Mis queridos amigos y hermanos,

Esta aseveración tan inquietante de parte de Jehová, Dios nos hace reflexionar a simple vista, que ante sus ojos, somos seres que no merecemos su perdón, ni tan siquiera “su gracia”. Nos hace pensar que, lastimosamente, todo está perdido y sólo nos espera una destrucción inminente. ¿Qué podemos hacer para merecer su gracia?
La pregunta nos lleva a un sin número de cuestionamientos a nivel racional: ¿Cuál es el tiempo propicio para cambiar mi rumbo y volver a los caminos que conducen a la reconciliación con Dios?, ¿Qué tiene que acontecer para que yo cambie mi forma de ser o de actuar?, ¿Cuándo permitiré que Dios sea mi alfarero y cómo barro, él haga la transformación espiritual que mi vida necesita para dejar atrás los senderos de la injusticia, de la vanagloria personal, de las intrigas?...

Muchas veces, evitamos emprender caminos que requieren y demandan sacrificio, disciplina y apego estricto a la observación de las leyes eternas, por sentirnos a gusto con nuestra condición actual (aunque ésta sea muy denigrante e indigna). Bien lo dijo el sabio: “He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones.” (Eclesiastés 7:29).
Nuestro lánguidos y tétricos rumbos en esta Tierra, dejan huellas indelebles en nuestras almas. Huellas que se convierten en penosas cargas que incrementan en proporciones logarítmicas, la distancia que nos acerca a Dios. No obstante, triste y encerrada en lo más recóndito de nuestro ser; sin que un destello de luz la alcance, habita nuestra conciencia abatida por las tropelías de nuestra decisiones.

Lo penoso de nuestra situación como seres injustos, es que además de la rebeldía que nos apresura a sucumbir en el abismo de nuestras pasiones, también carecemos de la fuerza de voluntad para alejarnos y romper con el pasado. Y cuando decidimos iniciar o tomar las medidas correctivas para liberarnos de las cadenas que nos atan a los vicios y a las concupiscencias, flaqueamos miserablemente, porque no nos sujetamos firmes y juiciosamente a los principios eternos; por lo que cómo barcos navegando en una tormenta impetuosa, nos dejamos arrastrar por los inclementes vientos de las circunstancias hacia destinos inciertos e inusitados.
El apóstol Pablo declaró: “Por tanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios.” (Romanos 3:23).
La afirmación del apóstol nos presenta un panorama desolador, triste y sin esperanzas…Más luego, él mismo exclama: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aún estando nosotros muertos en pecado, nos dio vida juntamente con Cristo (por GRACIA somos salvos).” (Efesios 2:4).

¡Definitivamente!..
Debemos hacerlo mientras late nuestro corazón y tenemos conciencia...Nunca es tarde para enderezar nuestros caminos hacia la fuente de vida eterna. Sólo tenemos que dejar de procrastinar o dejar de postergar, y tomar la firme decisión antes de que se agote la oportunidad. “Porque el Señor no retarda su promesa, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedamos al arrepentimiento.” (2Pedro 3:9).
Me viene a la memoria la historia de John Newton, un cruel y despiadado traficante de esclavos en los años de 1748. Él narró la amarga historia cuando en uno de sus viajes cargado de hombres, mujeres y niños para venderlos como esclavos, su barco fue azotado por una horrible tormenta. Él contó cómo el contraste de los vientos hacían que las olas golpearan estrepitosamente el casco de la nave. Abatido, acongojado y con temor de perder la vida ante un naufragio inminente, pidió a Dios clemencia y de rodillas clamó misericordia.
Esa noche de infortunio, el señor Newton entendió que Dios escuchaba las oraciones; aunque viniese de un hombre vil y despiadado. No obstante, y después de ese percance; decidió transformar su vida y convertirse en un activo abolicionista en su tierra natal Inglaterra. Ya como activista, fue el precursor de un proyecto de ley para abolir la esclavitud. Proyecto que fue aprobado años más tarde por el parlamento Ingles. Su genuina conversión lo motivó a ser un prolífico ministro espiritual y escritor de himnos cristianos.
Entre sus himnos más famosos, se encuentra el que lleva como título: “SUBLIME GRACIA”. Una canción compuesta en escala pentatónica que con sólo cinco notas, levanta el corazón de cualquier mísero pecador y lo eleva a una dimensión celestial.
Esa noche de infortunio, el señor Newton entendió que Dios escuchaba las oraciones; aunque viniese de un hombre vil y despiadado. No obstante, y después de ese percance; decidió transformar su vida y convertirse en un activo abolicionista en su tierra natal Inglaterra. Ya como activista, fue el precursor de un proyecto de ley para abolir la esclavitud. Proyecto que fue aprobado años más tarde por el parlamento Ingles. Su genuina conversión lo motivó a ser un prolífico ministro espiritual y escritor de himnos cristianos.
Entre sus himnos más famosos, se encuentra el que lleva como título: “SUBLIME GRACIA”. Una canción compuesta en escala pentatónica que con sólo cinco notas, levanta el corazón de cualquier mísero pecador y lo eleva a una dimensión celestial.
Como podemos apreciar en esa historia que acabo de relatar, la “gracia de Dios” transformó a este hombre de un inhumano traficante de esclavos; de un hombre desarmado que participaba, al junto de sus temerarios subalternos, en la violación, sumisión y matanza de indefensas mujeres esclavas, en un hombre espiritual que luchó ardua y vehementemente en contra de esa terrible actividad. De esa misma manera, la “gracia divina” tiene poder para transformar tu vida y la mía. Y como subraya el apóstol Pablo: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas." (2Corintios 5:17).
“SUBLIME GRACIA"
"Sublime gracia del Señor que a un pecador salvó. Fui ciego y me hizo ver, perdido fui y él me rescató.
Su gracia me enseñó a temer, mis dudas ahuyentó. ¡Oh, cuán precioso fue a mi ser, cuando él me transformó!
En los peligros o aflicción que yo he tenido aquí, su gracia siempre me libró y me guiará feliz.
Y cuando en Sión por siglos mil, brillando esté cual sol, yo cantaré por siempre allí, su amor que me salvó.
Su amor que me salvó".
John Newton
¡La gracia y las bendiciones de Dios sean contigo!
Frank Zorrilla