“Un hombre que dice: ¡No! Pero si se niega, no renuncia. Aquel que de repente juzga como inaceptable una nueva orden y se rebela contra algo o alguien.” Esta es la definición de: “Un hombre Rebelde.” Alberto Camus.
Es imposible ignorar que todos los seres humanos padecemos de esta condición. En efecto, somos seres “rebeldes” por naturaleza. No nos gusta la imposición de criterios, bajo la salvedad de que seamos los autores intelectuales de estos. Por consiguiente, la rebeldía se manifiesta con una actitud, primero de enaltecimiento en nuestro ego, luego de intolerancia ante lo que dictaminamos no merecer y por último, la acción de repudio o manifestación emotiva tangible, donde no se descarta, los actos violentos y agresivos.
Las luchas que ha librado el hombre a través de los tiempos en busca de su emancipación han sido colosales e incontables. El sometimiento a regímenes, normas y estatutos como parte del desarrollo de la civilización trajo consigo condiciones favorables para unos pocos (usufructo del poder), y caóticas e infrahumanas para muchos otros que carecían de ciertas virtudes que los hacían dependientes y por ende, menores en el escalafón de valores. Surge la división de clases sociales, y con ella, el desvanecimiento de la igualdad entre los hombres.
Se levanta el hombre “rebelde” y decide emanciparse; ser libre de todo aquello que lo esclaviza y quebranta su cuerpo y/o espíritu, y con ese levantamiento, el surgimiento de movimientos y corrientes filosóficas, para reparar a través de la lógica del razonamiento la insensatez y el egocentrismo del hombre. Movimientos como: “El materialismo histórico”, “materialismo dialéctico”, “materialismo filosófico”, “humanismo renacentista”, “Agnosticismo, Deísmo”, florecen como concepción pragmática para desvirtuar la intromisión de cualquier elemento que no tenga una explicación lógica y materialista. Es tanta la manifestación de rebeldía, que aún el “nihilismo existencial” se forma como corriente filosófica. Esta filosofía toma como base, la negación de uno o más de los supuestos sentidos de la vida.
El nihilismo niega lo que pretenda tener un sentido superior, objetivo o determinista de la existencia, puesto que dichos elementos no tienen una explicación verificable. En palabras del retrógrado filósofo sofista Gorgias: "Nada existe. Si algo existe, no es cognoscible por el hombre; si fuese cognoscible, no sería comunicable."
El nihilismo niega lo que pretenda tener un sentido superior, objetivo o determinista de la existencia, puesto que dichos elementos no tienen una explicación verificable. En palabras del retrógrado filósofo sofista Gorgias: "Nada existe. Si algo existe, no es cognoscible por el hombre; si fuese cognoscible, no sería comunicable."
Se manifiesta así, el acto del hombre informado que posee la conciencia de sus derechos. Una conciencia cada vez más amplia que la especie humana adquiere de sí misma a lo largo de su aventura. Es precisamente ese nivel de conciencia lo que impulsa al hombre a la rebelión, la que según su criterio, es sinónimo de “justicia” ante las tropelías que encarnecen su vida misma. Como era de esperarse, esa sed de justicia del hombre, no se limita a otro hombre, se extiende hasta al mismo Dios con la “rebeldía metafísica”, donde el hombre se alza contra la condición en que le ha situado la creación, negándose al poder que lo hace vivir en su condición actual.
“Tú que decías en tu corazón: “Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.” (Isaías 14:12-14). Declaraciones donde se muestra una clara evidencia de orgullo y rebeldía. La osadía de Lucifer fue la primera rebelión metafísica que auspicia el principio de todas las rebeliones. Ya siendo un rebelde, incita al primer hombre creado y lo empuja sabiamente a rebelarse contra su Creador.
El rebelde metafísico, no niega la existencia de Dios, más desafía a Dios considerándolo como igual a él. “Serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios.” (Génesis 3:5). Una vez destronado Dios, se instaura el imperio de los hombres y se escuchan expresiones como la dicha por el poeta Ingles Charles Swinburne: “Gloria al hombre en las alturas, porque el hombre es el señor de todas las cosas”. Se engrandece el hombre por su saber, se diviniza, se hace igual a Dios, pero lo responsabiliza de todo aquello que le acontece. Características propias de una degeneración producto del libre albedrío, donde “¡hágase tu voluntad!” es puesto en cuestionamiento y sólo es admisible y aceptable, siempre y cuando favorece nuestra visión de justicia y equidad.
Debemos preguntarnos, ¿Qué beneficios tendremos al mostrar sentimientos de rebeldía contra Dios?- “Dura cosa nos he dar coces contra el aguijón” ; expresión que usó Jesús resucitado para amonestar a Saulo de Tarso (el apóstol Pablo) cuando éste se mostró desafiante y rebelde, persiguiendo a los cristianos de su época.
No tiene sentido aferrarnos a una lógica materialista y enfrentarnos en rebeldía contra los designios de Dios. Más como dijo Jesús: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento.” (Mateo 22:37-38).
El hombre quiere quebrantar este gran mandamiento para exaltarse y erigirse soberano de la creación, pero el apóstol sugiere lo opuesto: “Humillaos pues bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo.” (1 Pedro 5:6). Y si en verdad estamos ansiosos de aplicar justicia, ¿por qué no aplicamos principios de equidad y de igualdad entre los hombres acogiéndonos al gran mandamiento: “AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO”?
No tiene sentido aferrarnos a una lógica materialista y enfrentarnos en rebeldía contra los designios de Dios. Más como dijo Jesús: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento.” (Mateo 22:37-38).
El hombre quiere quebrantar este gran mandamiento para exaltarse y erigirse soberano de la creación, pero el apóstol sugiere lo opuesto: “Humillaos pues bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo.” (1 Pedro 5:6). Y si en verdad estamos ansiosos de aplicar justicia, ¿por qué no aplicamos principios de equidad y de igualdad entre los hombres acogiéndonos al gran mandamiento: “AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO”?
¡La gracia y las bendiciones de Dios sean contigo!
Frank Zorrilla
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