Mis queridos amigos y hermanos, "Tendremos el destino que nos hayamos merecido."
Mientras que William Shakespeare, con realismo dramático, declaró:
"El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos."
En contraste asimétrico, el poeta trágico griego Esquilo de Eleusis —defensor de la predestinación— sentenció:
"Ni aún permaneciendo sentado junto al fuego de su hogar puede el hombre escapar a la sentencia de su destino."
Como podemos observar, desde la antigüedad hasta nuestros días, ha sido difícil alcanzar un consenso sobre un tema tan subjetivo, polémico e inasible como es el destino o la predestinación. Los diccionarios definen el destino como "una fuerza o causa desconocida superior al género humano, que dirige inexorablemente todo lo que ha de ocurrir, incluida la existencia de las personas."
Por ello, filósofos, artistas, científicos, intelectuales, religiosos y aficionados al esoterismo han desarrollado sus propias posturas sobre ese misterio que algunos llaman "los hados" (divinidad o fuerza desconocida hipotética que rige la vida de las personas), "el destino", "el karma" o "la voluntad divina".
El psicólogo Valentín Martínez-Otero explica que creer o no en el destino es una cuestión personal con raíces educativas, culturales y hasta religiosas. Según sus palabras:
"Creer ciegamente en el destino, es encerrarse en un pensamiento mágico que lleva a considerar que lo que sucede en la vida es obra de una fuerza enigmática e inevitable. Esto impide tomar acción, por creer que está marcado por el hado."
Añade también:
"Quienes creen que el destino gobierna su vida suelen atribuir sus resultados a factores externos, lo que genera errores cognitivos, pasividad, baja percepción de libertad y escaso realismo."
Sin embargo, advierte que el extremo contrario tampoco es sano:
"Tan negativo es creer ciegamente en el destino como desconfiar totalmente de las propias capacidades. Lo mejor es mantener equilibrio, asumir responsabilidad personal y aceptar que existen factores que no siempre controlamos."
Y ¿qué ocurre con los adivinos, que afirman tener la capacidad de revelar nuestro futuro?
"La creencia en el destino es terreno fértil para adivinos, cartománticos y toda clase de charlatanes del esoterismo."
Explica que muchas "profecías" de adivinos se cumplen debido al efecto de sugestión.
"Si una cartomántica nos dice que estamos destinados a casarnos con una persona rubia, es probable que inconscientemente favorezcamos a personas que fenotípicamente responden a ese rasgo y descartemos a otras."

En otras palabras, no es destino, es manipulación psicológica.
La experta coincide con Valentín Martínez-Otero cuando señala:
"Si asumimos la existencia del destino, también asumimos que una buena parte de nuestras vidas transcurre gobernada por: quién sabe qué hilos poderosos que escapan de nuestra comprensión e incluso a nuestra consciencia, con lo que los límites de nuestra responsabilidad para con nosotros mismos se difuminan."
Como bien dijo Jean Paul Sartre:
"Somos lo que sepamos hacer con lo que la gente hace de nosotros."
Significando que, aunque nuestro pasado y las circunstancias externas nos moldean, somos nosotros quienes definimos nuestra identidad a través de nuestras acciones y elecciones.
El psicólogo Paulino Castells reafirma lo dicho por Sartre:
"De alguna forma, todos somos dueños de nuestro destino, en el sentido de que tenemos la capacidad de prevalecer, ser fuertes y triunfar a pesar de las adversidades."

Ahora bien, ¿qué dice la Biblia sobre el destino?
Aquí entramos en un terreno más profundo. Muchos se preguntan:
Si Dios conoce el futuro, ¿estamos predestinados? Si el futuro ya está escrito, ¿podemos ser moralmente responsables? ¿Sería justo que se castigue o premie lo inevitable?
Si todo estuviera determinado, la vida sería una obra de teatro en la que somos simples actores siguiendo un libreto escrito por Dios. Seríamos meros interpretes de un papel en el que no tuvimos oportunidad de elegir entre ser héroes o villanos, ricos o pobres, sanos o enfermos, o, en última instancia, deformes.
Si el futuro ya está escrito, entonces lo que llamamos “libre albedrío” o "voluntad propia" no tendría sentido, ya que no tendríamos libertad de elección. Por inferencia, la justicia no existiría, o al menos, la responsabilidad moral podría ponerse en entredicho.
En cambio, como tenemos la posibilidad de elegir una acción entre múltiples, la probabilidad de que el futuro esté predestinado se puede poner en tela de juicio. Pero, ¿es posible llegar a esta conclusión sin contradecir las Sagradas Escrituras?
Dice el profeta Isaías:
"Así dice Jehová, el rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los Ejércitos: Yo soy el Primero, y yo soy el Último, y fuera de mí no hay Dios. ¿Y quién proclamará lo venidero, y lo declarará, y lo pondrá en orden delante de mí, como hago yo desde que establecí el pueblo antiguo? Anúncienles las cosas venideras y las que han de suceder. ¡No acobardéis, ni tengáis miedo! ¿acaso desde la antigüedad no te lo hice saber yo, y te lo declaré? Luego vosotros sois mis testigos. No hay Dios sino yo. No hay fuerte; no conozco ninguno." (Isaías 44:6-8).
Jehová reta a los dioses falsos a que anuncien el futuro como Él puede hacerlo. También nos promete que seremos testigos. Es decir, nos dejará saber las cosas que vendrán para que, cuando sucedan, podamos confirmarlas. No obstante, en Isaías 46:10 nos dice que no sólo conoce el futuro, sino que tiene la capacidad de moldearlo a su antojo:
"Yo anuncio desde el principio lo que va a pasar al final, y doy a conocer el futuro desde mucho tiempo antes. Les aseguro que todos mis planes se cumplirán tal como yo quiero."
Esto no significa que Dios escriba cada acción humana, sino que Él tiene poder soberano para intervenir cuando desea y revelar sus planes cuando considera necesario.
La noción de un destino humano rígido, inalterable y fatalista no es bíblica, sino que proviene de la filosofía griega, en particular del estoicismo. Este concepto pagano se filtró en la teología y logró abrirse paso a lo largo de los años gracias a las interpretaciones de “exégetas” formados más en la filosofía de Aristóteles que en las Escrituras, lo que permitió aceptar el paganismo como algo sacrosanto.
Aunque claro está, Dios puede escoger a cualquier criatura y usarlo para un propósito especial de acuerdo a sus planes.
Aunque claro está, Dios puede escoger a cualquier criatura y usarlo para un propósito especial de acuerdo a sus planes. El sabio Salomón escribió:
"Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aún de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que TIEMPO Y OCASIÓN ACONTECEN A TODOS." ( Eclesiastés 9:11).
Es decir, lo que sucede no está "destinado", sino que necesitamos los factores “tiempo y espacio.” En palabras simples, no sólo es importante la preparación, el esfuerzo y la perseverancia, sino que cada acontecimiento lleva su ciclo como seres independientes e individuales. "Tiempo de sembrar y tiempo de cosechar lo plantado."
En términos generales, somos — aunque no lo queramos— hijos de la consecuencia (o de la herencia), ya que, como descendientes del primer hombre, Adán, elegimos mediante el libre albedrío. Esto es: "La libertad individual que requiere reflexión y elección consciente".
Dios dice claramente en Deuteronomio 30:19:
"He puesto delante de ti la vida y la muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia."
Nuestro futuro no está escrito, sino que se va construyendo. Nosotros tenemos la capacidad de decidir, y al hacerlo, somos responsables de nuestros actos. Tenemos la opción de vivir una vida azarosa bajo la sombra de la casualidad, o por el contrario, bajo el amparo y protección del Altísimo. Como lo expresa el rey David en el "salmo 91".
Dios tiene la capacidad excepcional de tener en cuenta todos los factores que intervienen en el curso de los acontecimientos, así como la influencia de las decisiones de los seres con libre albedrío, para realizar pronósticos infalibles. Sin embargo, esto no significa que Él escriba un guión ni que dicte cómo debe ser nuestra vida, ya que eso contradiría pasajes bíblicos como Job 34:10: “Pero vosotros, gente sensata, escuchadme: ¡Lejos de Dios el hacer mal, lejos del Todopoderoso el cometer injusticias!”
Puede que el destino te lleve a un cruce de caminos, pero eres tú quien decide qué rumbo tomar. Dios es soberano y conoce el futuro, pero nos ha dado libertad real. No existe un destino único e inmutable escrito para nosotros; existen posibles futuros, y nuestras decisiones nos llevan a uno u otro.
Como dijo el poeta Amado Nervo:
"Cada uno es dueño y arquitecto de su propio destino."
Yo añado: el destino es decisión más propósito guiados por Dios.
¡La gracia y las bendiciones de Dios sean contigo!
Frank Zorrilla


