla