miércoles, 9 de enero de 2019

LA OBSTINACIÓN, EL ENEMIGO OCULTO EN NUESTRO CORAZÓN


Mis queridos hermanos y amigos,

     Como dijera en una ocasión el dramaturgo alemán August von Kotzebue: “La tenacidad es confundida frecuentemente con la obstinación”.

     Si reflexionamos en la cita del dramaturgo alemán, y nos cuestionáramos sobre la forma como actuamos, ¿cómo nos catalogaríamos?...Consistentes firmes, perseverantes, o simplemente, tercos, testarudos, empecinados...

     La palabra obstinación tiene siglos de existencia. De hecho, deriva del griego “autádeis”, que significa: “alguien que hace lo que quiere” o que “se sale con la suya”. Algunas traducciones en las que ha derivado son: terco, arrogante, insistente, soberbio, presuntuoso, testarudo, escarnecedor y altivo. Por su parte, el Diccionario de la Real Academia Española, define la obstinación como: “La actitud del que se mantiene en sus ideas, opiniones o deseos aún en contra de razones convincentes”.

    Ser obstinado es: “ser terco”, aún a pesar de tener en contra todas las posibilidades de obtener lo que desea. ¿Cuántas penas, desagravios y extravíos han sido producto de nuestra actitud obstinada?- De que, a pesar de tener todas las probabilidades en contra, nos empecinamos en mantener, alimentar un ideal, una actitud y un comportamiento obstinado creyendo en nuestra lógica absurda que, tendremos resultados distintos a los que ya hemos obtenido manteniendo la misma línea de acción. Como dijera Albert Einstein: “Desquiciado es aquel que piensa que va a obtener resultados distintos haciendo exactamente lo mismo una y otra vez”. Esta actitud, no significa en lo absoluto, ser “tenaz” hasta lograr cambiar u obtener resultados distintos; significa ser un “absurdo” ante lo que no tiene sentido objetivo y realista.

     Aunque muchos consideran que ser “obstinado” es una virtud positiva, esa creencia está muy lejos de la realidad, ya que existirán factores, tanto internos como externos que impedirán ver los frutos que deseamos a pesar de nuestro esfuerzo y perseverancia. Al final del camino, y cuando abatidos por el desánimo de lo inalcanzable; cuando hablando con nuestro interior a solas, cuando sólo nos acompaña el quebrantamiento de espíritu, nos damos cuenta que nuestra obstinaciones, nuestros sueños utópicos nunca dejaron de ser quimeras en un mundo imaginario muy distante a la realidad objetiva.

     Una persona que se aferra a un ideal o a un modo de ser sin importarle ni tomar en cuenta la influencia de factores o agentes externos que puedan persuadirlo para desistir de ese ideal, es una persona obstinada que camina en alfombras de “necedad”. Es un individuo caprichoso y al ser así, no aceptará ningún otro punto de vista que no se apegue a sus principios. El obstinado muchas veces practica la “egolatría”.

     ¡Todos los necios son obstinados y todos los obstinados son necios! (Baltasar Gracián).

     Es importante recalcar que si bien, hay momentos en la vida en los cuales se debe tener firmeza, no se debe caer en el punto máximo de obstinación, para evitar que nos afecte a nivel personal, social y laboral. Ante todo, la persona obstinada debe cuidar su lado ético, moral y espiritual, es decir, que no puede perder la humildad y mantenerse flexible ante la adversidad.

     En las Sagradas Escrituras encontramos muchos ejemplos de “obstinación”, entre ellos: “La obstinación del Rey Saúl, la del profeta Jonás, la obstinada actitud del pueblo hebreo y la terquedad del faraón egipcio”... Ejemplos de “rebeldía” y “necedad” en aceptar los designios divinos.
 
     En la Biblia leemos: Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación”. 1Samuel 15:23.

    Fue la obstinación de Saúl la causa por la que Dios lo desechara y depusiera como Rey de Israel. Fue la obstinación de Jonás en desobedecer la voluntad de Dios huyendo para no cumplir sus obligaciones, la causa por la que el profeta sucumbió a las profundidades del vientre de un gran cetáceo por tres días y tres noches. Fue la obstinación de un pueblo de dura cerviz lo que provocó el enojo de Dios, y fue la obstinación desafiante del faraón lo que causó su destrucción. El Rey Saúl, recibió de parte de Dios, oportunidades para cambiar su modo de pensar, pero por el contrario, se enfrascó en su poder desafiando así la voluntad del Altísimo. Jonás, por el contrario, aún a pesar de su rebeldía y falta de comprensión, ante lo que consideraba inaceptable, dejó a un lado su necedad y su obstinada actitud para acudir al llamado y ser obediente. Mientras el pueblo de Israel se salvó de ser consumido por la ira de Dios, más caminó por 40 años en el desierto debido a su rebeldía contra el Altísimo. Pero el faraón sufrió el castigo capital por su actitud desafiante y rebelde.

     Muchas veces, nuestra obstinación no solo radica en una idea o un propósito, también en un vicio, en nuestra manera de querer hacer las cosas sin importarnos las consecuencias negativas que pudiéramos acarrear en los demás; entrando en el oscuro y lúgubre laberinto del egoísmo.

El Señor nos manda a ser: Condescendientes, dóciles, flexibles; atributos y actitudes que son diametralmente opuestas a ser: Tercos, necios y testarudos. Nos manda a ser mansos y humildes. A que imitemos su carácter; pero obstinadamente mantenemos nuestro camino de perdición rechazando el plan de salvación que nos ofrece y desobedeciendo con rebeldía y orgullo sus mandamientos. Por lo que el apóstol Pablo advierte: “Pero por tu obstinación y por tu corazón empedernido sigues acumulando castigo contra ti mismo para el día de la ira, cuando Dios revelará su justo juicio.” (Romanos 2:5)

¡Dios los bendiga rica y abundantemente!


Frank Zorrilla