jueves, 21 de enero de 2021

UNA PRÁCTICA PELIGROSA PARA LA ESTABILIDAD DE LA FAMILIA

 Mis queridos amigos y hermanos,

“Acción imprudente y perniciosa engendradora de animosidad entre consanguíneos; propulsor involuntario de insastisfacciones y gestor de secuelas indelebles en el ego. Golosina exquisita para el electo, migaja inicua para el remanente inerme.” Frank Zorrilla

     En esa pequeña composición poética hago referencia a una actividad muy habitual llevada a cabo por algunos progenitores, me refiero al “favoritismo o preferencia hacia un hijo o hija en específico.”

       Estoy seguro que si tienes más de un hijo, en algún momento te han hecho preguntas cómo: ¿Sientes más afinidad hacia alguno de tus hijos? ¿Cuál es tu hijo preferido o predilecto?

     Es muy probable que ante esas preguntas, hayas respondido que, para ti, todos son iguales y que todos gozan del mismo amor. Sin embargo, la ciencia afirma que aunque los padres pueden amar incondicionalmente a todos sus hijos, siempre tienen un hijo al que consienten más y con el que establecen una mayor conexión emocional, por tanto, ese sería su favorito. Es tanto así, que investigadores de la Universidad de California analizaron la dinámica de 384 familias y descubrieron que el 70% de las madres y el 74% de los padres admitieron que preferían a uno de sus hijos.

     ¿Sabías que las madres suelen preferir a las hijas, sobre todo a las primogénitas?… Así lo indica un estudio realizado por la Universidad Purdue con 424 madres cuyos hijos ya eran mayores de edad. Según el estudio esa preferencia quizás se deba al apoyo que han recibido de ellas para el cuidado de los hermanos menores, por lo que han desarrollado un vínculo emocional más fuerte.

     En honor a la verdad, tener un hijo preferido es algo habitual y a veces inevitable, pero es importantísimo saber mostrar el mismo afecto hacia todos nuestros hijos. El favoritismo, es decir, tener un hijo favorito hay que evitarlo a toda costa; no tanto por la rivalidad que se puede formar entre hermanos, y por ende el desarrollo emocional de los hijos, sino también, por el costo psicológico que puede causarle a los hijos favoritos o preferidos, debido a las expectativas de los padres.

     De hecho, en una investigación se apreció que los hijos que se percibían más cercanos emocionalmente a sus madres presentaban una tendencia mayor a reportar síntomas depresivos. por lo tanto, los autores de ese estudio concluyen que, en muchos casos, ser el hijo preferido afecta a largo plazo su bienestar emocional, haciendo que carguen más preocupaciones sobre sus hombros.

      Como bien expresó el filósofo Edmund Burke: “El favoritismo nos agrava más pesadamente que muchos millones de deuda”.
 
     Somos humanos, y es normal que podamos sentir más predilección por alguno de nuestros hijos, ya sea porque su carácter es parecido al nuestro, porque es más dulce que los otros, porque es el más pequeño o frágil, etc. etc. Pero, para el resto de los hijos, el favoritismo de los padres hacia uno en concreto es muy negativo. Como lo indicó un estudio realizado por la Universidad Cornell, donde observaron que si la madre o padre tienen una marcada preferencia por uno de sus hijos, el resto de ellos tendrán problemas emocionales no solo durante la niñez y la adolescencia, sino también en su etapa adulta. Es decir, que los niños que no fueron favoritos durante su infancia, tienen muchas posibilidades de convertirse en adultos dubitativos y con problemas emocionales.
   
      Cuántas desavenencias han producido a través de los años el efecto pernicioso del favoritismo hacia un hijo. No sólo por crear un ambiente hostil en el hogar, de competencia entre hermanos, sino también, por la oportunidad inadvertida e inconsciente que le otorgan al predilecto o la predilecta de abusar de ciertos privilegios y ventajas. Privilegios que dicho sea de paso, muchas veces, él/ella puede utilizar a su conveniencia aprovechando ciertas circunstancias para tiranizar a sus hermanos, e incluso manipular ciertas situaciones para ponerlas a su favor.
    
     Según los estudios, las consecuencias del favoritismo a un hijo en particular, genera en los demás, traumas muy variados. En cuanto al carácter, un hijo que se considera relegado a un segundo plano o no goza del mismo trato preferencial, puede presentar los siguientes traumas:

     - Reservado e introvertido. Al no encontrar el apoyo que necesita de sus padres, se acostumbrará a guardarse sus problemas, a no comunicarse en casa. Pensará que el tiempo de mamá y papá es para otro hijo.

     - Carencia afectiva. Los hijos que se sienten relegados a un segundo plano tienen un sentimiento profundo de falta de cariño y un escaso vínculo con sus padres.

     - Celos. Una de las principales consecuencias del favoritismo entre hermanos son los celos. las constantes peleas puede ser señal de que alguno de los hijos se sienten desplazados.

     - Rencor hacia los padres. Cuando llegan a la edad adulta, los hijos que no fueron favoritos, desarrollan rencor hacia los padres, y hacia los que consideran culpables de no haber recibido la misma atención.

     - Frustración. La capacidad para lidiar con ciertas situaciones es menor. Es decir, no son capaces de afrontar un problema con soltura.

     - Rebeldía. El niño adopta una actitud rebelde hacia los padres, hacia los hermanos y hacia la sociedad debido a un sentimiento suprimido de insatisfacción.

     - Baja autoestima. Al entender que sus padres no les dan el mismo apoyo que a otro de sus hermanos, los niños que son conscientes del favoritismo, generarán un problema de confianza en sí mismos.

     - Competitividad. Todos los hermanos competirán entre sí para buscar la mismas ventajas.

     Algo muy interesante es que, los hijos favoritos no salen librados, porque ellos también tienen la posibilidad de convertirse en adultos egocéntricos y con problemas de identidad. Ellos también sufren porque además de que muchas veces los padres le exijan más que al resto, ellos se ganan el rechazo de sus hermanos. Es decir, al final, y debido al favoritismo, todos salen perjudicados.

     ¿Es el favoritismo por uno de nuestros hijos una práctica de nuestros días?… ¡Desde luego que no! En las Sagradas Escrituras encontramos episodios parecidos. Está el caso de Rebeca madre de los gemelos Esaú y Jacob. Después Jacob repite la historia favoreciendo a su hijo menor, José ante sus otros hermanos. Ambas historias están narradas en los libros de Génesis 27 y Génesis 34.

     Rebecca aconsejó a su hijo Jacob para hacerse pasar por el primogénito Esaú, y así obtener la bendición de su padre. Robándole a Esaú la bendición que le pertenecía por ser el primogénito. Luego, una vez Jacob procreó sus hijos, comete el mismo error que cometió su madre. “Y amaba Jacob a José más que a todos sus hijos, porque le había tenido en su vejez...” (Génesis 37:3). Desde luego que ese favoritismo de Jacob, acarreó animadversión de parte de los hermanos de José. “Y viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, le odiaban, y ni siquiera le hablaban, pues veían que su padre lo quería más que a ellos.” (Génesis 37:4). La animosidad era tan enorme que los hermanos llegaron hasta pensar quitarle la vida a José, decidiendo entre todos, venderlo como esclavo.

      Como podemos deducir de todo lo expuesto, la predilección por algunos de nuestros hijos, es una práctica desleal, arbitraria y peligrosa, por lo tanto, debe ser eliminada. Es un error garrafal que tendrá consecuencias funestas para la familia en general, por lo tanto, debemos evitar esa práctica a todo costo. Como dice el apóstol Pablo a los Romanos: “Porque no hay acepción de personas para con Dios.” (Romanos 2:11). Emulemos a nuestro Padre Celestial quien no hace acepción de personas o no tiene favoritismo entre sus hijos creados a su imagen.
   
     Mantengamos la ecuanimidad entre todos nuestros hijos dedicando un tiempo reservado y único para cada uno. Recordando que cada uno de ellos, tiene su propia personalidad, capacidades, debilidades y fortalezas, por lo que las comparaciones entre ellos son innecesarias. Debemos evitar imponer la opinión de uno en particular y darle importancia al criterio u opinión de los demás. Y por último, si percibimos que alguno de nuestros hijos es menos afectivo que los demás, busquemos en él o ella una virtud y una capacidad que le hace único y diferente a sus hermanos para potenciar esa cualidad.

¡Dios los bendiga rica y abundantemente!

Frank Zorrilla