Mis
queridos hermanos y amigos,
Como dijera en una ocasión el dramaturgo
alemán August von Kotzebue: “La tenacidad es
confundida frecuentemente con la obstinación”.
Si reflexionamos en la cita del dramaturgo alemán, y nos
cuestionáramos sobre la forma como actuamos, ¿cómo
nos catalogaríamos?...Consistentes
firmes, perseverantes, o simplemente, tercos, testarudos, empecinados...
La palabra obstinación tiene
siglos de existencia. De hecho, deriva del griego “autádeis”, que
significa: “alguien que hace lo que
quiere” o que “se sale con la suya”.
Algunas traducciones en las que ha derivado
son: terco, arrogante, insistente,
soberbio, presuntuoso, testarudo, escarnecedor y altivo. Por su parte, el
Diccionario de la Real Academia Española, define la obstinación como: “La actitud del que se mantiene en sus ideas, opiniones o
deseos aún en contra de razones convincentes”.
Ser
obstinado es: “ser terco”, aún a pesar
de tener en contra todas las posibilidades de obtener lo que desea. ¿Cuántas penas, desagravios y extravíos han sido producto de
nuestra actitud obstinada?- De
que, a pesar de tener todas las probabilidades en contra, nos empecinamos en
mantener, alimentar un ideal, una actitud y un comportamiento obstinado
creyendo en nuestra lógica absurda que, tendremos resultados distintos a los
que ya hemos obtenido manteniendo la misma línea de acción. Como dijera Albert
Einstein: “Desquiciado es aquel que
piensa que va a obtener resultados distintos haciendo exactamente lo mismo una
y otra vez”. Esta actitud, no
significa en lo absoluto, ser “tenaz”
hasta lograr cambiar u obtener resultados distintos; significa ser un “absurdo” ante lo que no tiene sentido objetivo y
realista.
Aunque muchos consideran que ser “obstinado” es una virtud positiva, esa creencia
está muy lejos de la realidad, ya que existirán factores, tanto internos como
externos que impedirán ver los frutos que deseamos a pesar de nuestro esfuerzo
y perseverancia. Al final del camino, y cuando abatidos por el desánimo de lo
inalcanzable; cuando hablando con nuestro interior a solas, cuando sólo nos
acompaña el quebrantamiento de espíritu, nos damos cuenta que nuestra
obstinaciones, nuestros sueños utópicos nunca dejaron de ser quimeras en un
mundo imaginario muy distante a la realidad objetiva.
Una persona que se aferra a un ideal o a
un modo de ser sin importarle ni tomar en cuenta la influencia de factores o
agentes externos que puedan persuadirlo para desistir de ese ideal, es una
persona obstinada que camina en alfombras de “necedad”. Es un individuo caprichoso y al ser así, no aceptará
ningún otro punto de vista que no se apegue a sus principios. El
obstinado muchas veces practica la “egolatría”.
¡Todos los necios son
obstinados y todos los obstinados son necios! (Baltasar Gracián).
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Es importante
recalcar que si bien, hay momentos en la vida en los cuales se debe tener
firmeza, no se debe caer en el punto máximo de obstinación, para evitar que nos
afecte a nivel personal, social y laboral. Ante todo, la persona obstinada
debe cuidar su lado ético, moral y espiritual, es decir, que no puede perder la
humildad y mantenerse flexible ante la adversidad.
En las Sagradas
Escrituras encontramos muchos ejemplos de “obstinación”, entre ellos: “La obstinación del
Rey Saúl, la del profeta Jonás, la obstinada actitud del pueblo hebreo y
la terquedad del faraón egipcio”... Ejemplos de “rebeldía” y “necedad” en aceptar los
designios divinos.
En la Biblia
leemos: “Porque como
pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la
obstinación”. 1Samuel 15:23.
Fue la obstinación de Saúl la causa por la que Dios
lo desechara y depusiera como Rey de Israel. Fue la obstinación de Jonás en
desobedecer la voluntad de Dios huyendo para no cumplir sus obligaciones, la
causa por la que el profeta sucumbió a las profundidades del vientre de un gran
cetáceo por tres días y tres noches. Fue la obstinación de un pueblo de dura
cerviz lo que provocó el enojo de Dios, y fue la obstinación desafiante del
faraón lo que causó su destrucción. El Rey Saúl, recibió de parte de
Dios, oportunidades para cambiar su modo de pensar, pero por el contrario, se
enfrascó en su poder desafiando así la voluntad del Altísimo. Jonás, por el
contrario, aún a pesar de su rebeldía y falta de comprensión, ante lo que
consideraba inaceptable, dejó a un lado su necedad y su obstinada actitud para
acudir al llamado y ser obediente. Mientras el pueblo de Israel se salvó de ser
consumido por la ira de Dios, más caminó por 40 años en el desierto debido a su
rebeldía contra el Altísimo. Pero el faraón sufrió el castigo capital por su actitud
desafiante y rebelde.
Muchas
veces, nuestra obstinación no solo radica en una idea o un propósito, también
en un vicio, en nuestra manera de querer hacer las cosas sin importarnos las
consecuencias negativas que pudiéramos acarrear en los demás; entrando en el
oscuro y lúgubre laberinto del egoísmo.
El Señor nos manda a ser: Condescendientes, dóciles, flexibles; atributos y actitudes que son diametralmente
opuestas a ser: Tercos, necios y testarudos.
Nos manda a ser mansos y humildes. A que imitemos su carácter; pero
obstinadamente mantenemos nuestro camino de perdición rechazando el plan de
salvación que nos ofrece y desobedeciendo con rebeldía y orgullo sus
mandamientos. Por lo que el apóstol Pablo advierte: “Pero por tu
obstinación y por tu corazón empedernido sigues acumulando castigo contra ti
mismo para el día de la ira, cuando Dios revelará su justo juicio.” (Romanos
2:5)
¡Dios
los bendiga rica y abundantemente!
Frank
Zorrilla