viernes, 4 de octubre de 2013

EL FLAGELO QUE CORROE EL ALMA: "El Valle de la Depresión y la Esperanza en Cristo."


Mis queridos amigos y hermanos,


Estado de angustia y dolor
   “Perezca el día en que yo nací, y la noche en que se dijo: Varón es concebido.” (Job 3:25). 
     "Está mi alma hastiada de mi vida... hablaré con amargura de mi alma..." (Job 10:1-2)
     “Me he consumido a fuerza de gemir.” (Salmo 6:6)
 “Lloro de sufrimiento.” (Salmo 119:28).
     "Y caminó todo el día por el desierto... se sentó a su sombra con ganas de morirse. «¡Estoy harto, Señor! —protestó—. Quítame la vida..." (1 Reyes 19:4)
     Estos clamores desgarradores pertenecen a tres gigantes de la fe: Job, David y Elías. Hombres fuertes, valientes y temerosos de Dios, pero también profundamente humanos, vulnerables y expuestos al dolor de la existencia. La DEPRESIÓN, lejos de ser un mal moderno o una falta de fe, es un eco que atraviesa los siglos.
     "El hombre es la única criatura que se niega ser lo que es."Albert Camus
Estado de desesperación y estrés
      Camus refleja aquí la angustia existencial: el hombre se siente extraño en el mundo y en sí mismo. Esa sensación de absurdo lo empuja a buscar sentido. Frente a ello, la Biblia nos recuerda:
"Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones." (Salmo 46:1)
      LA DEPRESIÓN significa literalmente opresión o abatimiento. Es una patología que se caracteriza por un decaimiento, irritabilidad y un trastorno del humor, lo que puede disminuir el rendimiento en el trabajo, e impulsar la pérdida de interés hacia actividades lúdicas habituales, así como generar una vivencia poco motivadora y una percepción más lenta del transcurso del tiempo. Las causas pueden ser multifacéticas: estrés crónico, experiencias traumáticas, pérdidas afectivas, factores biológicos o predisposición genética. Esta no distingue entre reyes o mendigos; todos podemos sentir el peso de este valle oscuro.
Ansiedad crónica y ataque depresivo
     ¿Has experimentado ese estado de ánimo alguna vez?
       
 Lamentablemente, en algún momento de la vida todos podemos caer en ese incómodo estado debido a cualquiera de las causas ya mencionadas. Es una enfermedad que no discrimina; no importa si eres rey o sirviente, rico o pobre, letrado o analfabeto. Cualquier persona puede verse afectada, ya que todo ser humano está expuesto a momentos difíciles y situaciones adversas, ya sean económicas, de salud o sobre todo, sociales.
    "La vida oscila, como un péndulo, entre el sufrimiento y el aburrimiento."Arthur Schopenhauer 
      Schopenhauer veía la vida como un ciclo sin salida: sufrimos cuando deseamos, y nos aburrimos cuando dejamos de desear. Un diagnóstico sin esperanza. En contraste, Jesús nos ofrece descanso verdadero:
     "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar." (Mateo 11:28)
     Frente a este dolor o estado de infelicidad que puede ser tanto transitoria, como permanente, muchos recurren a antidepresivos buscando alivio. Estos fármacos, que actúan sobre neurotransmisores, al principio son una herramienta válida, y en algunos casos ayudan a estabilizar el ánimo. Sin embargo, la realidad es que en la práctica se han convertido en la principal respuesta de la psiquiatría moderna, lo que con frecuencia deriva en farmacodependencia. 
Drogas para la depresión
     El paciente termina dependiendo de la pastilla para funcionar, mientras las raíces psicosociales y espirituales del sufrimiento quedan intactas.
     Como bien dice Ivan Illich:
    "La medicina actual  trata los síntomas, pero no cura  las causas." 
     Illich denuncia la reducción de la medicina moderna a una industria que calma síntomas sin transformar la vida. Frente a esto, la fe ofrece una curación que no se limita al cuerpo, sino que toca el alma.
El filósofo Friedrich Nietzsche, da una solución muy cruda:
      "El pensamiento del suicidio es un poderoso consuelo: ayuda a pasar más de una mala noche."
Estado emocional sin retorno
     Nietzsche, al escribir estas palabras, no alentaba al suicidio, sino que mostraba cómo, sin esperanza transcendente, el hombre puede llegar a ver el simple pensamiento de acabar con su vida como una especie de alivio momentáneo frente al dolor. En otras palabras, sin Dios, el ser humano se aferra a consuelos vacíos que nunca sanan el alma.
     Frente a esta visión oscura, Cristo nos ofrece un consuelo verdadero y eterno:
     "El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia." (Juan 10:10).
     La ciencia misma ha demostrado que la depresión no es solo un desbalance químico, sino un fenómeno biopsicosocial y espiritual. El tratamiento más efectivo no suele ser una única solución, sino un enfoque integral que puede incluir:
  • Atención médica: Incluyendo la posible medicación, que no es una "muleta" moral, sino un recurso para restaurar el equilibrio.
  • Psicoterapia: Para enfrentar traumas, patrones de pensamiento negativos y desarrollar herramientas de afrontamiento. 
  • Cambios de estilo de vida: Ejercicio, alimentación balanceada, sueño reparador y conexión con la naturaleza.
  • Apoyo Comunitario y Familiar: La cura rara vez sucede en el aislamiento. 
  • Dimensión Espiritual: Oración, fe, búsqueda de sentido y esperanza. La fe no es un reemplazo de otros tratamientos, sino su fundamento y complemento.

     "Quien tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo." Friedrich Nietzsche
     Aquí Nietzsche reconoce algo profundo: el sentido de la vida es lo que nos sostiene en la adversidad. Pero mientras la filosofía lo deja en un "porqué humano", la fe lo llena de contenido eterno:
     "Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces." (Jeremías 33:3)
caras vemos, corazones no sabemos

       ¿
Puede un  cristiano sufrir de depresión?...

      . Ser creyente no nos inmuniza contra el sufrimiento humano. La diferencia radical no está en la inmunidad del dolor, sino en los recursos y la esperanza con que lo enfrentamos. Mientras que los enfoques puramente secularizados pueden verse limitados, el creyente cuenta con una perspectiva eterna. Mientras el mundo ofrece píldoras, Cristo ofrece promesas:
 “No os afanéis por vuestra vida... Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas las cosas que tenéis necesidad serán añadidas.” (Mateo 6:25-33).    

     El cristiano no está exento de lágrimas, pero sabe que su dolor nunca es el punto final de su historia.
      "Sólo hay un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio."Albert Camus
la luz en la oscuridad
     Para Camus, el suicidio era la gran pregunta de la filosofía: si la vida carece de sentido, ¿por qué seguir viviendo? 
     La Biblia responde con poder:
 “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo." (Salmo 23:4)
         La depresión puede oscurecer el horizonte, pero no puede apagar la luz de Dios. Como proclamó el apóstol Pablo cuya resiliencia venía de su fe en Cristo Jesús: 
    "¿Quién nos separará del amor de Cristo?...Ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir...nada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús." (Romanos 8:35-39).
     
Júbilo en la fe
     Muchas veces, la depresión se oculta en los pliegues de una sonrisa vacía, en la quietud del silencio elocuente o en la carcajada que resuena con hueco. La verdadera salida, sin embargo, no está en la mera farmacodependencia ni la 
negación, sino en el encuentro con una esperanza viva que nos sostiene incluso en la oscuridad más profunda. Es un camino que puede, y a menudo debe, integrar la sabiduría de la medicina, el apoyo o el sostén de la comunidad y una fe inquebrantable en que nuestro auxilio viene del Señor.     
       
¡La gracia y las bendiciones de Dios sean contigo!

Frank Zorrilla



     




jueves, 3 de octubre de 2013

“LA DELINCUENCIA JUVENIL: Una Herida Moral que Revela el Vacío Espiritual de Nuestra Sociedad."


Mis queridos amigos y hermanos,


       Más que un juicio, este artículo es un llamado urgente a la reflexión. Una tragedia silenciosa devora a nuestra generación: una sombra que se expande calle por calle, barrio por barrio, nación por nación. Es la destrucción espiritual de nuestra juventud. Mientras los titulares fríos normalizan lo inconcebible —"Joven asesinado en disputa de pandillas", "Adolescente detenido por homicidio", "Menor atrapado en red de narcotráfico"—, consumimos el dolor y la tragedia como entretenimiento fugaz. Y en medio de tanta indiferencia, el cielo llora

      El filósofo Jiddu Krishnamurti advertía:

     "No es saludable estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma."

      Y es que, adaptarse a una sociedad enferma solo perpetúa la violencia y la indiferencia moral.

     Evidentemente, vivimos en una sociedad hipermediatizada, donde todo acontecimiento es reproducido, ampliado y manipulado por los medios de comunicación, que buscan tocar la fibra más sensible de su audiencia. Por otro lado, escuchamos discursos icónicos y lingüísticos que narran hechos delictivos y la aparición de problemas sociales que se escapan al control de los poderes establecidos; lo que cuestiona, en parte, la eficacia y funcionamiento del Estado y de las instituciones encargadas de mantener la seguridad y la paz social.

     Estamos repletos de estadísticas, pero hemos dejado de ver las almas que hay detrás de ellas. No son números; es un drama humano que desgarra el corazón: son hijos sin padres, corazones sin esperanza, vidas sin propósito. Jóvenes que nacieron para soñar...pero aprendieron a sobrevivir. La calle se convirtió en su escuela, la violencia en su idioma, el odio en su escudo.

     Jean-Paul Sartre escribió una vez: "El infierno son los otros." Pero la verdad es que el infierno se instala cuando el amor desaparece.

     Y eso es lo que está ocurriendo. El amor se ha enfriado, la familia se ha roto, la moral ha sido enterrada y Dios ha sido expulsado del corazón humano. Nadie quiere decirlo, pero la raíz de este problema no es política ni económica. Es espiritual. No estamos frente a jóvenes malos: estamos frente a jóvenes sin guía, sin identidad y, sobre todo, sin verdad. 

     La Biblia lo advirtió hace siglos:

     "Hay camino que al hombre le parece derecho, pero su fin es camino de muerte." (Proverbios 14:12)

     Mientras la sociedad fabrica cárceles, descuida hogares. Mientras promueve derechos vacíos, abandona responsabilidades eternas. Mientras presume tecnología, olvida la sabiduría. Y así, una generación entera está siendo sacrificada en el altar del egoísmo y la indiferencia

     ¿Qué está ocurriendo con nuestra juventud? ¿Por qué adolescentes y jóvenes, en plena flor de la vida, eligen caminos oscuros que los conducen al crimen, al odio, a las adicciones y a la autodestrucción?

     La Sociología, la psicología y la criminología han intentado explicar este fenómeno desde múltiples ángulos. Sin embargo, reducir la delincuencia juvenil a factores sociales o familiares es insuficiente. Hay una raíz más profunda.

      Friedrich Nietzsche, crítico de los valores tradicionales, afirmaba:

     "Dios ha muerto, y nosotros lo hemos matado."

     Y la Biblia nos recuerda la importancia de la guía espiritual:

     "Donde no hay visión, el pueblo perece." (Proverbios 29:18)

      La juventud se enfrenta a estímulos que distorsionan la percepción del bien y del mal, moldeando comportamientos antisociales.
       
     No necesariamente encontraremos la fórmula perfecta para erradicar la conducta antisocial o la rebeldía que impulsa a los jóvenes a delinquir. El problema es más complejo; se trata de un asunto intrincado que sigue un patrón perverso y que exige un entendimiento minucioso y profundo, tanto desde una perspectiva espiritual como, y esto es innegable, desde sus dimensiones sociales y psicológicas.

       Desde el punto de vista sociológico, existen, por supuesto, aspectos jurídicos que la sociedad define como “delincuencia”. Este concepto surge cuando se transgreden las normas y reglas establecidas. Según los expertos en psicología, la transgresión de estas reglas no obedece tanto a fenómenos o criterios externos, sino más bien a diversos factores psíquicos que inciden en la conducta delictiva de los jóvenes.
   
     1- Predisposición de la personalidad.

     La delincuencia latente se manifiesta desde la infancia según la relación del niño con sus padres o tutores. La falta de afecto, conflictos familiares o hogares disfuncionales generan una base emocional inestable. El desdén de los padres en facilitar y aceptar cierto tipo de comportamiento pueden despertar gran ansiedad en el niño e interferir negativamente en su desarrollo emocional.

     "El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; más el que lo ama, desde temprano lo corrige." (Proverbios 13:24)
  
     La corrección temprana, aplicada con amor, fortalece la moral y la integridad del niño.

     2- Influencias sociales y familiares.

 Durante la adolescencia, la presión de los padres y la ausencia de supervisión parental pueden convertir la delincuencia latente en manifiesta. Música, videojuegos violentos y medios culturales actúan como catalizadores de conductas destructivas. 

     Albert Camus decía:

     "El absurdo nace de esta confrontación entre el hombre y el mundo que no tiene sentido."

     Sin propósito ni dirección, muchos jóvenes buscan llenar el vacío espiritual con conductas destructivas.

     3- La ausencia de guía espiritual

      La adolescencia es crítica. La falta de orientación moral y espiritual hace a los jóvenes vulnerables al delito. La ausencia de uno de los padres, negligencia afectiva o abandono emocional incrementa la propensión al crimen.

      “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.” (Efesios 6:4).
 
     Sin principios espirituales, los jóvenes quedan sin brújula ética a merced de sus propias heridas no sanadas, la presión del grupo y la búsqueda desesperada de pertenencia, incluso en entornos que los destruyen.

        Así lo expresó el psicólogo moralista cristiano Fiódor Dostoievski al criticar abiertamente el pensamiento nihilista  y al racionalismo radical.

     "Si Dios no existe, todo está permitido."  

      Mientras Nietzsche, al decir "Dios ha muerto, y nosotros lo hemos matado," explora la ausencia de Dios como un acto humano y propone llenar ese vacío con una moral más allá de los conceptos cristianos, Dostoievski, por el contrario, señala el abismo moral que se abre con la ausencia de Dios. Él se preguntaba: «Sin Dios, ¿Qué nos impide convertirnos en monstruos?»

     4- Factores culturales y educativos.

     Las influencias culturales nocivas: películas que glorifican la violencia, música que promueve el odio, el consumo de drogas, una creciente apatía hacia los valores morales, una educación deficiente y falta de principios espirituales. Este conjunto de factores crea un ecosistema propicio para la formación de jóvenes antisociales, quienes, como “drones antisociales,” dispersan energía destructiva sin ser plenamente conscientes del daño que causan.


      Todos sabemos que la delincuencia juvenil afecta a la sociedad en su conjunto. Sin embargo, aunque las malas políticas gubernamentales tienen su parte de responsabilidad, no podemos culpar únicamente a los gobiernos ni esperar soluciones rápidas mediante operativos policiales. Las cárceles no son la respuesta: sin transformación moral y espiritual, solo servirán para reforzar la conducta delictiva.

     El hogar y la iglesia son los principales ámbitos de formación moral. Orientación temprana, disciplina amorosa y educación en valores son fundamentales.

“Instruye al niño en su camino y cuando sea viejo no se apartará de él. (Proverbios 22:6).

     
     La iglesia puede generar cambios mediante programas deportivos, artísticos, talleres de formación ética y acompañamiento a adolescentes en riesgo. Esto previene la violencia y fomenta propósito y esperanza. 


     ¿Y nosotros que hacemos?- ¿Quedarnos de brazos cruzados?

     Es necesario una estrategia integral que involucre escuelas, iglesias y entidades privadas. Los padres deben guiar a sus hijos; los adolescentes comprender las consecuencias de sus actos; y la comunidad colaborar activamente.

     Emil Cioran escribió:

     "El hombre es la única criatura que se niega a ser lo que es."

     La indiferencia social y el vacío existencial explican parte de la violencia. La transformación es posible cuando se siembra guía, disciplina y amor espiritual.

     La delincuencia juvenil es una herida moral que refleja el vacío espiritual de nuestra sociedad. No se trata solo de castigar, sino de formar, educar y guiar. La acción conjunta de familias, iglesias y comunidades puede revertir esta tendencia y ofrecer a los jóvenes un propósito verdadero y sólido.

     No es una una fantasía afirmar que la sociedad está en crisis, y que cada vez resulta más difícil frenar la espiral destructiva de su propia decadencia. 

      “Existen seres creciendo allí afuera, cultivados en el barro y el lodo, educándose en el más absoluto analfabetismo, diplomándose en las cárceles; y como un monstruo se abren paso en todos los rincones de las sociedades marginadas. Ese monstruo crece paulatinamente y será el fantasma que hará temblar a la sociedad organizada.”

     Debemos preguntarnos:

     ¿Qué puedo hacer para contribuir a la formación de los jóvenes? ¿Cómo puedo ser agente de cambio en mi comunidad?

     Solo con acción consciente y orientación espiritual podremos sembrar esperanza donde hoy hay vacío y construir una sociedad más justa y estable.


¡Que Dios los bendiga rica y abundantemente!


Frank Zorrilla








miércoles, 2 de octubre de 2013

" EL HOMBRE PROGRAMADO: Cómo el Poder Silencioso de los Medios Reconfigura la Mente y Disuelve la Fraternidad."




Entre algoritmos, pantallas y deseos inducidos, el ser humano se transforma en un producto del sistema. Una reflexión sobre la pérdida de autenticidad y la urgencia del pensamiento crítico.

Mis queridos amigos y hermanos,

     El concepto de “Aldea Global” propuesto por Marshall McLuhan y su célebre frase "el medio es el mensaje" son hoy más pertinentes que nunca. Vivimos en un ecosistema de comunicación inmediata que nos conecta en segundos, pero también ejerce una influencia profunda — y a menudo invisible— sobre nuestra psique. 

     Los medios de comunicación ya no son meros espejos de la realidad: son arquitectos de percepciones, moldeadores de deseos y normalizadores de conductas. Este análisis critica y explora cómo la maquinaria mediática, especialmente a través de estrategias publicitarias específicas, puede erosionar los valores que sustentan la convivencia y la fraternidad humana. 

     "Los medios no solo transmiten información: transforman el modo en que pensamos."Marshall McLuhan 

     Las grandes corporaciones mediáticas no operan en el vacío. Respaldadas por estudios de mercado y asesorías psicológicas, diseñan contenidos destinados a maximizar  audiencia y  consumo. Su objetivo no es solo vender productos, sino mapear la mente colectiva e influir en los hábitos emocionales del espectador.

      Así, los programas y anuncios son cuidadosamente concebidos para reforzar estereotipos, promover un individualismo geocéntrico  y fomentar una satisfacción inmediata (vicios, inmoralidades, sexo, y otras emociones aberrantes) que rara vez se alcanza. El entretenimiento se convierte en una herramienta de ingeniería social: una fábrica de deseos insaciables.   

    "El hombre ha dejado de ser un sujeto para convertirse en un producto." Theodor W. Adorno

      Un ejemplo revelador de esta dinámica puede verse en un comercial de una automotriz, lanzado a inicios de 2018 que se tituló "El Nuevo Carro de Elliott". Aunque aparentemente inocente y familiar, su narrativa esconde un mensaje profundamente inquietante. 

     El comercial:

     La niña irrumpe en la cocina, llorando desconsoladamente, y anuncia: "¡Los Elliott tienen un auto nuevo!".

     — La madre, lejos de calmar la situación, se une a la queja y comparte su frustración, validando y reforzando la reacción de su hija, mirando por la ventana con desconsuelo.

     —El colmo llega cuando el padre entra en la habitación, y al enterarse de la noticia, su rostro refleja rabia e impotencia. Su respuesta es pedir un momento a solas para "procesar" el golpe.—

     "La Envidia es hija del egoísmo."

      Lejos de ser una simple comedia, este comercial normaliza y retrata como legítimo, un cóctel de emociones negativas interconectadas. En la narrativa, la envidia no solo se presenta como una reacción legítima, sino como una emoción compartida y validada dentro del núcleo familiar. No obstante, vemos un cuadro completo de infelicidad condicionada por la comparación social

     De manera analítica, la familia en este comercial, experimenta una cascada emocional donde la envidia es el motor principal que refuerza otras emociones y estados psicológicos dañinos como: la frustración e impotencia, ansiedad social y competitividad malsana, validación tóxica colectiva, resentimiento hacia el prójimo, materialismo como fuente de valor propio y sutilmente pero profundo el "egoísmo" manifestado en dos maneras clave: el egocentrismo emocional y social y el egoísmo colectivo o egoísmo de grupo.

     ¿Cuál es el mensaje detrás de este gracioso comercial?
   
     El mensaje subliminal es claro: la felicidad y el estatus dependen de la posición material, y la ausencia de ella justifica el resentimiento. Así, el hogar deja de ser un refugio moral y se convierte en una célula de competencia y comparación constante

     Desde el aspecto sociológico y psicosocial, en gran medida “somos lo que vemos y oímos”. Nuestros procesos cognitivos, emocionales y de comportamiento están profundamente influenciados por los modelos y la información que consumimos. De ahí que los medios pueden ser usados como instrumento para que los jóvenes adopten ciertos comportamientos y así manipularlos. 

"El deseo es una prisión que el sistema vende como libertad."Jean Baudrillard.
                                              
     Emociones como la envidia o la codicia, normalizadas como divertidas o humanas, siembran la semilla de la discordia. En el terreno psicológico, fomentan una insatisfacción crónica; en el social, destruyen la confianza mutua; y en el espiritual, nos alejan de la gratitudEs como aceptar de manera válida y plausible comportamientos que generan y engendran sentimientos de disparidad o incompatibilidad emocional entre los seres humanos. De hecho, estos son sentimientos que diseminan el egocentrismo, las rencillas y el odio

     Este mecanismo recuerda la historia de Caín y Abel: una alegoría eterna sobre la envidia, los celos y la ruptura de la fraternidad. Caín, incapaz de aceptar la bendición ajena, se deja dominar por la comparación y destruye al hermano a quien debería haber visto como un aliado.

     "Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató." (Génesis 4:8)

     ¡Todo egoísta es, además de inseguro, un codicioso del alma ajena!... Esta emoción es tan desagradable y abarca tanto en la vida de quien la padece que el patriarca Job la considera abominable: 

“Al codicioso consume la envidia.” (Job 5:12).

     La publicidad moderna repite este patrón: nos enseña a mirar al prójimo no como un compañero, sino como un competidor. Así, la envidia se convierte en el combustible del consumo y, a la vez, en la causa de la división humana.

     No obstante, la ley divina es contundente:

     "No codiciarás la casa de tu prójimo... ni cosa alguna de tu prójimo." (Éxodo 20:17)

     El apóstol Santiago es enfático al afirmar:

     "Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa." (Santiago 3:16)

     
     En la era de la sobreestimulación mediática, la responsabilidad recae en nosotros como receptores y, crucialmente, como padres. La estrategia es clara: de manera subliminal, se empuja a la colectividad incluyendo a los niños al uso del sentimiento de la envidia para socavar la hermandad, replicando el patrón de Caín. El enemigo, como entonces, sabe que una sociedad fracturada por la comparación y el resentimiento es una sociedad débil y fácil de manipular. 

      Por ello, la solución no reside solo en la prohibición, sino en la educación. Es imperativo fomentar una alfabetización mediática que enseñe a desglosar los mensajes publicitarios y a cuestionar sus narrativas. Como aconsejaba el sabio Salomón

     "Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él." (Proverbios 22:6)

     Hoy más que nunca, el consejo de Salomón de instruir al niño, debe incluir la capacidad de discernir entre el valor real y la manipulación comercial. Solo mediante una guía juiciosa y una corrección basada en principios sólidos podremos formar ciudadanos conscientes e íntegros, capaces de navegar la Aldea Global sin perder su brújula moral.

     La verdadera libertad no está en poseer más, sino en comprender más. Solo cuando aprendamos a descifrar el mensaje oculto en los medios podremos habitar esta Aldea Global sin convertirnos en marionetas. La tarea no es apagar las pantallas, sino despertar la conciencia.


¡La gracia y las bendiciones de Dios sean contigo!

Frank Zorrilla