lunes, 26 de mayo de 2025

NUESTRO ADN: EL TEMPLO MOLECULAR DEL DIOS ETERNO Y SU FIRMA ESTÁ IMPRESA EN CADA CELULA

Mis queridos amigos y hermanos, 


¿Podría Dios estar presente no solo en lo espiritual, sino también en lo biológico?    
¿Y si la ciencia, sin pretenderlo, ha dejado pistas de lo divino en lo más profundo del cuerpo humano?

     

     En este artículo analizaré cuatro descubrimientos o símbolos impactantes que muchas veces ignoramos:

  • El supuesto peso del alma: 21 gramos
  • La proteína laminina, con forma de cruz 
  • El código del nombre de Dios (YHWH) escrito en nuestras células 
  • El nombre de Dios plasmado en el ADN

 ✓      21 gramos, el peso del alma 

     En 1907, el doctor Duncan MacDougall llevó a cabo un experimento que pretendía medir el peso del alma humana. Observó que los cuerpos de algunos pacientes terminales perdían aproximadamente 21 gramos al momento de la muerte. Aunque algunos científicos han cuestionado su trabajo, este estudio ha inspirado una potente idea simbólica: el alma como algo real y mensurable. De que esta existe y trasciende el cuerpo.

     Curiosamente, 21 es la suma de 3 veces 7, y en la simbología bíblica: 

  • 7 representa la perfección divina
  • 3 representa la plenitud del Dios Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

      ¿Es coincidencia que el alma pese simbólicamente “una medida perfecta”? ¿O es un eco espiritual de que la vida viene de Dios y a Él retorna?

       De ser así, el alma, entonces, sería la plenitud de Dios en nosotros.     


“Entonces el SEÑOR Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.” (Génesis 2:7)


    
Laminina: La cruz que mantiene unido el cuerpo

     La laminina es una proteína de adhesión celular esencial en el cuerpo humano. Actúa como “pegamento estructural”, manteniendo unidas las células de los tejidos y permite que órganos funcionen correctamente. 

     Lo más importante es su estructura microscópica se asemeja notablemente a una cruz, claramente visible al microscopio electrónico. ¿Casualidad o diseño divino?

      Según la Revista de Investigación de Células y Tejidos: 
“La Laminina es el fundamento de la membrana basal y es esencial para mantener la integridad estructural de los tejidos.” 


     “Porque en Él fueron creadas todas las cosas… y todas las cosas en Él subsisten.” (Colosenses 1:16-17)


     Para muchos creyentes, la laminina es una señal de que la cruz de Cristo no solo redime el alma, sino que sostiene la vida misma. Porque nos mantiene unidos literalmente a nivel molecular.
  
✓     El nombre de Dios (YHWH) codificado en el ADN


     El investigador Gregg Braden, al igual que otros investigadores, han propuesto  que el ADN humano contiene un patrón que puede coincidir con el nombre de Dios YHWH (Yod-He-Waw-He) cuando se traducen los elementos químicos del ADN (hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, carbono) a través de la numerología hebrea (guematría).

     ¿Cuál es el fundamento científico?


  • El ADN está formado por cuatro elementos principales: C (Carbono), H (Hidrógeno), O (Oxígeno) y N (Nitrógeno).
  • En la numerología hebrea, los valores guematrícos para interpretar simbólicamente palabras: Yod = 10, He = 5, Waw = 6, He = 5
  • Estos valores se alinean de forma simbólica con los números atómicos de los elementos en el ADN, lo que sugiere “la firma de Dios” en cada célula.
Aunque esta conexión no es aceptada por algunos científicos, es una metáfora poderosa: el Creador ha firmado Su nombre en cada célula del cuerpo humano.

     “Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…” (Génesis 1:26)

   “Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien.” (Salmo 139:14)

     Si el nombre de Dios está inscrito en nuestro ADN, no somos accidentes cósmicos, sino creaciones intencionales con identidad divina.

     A través de ellos, exploramos un mensaje excepcional: que fuimos creados con intención divina, y que cada célula de nuestro ser refleja la imagen del Creador.

     
 
      1563: Dios eterno dentro del cuerpo.

     Algunos estudiosos espirituales como Gregg Braden han sugerido que la combinación de elementos químicos del ADN (Carbono, Hidrógeno, Oxígeno, Nitrógeno) puede simbolizar el nombre de Dios. 

     Tomando las letras hebreas o armadas correspondientes a estos elementos y sumando sus valores numéricos mediante la guematría, se llega al número simbólico 1563.

     Pero, ¿qué tiene de particular ese número?

     Según ciertas fuentes místicas en arameo, este número significa: “Dios eterno dentro del cuerpo.”

        Como es de esperarse, algunos hombres de ciencia no aceptan esta interpretación, pero tiene un profundo valor espiritual: la idea de que fuimos diseñados con intención divina, y que cada célula de nuestro cuerpo lleva una firma sagrada.

     “Porque las cosas invisibles de él… se hacen claramente visibles desde la creación del mundo…” (Romanos 1:20)

     ¿Es acaso nuestro cuerpo físico un diseño que habla?…¿Son solo coincidencias o huellas divinas?

     En un tiempo donde la ciencia busca explicar todo, y la fe parece separada de lo tangible, estas conexiones nos recuerdan que el cuerpo humano es más que biología: es una obra de arte con la firma de su Autor. 
  
     La cruz en nuestras células, el alma que pesa lo perfecto, y el nombre divino inscrito en el ADN… nos dicen que Dios habita lo invisible. 
 
     Al observar juntos estos cuatro elementos tomando en cuenta la simbologíalo que representa en el ser humano y el significado espiritual: notamos, que parece haber un patrón, un lenguaje no escrito, una poesía escondida a nivel intracelular, como si cada fibra del cuerpo humano proclamara:

     “¡No estás solo. Fuiste creado. Estás sostenido. Eres templo del Dios viviente!”


     En conclusión, la ciencia no necesita probar la existencia de Dios para que los creyentes vean Su mano. Estos símbolos aunque no pretendan ser evidencia empírica ofrecen puentes entre lo natural y lo eterno, entre la biología y la fe. 

  

    Ya sea en los 21 gramos del alma, en el nombre de Dios en el ADN o en la cruz de la laminina, la invitación es clara: abrir los ojos y reconocer que lo divino no está lejos, sino impreso en lo más íntimo de nosotros mismos.

      No busquemos a Dios en la alturas del cielo, sino en lo más profundo de nuestro ser y en la sabiduría silenciosa de la naturaleza que nos envuelve. Reflexionemos en el siguiente versículo:   

 “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?.” (1 Corintios 3:16)


¡Que la gracia y las bendiciones de Dios te acompañen por siempre!


Frank Zorrilla


2 comentarios:

Odilis dijo...

Tremenda lección para mi fue una verdadera sorpresa no sabía que la firma de nuestro señor estuviese imprimida en nuestro ADN. Gracias por tan sabias palabras. Dios te siga bendiciendo

Dios y la Ciencia_Realidades que debes saber dijo...

Es realmente asombroso que la ciencia sirva de instrumento para dilucidar y revelar los secretos que, aunque ocultos, le dan sentido a la vida. Ignoramos mucho más de lo que sabemos, y hay más en lo que no vemos que en lo que simplemente se oculta... Gracias mil por leer mis artículos y por tu comentario. Bendiciones!!!