viernes, 1 de agosto de 2014

¿PREDESTINACIÓN O ELECCIÓN JUICIOSA?


Mis queridos amigos y hermanos, 

     En una ocasión el científico Albert Einstein dijo con ironía: "Tendremos el destino que nos hayamos merecido". Mientras que el gran escritor británico William Shakespeare afirmó con cierto nivel de realismo: "El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos".

     No obstante, esas dos declaraciones tienen un contraste asimétrico con lo expresado por el poeta griego Esquilo de Eleusis, (defensor de la predestinación) quien dijo en cierta ocasión: "Ni aún permaneciendo sentado junto al fuego de su hogar puede el hombre escapar a la sentencia de su destino".

     Como podemos observar de las citas anteriores, tanto en la antigüedad como en nuestros días, resulta muy difícil ponerse de acuerdo sobre un asunto tan subjetivo, polémico e inasible como ese concepto que los diccionarios definen como: "Fuerza o causa desconocida superior al género humano que se supone controla y dirige inexorablemente todo lo que va a ocurrir, e inclusive, la existencia de las personas". Sí, me refiero a la "predestinación" o al "destino". De ahí que tantos filósofos, artistas, científicos, intelectuales, religiosos, aficionados al esoterismo, etc. tengan su propia creencia sobre "los hados" (divinidad o fuerza desconocida hipotética que rige la vida de las personas). *Este tema lo ventilé a nivel de acontecimientos generales en un artículo que titulé: “EL FUTURO, UNA ILUSION O UN DESTINO PREDESTINADO”, más en esta ocasión, lo hago a nivel individual.

¿Qué piensan los psicólogos sobre “el destino” de las personas?

     Para el psicólogo Valentín Martínez-Otero, "creer o no en el destino es una cuestión personal y tiene múltiples causas; desde educativas, culturales y sociales hasta religiosas. La importancia que le demos a esa creencia, marcará nuestra trayectoria personal".

     Según ha explicado este experto a la revista especializada 'Psychologies', "creer ciegamente en el destino, es como enclavarse en un pensamiento mágico que lleva a considerar que lo que le sucede a uno, es obra de una fuerza enigmática y fatal. Esto suele impedir que se pongan los medios para conducir el propio rumbo de la vida, por creer que está marcado por el hado".

     Continúa diciendo: "Las personas que creen en el destino, atribuyen lo que les sucede a causas ajenas a su destreza, esfuerzo o regulación; lo que puede traducirse en que, experimenten más errores cognitivos, así como una menor reactividad a los acontecimientos, búsqueda de información, percepción de libertad y realismo". Aunque, según este experto, "tan negativo puede ser creer en el destino, como tener una desconfianza desmesurada e irreal en las propias capacidades para manejar las situaciones. Lo mejor es tener confianza en uno mismo y poner los medios para conseguir las metas, sin perder de vista ciertos condicionamientos que no siempre son controlables".

     Y ¿qué pasa con los adivinos, aquellos que según ellos, tienen facultad para leer nuestro futuro? -

     De acuerdo a la psicóloga Jennifer Delgado, de la Universidad de Cienfuegos (autora del libro: "Psicología Curiosa"), "la creencia del destino se convierte en tierra fértil para los adivinos, cartománticos y demás figuras representativas del mundo esotérico. Aparece la profecía, que se sustenta y se auto alimenta en el poder de la sugestión, y si las personas definen una situación como real, independientemente de que lo sea o no, esta será real en sus consecuencias, ya que la misma genera una serie de comportamientos que la validarán desde su origen", explica la psicóloga cubana.

     En otra nota, la psicóloga cubana añade:"Si una cartomántica nos dice que estamos destinados a casarnos con una persona rubia, probablemente no daremos pie a las personas trigueñas, mientras que seremos más abiertos a las personas que fenotípicamente responden a la descripción realizada".


    La experta coincide con Valentín Martínez-Otero en que, "si asumimos la existencia del destino, también asumimos que una buena parte de nuestras vidas transcurre gobernada por: quién sabe qué hilos poderosos que escapan de nuestra comprensión e incluso a nuestra consciencia, con lo que los límites de nuestra responsabilidad para con nosotros mismos se difuminan".

     La experta termina su exposición diciendo: "Es mejor comprender el destino como: 'la unión de múltiples factores de origen personológico, social, genético, cultural... que nos hacen asumir unas decisiones en detrimento de otras'. Somos lo que sepamos hacer con lo que la gente hace de nosotros, tal y como afirmó Sartre".

     Por su parte, el psicólogo Paulino Castells señaló en un artículo publicado en la revista que mencioné anteriormente, lo siguiente: "De alguna forma, todos somos dueños de nuestro destino, en el sentido de que tenemos la capacidad de prevalecer, ser fuertes y triunfar a pesar de las adversidades".


     Ahora bien, ¿qué dice la Biblia de nuestro destino? En la Biblia encontramos muchas profecías sobre el futuro, y en algunos libros de la misma podemos encontrar versículos donde Dios declara que el es dueño absoluto del mismo. Pero, aunque las profecías demuestran y dan fiabilidad a la voluntad de Dios y su conocimiento del futuro, ¿implicaría esto que también seamos seres predestinados?... Entonces, si es así, si el futuro ya existe; si lo que yo voy a hacer mañana ya está escrito, y no puedo evitarlo, ¿soy moralmente responsable de mis actos?...

      ¿Es justo que se me premie por hacer algo por lo que no tengo ningún mérito?... Por razones obvias, no puedo recibir premio alguno, por no existir esfuerzo de mi parte.

     ¿Es justo que se me castigue por hacer algo que ya estaba irremediablemente destinado a hacer?... Si el futuro ya fue predestinado; entonces, el presente es en última instancia: ¡Una obra de teatro donde sólo somos simples actores siguiendo un libreto escrito por Dios!... Inermes actores desempeñando un papel donde no nos dieron la oportunidad de elegir entre héroes o villanos, de nacer ricos o pobres, saludables y sin defectos o enfermizos y deformes.

     Analicemos esto desde una lógica deductiva. Si el futuro ya está escrito, entonces, lo que llamamos: “libre albedrío” o voluntad propia no tendría sentido, ya que no tendríamos libertad de elección, y por inferencia, ¡la justicia no existiría! O al menos la responsabilidad moral puede ponerse en signos interrogativos. Mientras, en contraposición, como tenemos la posibilidad de elegir una o múltiple acciones entre varias, la probabilidad de que tengamos un futuro predestinado, se puede poner en cuestionamiento. Pero, ¿es posible llegar a esa conclusión sin contradecir Las Sagradas Escrituras?

     Dice el profeta Isaías: "Así dice Jehová, el rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los Ejércitos: Yo soy el Primero, y yo soy el Último, y fuera de mí no hay Dios. ¿Y quién proclamará lo venidero, y lo declarará, y lo pondrá en orden delante de mí, como hago yo desde que establecí el pueblo antiguo? Anúncienles las cosas venideras y las que han de suceder. ¡No acobardéis, ni tengáis miedo! ¿acaso desde la antigüedad no te lo hice saber yo, y te lo declaré? Luego vosotros sois mis testigos. No hay Dios sino yo. No hay fuerte; no conozco ninguno" (Isaías 44:6-8).

     Como vemos, en los versículos anteriores, Jehová reta a los dioses falsos a que anuncien el futuro, como él puede hacerlo. También nos promete que seremos testigos. Es decir, nos dejará saber de las cosas que vendrán para que cuando sucedan podamos confirmarlas. No obstante, en Isaías 46:10 nos dice que, no sólo conoce el futuro, sino que tiene la capacidad de moldearlo a su antojo. "Yo anuncio desde el principio lo que va a pasar al final, y doy a conocer el futuro desde mucho tiempo antes. Les aseguro que todos mis planes se cumplirán tal como yo quiero."

     Por lo que podemos deducir de los versículos expuestos, los profetas no adivinaban del futuro, sino más bien, notificaban a los hombres los planes de Dios. En mi opinión, y en resumidas cuentas, la idea de que el destino de cada ser humano está escrito de antemano, es una idea de origen griego, la cual logra abrirse paso sigilosamente a través de los años con interpretaciones de “exegetas” con mentalidad apriorísticamente viciada, dando cabida a la aceptación del paganismo como algo sacrosanto. 

     Aunque claro está, Dios puede escoger a cualquier criatura y usarlo para un propósito especial de acuerdo a sus planes. El sabio Salomón en su libro de Eclesiastés dice lo siguiente: "Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aún de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que TIEMPO Y OCASIÓN ACONTECEN A TODOS." ( Eclesiastés 9:11).

     Es decir, lo que sucede no está "destinado", sino que necesitamos los factores “tiempo y espacio”. En efecto, no sólo es importante la preparación, el esfuerzo y la perseverancia, sino que cada acontecimiento lleva su ciclo como seres independientes e individuales. "Tiempo de sembrar y tiempo de cosechar lo plantado". 

     En términos generales, somos, aunque no lo queramos, hijos de la casualidad, ya que como descendientes del primer hombre, Adán, elegimos el libre "albedrío". Esto es: "La libertad individual que requiere reflexión y elección consciente". En otras palabras, si tenemos la capacidad racional y podemos tomar decisiones conscientes, entonces al elegir, nos hacemos responsables de nuestros actos.

     En armonía con esto, la Biblia indica claramente que cada uno tiene la libertad de elegir su curso de acción. Por ejemplo, en el libro de Deuteronomio, encontramos una cita que corresponde enteramente con mi exposición en el párrafo anterior. "Pongo hoy por testigos contra vosotros al cielo y a la tierra: te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia, amando a Yahvé tu Dios, escuchando su voz, viviendo unido a él; pues en ello está tu vida, así como la prolongación de tus días mientras habites en la tierra que Yahvé juró dar a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob." (Deuteronomio 30:19-20).

     Por tanto, nuestro futuro no está escrito, sino que se va construyendo. Nosotros tenemos la capacidad de decidir, y al hacerlo, somos responsables de nuestros actos. Tenemos la opción de vivir una vida azarosa bajo la sombra de la casualidad, o por el contrario, bajo el amparo y protección del Altísimo. Como lo expresa el rey David en el "salmo 91".

     Tomando en consideración los versículos anteriores, entiendo que la capacidad de Dios de anunciar el futuro se debe a que tiene poder para hacer que se cumpla cualquier cosa que se proponga como "Ser Soberano", pero también es permisible razonar, que dentro de nuestra condición de seres pensantes con libre albedrío, nos dé pronósticos. Es decir, ¡no existe un futuro absoluto, sino una gran cantidad de posibles futuros! 

     En efecto, Dios tiene una capacidad excepcional de tener en cuenta todos los factores que intervienen en el curso de los acontecimientos, así como el margen de influencia que pueden tener las decisiones de los seres con voluntad, para hacer algunos pronósticos. Por ejemplo, cuando anuncia que en los últimos días, los desplazamientos entre capas tectónicas (terremotos) traerían gran convulsión y desastre a la humanidad; no sería coherente suponer que sea Él quien provocaría esos espantosos movimientos telúricos, pues contradiría pasajes bíblicos como: Job 34:10, Pero vosotros, gente sensata, escuchadme. ¡Ni pensar que Dios, el Todopoderoso, haga el mal o cometa injusticias!”

     Así que esa profecía, la de terremotos de gran magnitud y destrucción, podría ser más bien un pronóstico, teniendo en cuenta el poder de su Omnisciencia, ya que Él conoce todos los procesos geológicos, y por ende, puede saber con certeza un aumento de actividades sísmicas, debido al desarrollo del hombre y sus acciones antropogénicas en detrimento del planeta. Eso demuestra el poder de Dios para prever situaciones y para mover los asuntos, pero dejando un cierto margen respecto a los detalles.

    En un aspecto puramente científico podríamos aludir que el hombre vive en un tiempo-espacio el cual no controla, por lo que su estancia en esta Tierra está a merced de hechos azarosos y/o casuales. Mientras, en otra dimensión cuántica está el Ser Supremo, en un tiempo cuántico, y quien controla todo y a todos desde siempre, "A ti te conocí antes de que fueras engendrado en el útero materno." (Jeremías 1:5)

     El anhelo científico, sería en dado caso, el control de ese tiempo-espacio en que vive, en un acercamiento asintótico a la Omnipresencia de Dios. Y como el tiempo relativiza siempre, inevitablemente convierte lo puro en impuro, la ilusión en una realidad subjetiva a merced de interpretaciones ambiguas.

     De lo expuesto en los párrafos anteriores, concluyo esta reflexión con la entera convicción de que, nuestro destino es forjado por nuestras decisiones bajo un estado de consciencia en un ambiente con diversas condiciones multifactoriales; y como decía Amado Nervo: "Cada uno es dueño y arquitecto de su propio destino". 

     Estoy en la plena disposición de cambiar mi opinión siempre y cuando, alguien pueda demostrar lo contrario usando argumentos bíblicos que se eximan de exégesis viciadas.

¡La gracia y las bendiciones de Dios sean contigo!

Frank Zorrilla