miércoles, 26 de septiembre de 2018

EL LÁTIGO DE LA INDIFERENCIA- ANTÍTESIS DEL AMOR...


Mis queridos hermanos y amigos,

Tu frialdad ya no llena los espacios de mi vida
Tu ausencia cada día duele menos...
Tus momentos, tan efímeros como fríos ya no ruborizan mis mejillas.
Ya no importa si vas o vienes, si me miras o ya ni me ves,
porque he aprendido a no mendigar más tu tiempo;
mi libertad y mi vuelo no lo necesitan.
Me enseñaste a volar lejos de tu cielo,
a volar en libertad...(…)”.
Flor de Lys

     Como pueden observar en los versos de este poema, la autora enfatiza un estado de ánimo muy conocido. Me refiero a la “indiferencia”. Sentimiento o postura en que una persona no siente inclinación ni rechazo hacia otro sujeto, un objeto o un asunto determinado.

     La indiferencia, por lo tanto, es un punto intermedio entre el aprecio y el desprecio. Al mostrarnos indiferentes, nos volvemos apáticos ante algo que consideramos no merece nuestra atención o nuestra energía. Es como si al actuar bajo este estado de ánimo, anestesiáramos nuestros sentimientos convirtiéndonos en personas frías, insensibles y apáticos. En el argot popular se le conoce como alguien que “ni siente, ni padece” o está al margen de las cosas que le pueda afectar. ¿Quién no ha sido expuesto al látigo de la indiferencia, ya sea siendo el verdugo o la víctima?... 

     Podemos ser indiferentes a muchas cosas; a la política, a un deporte, a una relación de pareja, inclusive a los preceptos divinos. No obstante, en este artículo, hablaré sobre la "indiferencia entre los seres humanos". Desde el punto de vista social, la indiferencia es opuesta o contraria a la relación intrínseca que debe existir entre los seres humanos para vivir en comunidad; por lo tanto, este comportamiento es estudiado por psicólogos como una condición o fenómeno que pone en riesgo la integridad de la sociedad e inclusive hasta la existencia misma de todos los seres humanos que cohabitan el planeta.

     Como dijera Elie Wisel: “Lo contrario del amor no es el odio, es la indiferencia. Lo contrario de la belleza no es la fealdad, es la indiferencia. Lo contrario de la fe no es herejía, es la indiferencia. Y lo contrario de la vida no es la muerte, sino la indiferencia entre la vida y la muerte”. No hay nada peor que sentirse ignorad@. Que verte feliz o triste sea lo mismo. Esto duele aun mucho más cuando se trata de una persona allegada a ti. ¡Cuánta razón tiene JK Rowling cuando dice:“A veces, la indiferencia y la frialdad hacen más daño que la aversión declarada”!

     Es un hecho que la indiferencia conlleva sufrimiento para quien la siente, genera tensiones a veces insoportables, confusión y puede incluso afectar el autoestima. ¿Quién en su sano juicio quiere sentirse ignorad@?- Todos necesitamos la atención y el aprecio de alguien para sentir que existimos y que nos toman en cuenta. Pero muchas veces, con nuestra actitud y en la forma como nos socializamos con los demás, sembramos en los demás, la semilla de la indiferencia. En otras palabras: “somos culpables por omisión” al postergar el afecto, al iniciar apatía, exacerbar indignación entre aquellos que comparten nuestro ambiente social y por promover individualidad. 

     Aunque claro está, también están los psicoanalistas que consideran a la “indiferencia” como un mecanismo de defensa, que a veces utilizamos para no sufrir continuas decepciones ante las vicisitudes de la vida. Es decir: preferimos “no esperar nada de nadie” y ser neutros ante cualquier acontecimiento que pueda entorpecer nuestro animosidad. En este sentido, para algunos filósofos, la indiferencia es la negación del ser, ya que supone la ausencia de creencias y motivaciones. ¡Quién es indiferente no siente ni actúa, se mantiene al margen!

     ¿Crees que la indiferencia sólo afecta a los seres humanos?- Pues te equivocas, Masaru Emoto (científico Japonés) demostró a través de experimentos, como el sentimiento de la indiferencia actúa como energía caótica descomponiendo las moléculas y átomos del agua y del arroz. El Dr. Emoto demuestra con gran acierto un experimento con agua y arroz en el que aparecen tres vasos que contienen arroz y agua en proporciones idénticas. Durante un mes, día tras día, cada vaso recibía diferentes mensajes, el primero de positividad, el segundo de negatividad y el tercero no recibía mensajes, era un vaso “indiferente”. 

     ¿Qué ocurrió después de un mes de haberse iniciado el experimento?...

     El arroz en el primer vaso comenzó a germinar y a crecer, el arroz en el segundo vaso se tornó negro y el arroz en el tercer vaso estaba en mal estado a nivel de putrefacción.

     El experimento demostró tanto el poder de las palabras como el poder de la indiferencia, que extrapolado al ser humano, nos hace visualizar perfectamente cómo afecta el maltrato o sentirnos ignorados a nuestra personalidad. Necesitamos caricias, palabras agradables para poder vivir. Como el mismo Dr. Emoto señala: “La caricia ya sea física, verbal o gestual es un reconocimiento de que estamos vivos, la indiferencia nos hace sentir que NO existimos”.

     Pareciese como si la indolencia, la neutralidad, la insensibilidad tomaran impulsos cada vez más significativos a medida que nos desarrollamos en esta “aldea global”donde gracias a la tecnología, vivimos como autómatas apáticos padeciendo del “efecto espectador” que paraliza nuestros sentidos cuando tenemos que socorrer a un ser humano en peligro, pero activa el “complejo de periodista” para difundir al mundo a través de los medios sociales, las imágenes de una víctima o una persona en necesidad. Una tendencia que desafortunadamente, toma un carácter nefasto y cruel.   

     ¿Existe el sentimiento de indiferencia entre los que profesan la fe cristiana? ¿Qué dice la Biblia respecto a este estado de ánimo?- 

Desde luego que sí, la indiferencia es un fenómeno social; por lo tanto, existe en todo el entramado social incluyendo los que profesan una religión. Jesús conocía los tiempos y como la influencia rebelde del ser humano iban a promover la apatía entre los hombres. “Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.” (Mateo 24:12). 

     Sin lugar a dudas, la indiferencia es una palabra complicada, cuando de amor se trata, sobre todo cuando este sentimiento está asociado a un conjunto de actitudes que pueden progresivamente dañar el amor. Por lo tanto, este sentimiento crece como fractal por degradación entrópica y es el antítesis del sentimiento perfecto que caracteriza al Creador del universo. 

     Al ser la maldad la ausencia de Dios en el corazón del hombre, y lo inverso al amor, deposita en este: desafecto, despego, desinterés, desamor, apatía e insensibilidad. Precisamente pregona la individualidad entre seres homogéneos corrompiendo la relación fraternal entre los seres creados.    

     En resumen, la indiferencia es una herramienta poderosa usada por nuestro adversario "Satanás" para distanciar a las personas, promover individualidad y crear un entorno insensible donde reina el desamor, la aversión y la antipatía; por consiguiente, podemos decir que: “El peor pecado hacia nuestros semejantes no es odiarlos, sino tratarlos con INDIFERENCIA: esa es la esencia de la inhumanidad”. 

     No nos dejemos influenciar por la pereza y la tibieza. Evitemos a toda costa, dejarnos persuadir por corrientes antagónicas a los designios del Creador, porque solo promueven el individualismo. No dejemos enfriar el sentimiento del amor y mantengamos vigente el gran mandamiento: ¡Amar al prójimo como a uno mismo!

¡Qué Dios los bendiga rica y abundantemente!

Frank Zorrilla