lunes, 10 de junio de 2019

NUESTRO ROL COMO PADRES... ¡NO COMO AMIGOS!

Mis queridos hermanos y amigos,

“Economizad las lágrimas de vuestros hijos a fin de que puedan regar con ellas vuestra tumba.” Pitágoras.

     Sin lugar a dudas, Pitágoras, filósofo y matemático griego, tuvo la capacidad apriorística de enunciar en pocas palabras, una sombría realidad…

     ¿Cuántas veces infringimos miserablemente el “rol de padres” por la manipulación subjetiva que ejercen nuestros hijos por medio de su conducta permisiva?...

     Si creemos que los tiempos han cambiado y que la relación adoctrinamiento - conducta son sucesos del mundo moderno, estás equivocado. Recuerda que la existencia del hombre y su conducta es un proceso repetitivo, y los anales de la historia se encargan de recordárnoslo. Así lo declaró Sócrates en su tiempo…

     
“Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan el respecto a sus maestros.” Sócrates

 

     ¿Es acaso inapropiado separar la interrelación entre padres e hijos para que cada uno desarrolle su papel ante la sociedad?...
¿es mejor acoplarse en una relación emocional simbiótica donde no exista diferencias autoritarias y así conllevar una relación saludable donde prevalezca la amistad y la complacencia entre progenitores y vástagos, como sugieren algunos expertos en la materia?...    

     Si bien es cierto que, las interacciones entre padres e hijos constituyen el eje alrededor del cual se forma la seguridad emocional que permite a las personas ejercer su capacidad para ser autónomas y expresar sus capacidades y talentos. También es cierto que cada uno tiene una función dentro de esa ecuación social donde, “los hijos” no pidieron nacer, y los padres tienen la responsabilidad, como célula reproductiva, de darle a la sociedad a un individuo (el primer órgano de la sociedad) apegado a los valores morales, espirituales y éticos adecuados para satisfacer la convivencia, promover el desarrollo y mantener armonía consciencial en un magma social colectivo.
    
     Aunque los hijos no pidieron nacer, una vez adquieren consciencia, ellos tienen un papel como agentes vinculantes de la sociedad en la perspectiva de un desarrollo integral. Por ende, podemos decir que, los hijos, nacen y se desarrollan con una “deuda social.” Deuda moral que muchos padres, ni siquiera consideran que existe; por lo tanto, esa deuda, la que puede considerarse una obligación conductal frente a valores existentes, queda desapercibida, segregada y enterrada en los valores olvidados.

     Lastimosamente, y como dijo Pitágoras, cuando permitimos un “amiguismo permisivo” con nuestros vástagos, nos convertimos en sus cómplices, y nuestro papel de formación se acobarda, se corrompe y se desmorona retroalimentando al sistema parásitos sociales o escorias que trastornan negativamente un desarrollo armónico y productivo en nuestra comunidad, en nuestro país, y en la comunidad internacional.

     Nunca debemos corromper el engranaje que conforma el segundo órgano de la sociedad, esto es: “la familia”, por tanto, y como en toda institución legal, debe existir respeto, guía, y reglas de convivencia… Es lastimoso escuchar nefastos testimonios de relaciones disfuncionales dentro del núcleo familiar, donde la carencia o la presencia de uno de los progenitores es nula. Donde no existe de parte de los padres, aportes morales, espirituales y éticos. Donde sólo se contempla de parte de los padres, abusos físicos y verbales hacia los hijos durante la formación temprana. Más para contrarrestar esas relaciones disfuncionales, ¿deben los padres ser amigos de sus hijos... O la función como padres, es la de ser mentores, correctores, guiadores, y al mismo tiempo, educadores?...

     Según opinan algunos terapeutas modernos, los padres deben ser “amigos” de sus hijos para que exista un vínculo de confianza entre ambos, y dar lugar a una relación simétrica; pero, antes de estar de acuerdo con estos psicólogos, debemos preguntarnos: ¿Cuándo y cómo establecer la línea divisoria para que esa “relación entre amigos” no perjudique la autoridad de los padres?... ¿Existirá la misma disciplina y la autoridad cuando los hijos no estén de acuerdo con las disposiciones de los padres?...  

    Cuando la autoridad de los padres no puede ejercerse sobre los hijos, la frase Pitagórica que expuse al principio de este artículo, es contundente, ya que los valores morales, éticos y sociales se aprenden muchas veces, a través de la amonestación, disciplina y reprensión.

     Desde el punto de vista bíblico, el sabio Salomón, nos provee una gran fuente de consejos; tanto para los padres, como para los hijos

     A los padres, no les llama a ser “amigos” de sus hijos,  los exhorta a instruirlos: “Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma.” (Proverbios 29:17).

     A los hijos les aconseja: “Hijos míos, escuchen cuando su padre los corrige. Presten atención y aprendan buen juicio, porque les doy una buena orientación. No se alejen de sus instrucciones.” (Proverbios 4:1-2)…

   En definitiva, la crianza respetuosa, donde los padres son acompañantes conscientes en el proceso de reconocimiento de límites e incorporación de la disciplina en los hijos, es aceptable siempre y cuando se establezcan pautas y normas, pero nunca debe confundirse con amiguismo pernicioso para evitar ser padres irresponsables. Recordemos que ser padre, además de ser un privilegio, es también una responsabilidad; por lo tanto, existe una obligación para con la sociedad y para con Dios…

     Estos son algunos consejos que pueden ayudar a tener una buena relación de respeto con los hijos estableciendo límites y sin ser irresponsables:

  • Es importante pasar tiempo junto a los hijos en lugar de satisfacerles caprichos.

  • Saber cuándo establecer los límites. Los hijos necesitan diferentes normas y directrices de acuerdo a la edad que tengan.

  • Enseñar a los hijos disciplina para que sepan actuar libremente, además de: lecciones de respeto, obediencia, reverencia, dominio propio.

  • Recordar que debido a los diferentes roles, podemos compartir muchas cosas con nuestros hijos, pero nunca podemos ser: compañeros, amigos o cuates. Ser el padre es mucho más que ser amigos.

  • Debe existir confianza, pero nunca confundirla con igualdad simétrica. El padre, hace la función de padre, y el otro, la función de hijo.   

    Recordemos que ser padres respetuosos no debe confundirse con padres complacientes que se dejan manipular por caprichos basados en un amiguismo parasitario con nuestros hijos. Nuestra función como padres responsables es darle buenos frutos a la sociedad y ser dignos del privilegio que Dios nos dio al ser procreadores. Al final, todos tendremos que rendirle cuentas al Creador y tenemos que estar listo para la pregunta: ¿Qué hiciste con los hijos que te di?...

¡Dios los bendiga y los guarde!


Frank Zorrilla