Mis queridos amigos y hermanos,
Como
seguidores de la doctrina cristiana, ¿cuál debe ser nuestra participación
dentro de una sociedad organizada? ¿Debemos mantenernos al margen de la
vida política solo por seguir el evangelio?...
Existen varias razones por la que muchas
personas deciden apartarse de la política activa una
vez comienzan su camino en la fe. Entre ellas, podemos
mencionar:
1. El temor de no ser fieles al evangelio al involucrarse en asuntos políticos.
2. El riesgo de desviarse de los principios cristianos y sucumbir ante la ambición y el poder.
3. La percepción de que la política es un obstáculo para la santificación y el crecimiento espiritual debido a la corrupción y la falta de integridad.
4. La influencia de la doctrina de su iglesia, que puede desalentar la participación en asuntos políticos.
Todas estas razones son comprensibles, pero es importante recordar que la Biblia menciona a hombres que ocuparon cargos políticos sin comprometer su lealtad y fidelidad a Dios. Ejemplos como José en Egipto (Génesis 41:40), Daniel en Babilonia (Daniel 2:48), David (2Samuel 5:4), Salomón (1Crónicas 29:23) demuestran que es posible servir a Dios y a la sociedad sin renunciar a los principios de la fe.
¿Debe un cristiano mantenerse al margen de la política?
Algunos creyentes defienden la apoliticidad o neutralidad política, argumentando que un auténtico seguidor de Cristo no debería involucrarse en decisiones de carácter gubernamental. Esta postura, en gran medida, proviene de una interpretación errónea de ciertos pasajes del Nuevo Testamento.
Uno de los más citados es Mateo 22:21: “¡Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios!” .
Algunos sostienen que estas palabras implican una separación total entre la fe y la política, lo que llevaría a la renuncia del derecho que las leyes establecidas nos confieren para participar en la toma de decisiones en el ámbito político o ejerciendo un cargo público. Sin embargo, en su contexto original, Jesús estaba respondiendo a un intento de los líderes judíos de hacerle caer en una trampa. Su respuesta no fue un llamado a la indiferencia política, sino una afirmación de que es posible cumplir con nuestras responsabilidades civiles sin descuidar nuestra relación con Dios.
Jesús nos enseña a ser ciudadanos ejemplares, obedeciendo las leyes de los hombres siempre que estas no contradigan las leyes divinas. Como parte de la sociedad, nos afectan directa o indirectamente las decisiones que se toman en los gobiernos. Si no participamos en la construcción de las leyes que rigen nuestro país, nos veremos obligados a aceptar las consecuencias de decisiones tomadas sin nuestra voz ni nuestro voto.
Debemos recordar que somos parte de la sociedad y, por lo tanto, nos afectan directa o indirectamente las decisiones que determinan el rumbo y desarrollo de un país, ya sea que participemos activamente o no. Si optamos por no involucrarnos en la toma de decisiones, inevitablemente tendremos que aceptar las consecuencias de las leyes aprobadas, nos gusten o no.
Si
observamos con atención los acontecimientos sociales, notaremos que el creciente poder político de ciertos grupos recalcitrantes es motivo de gran preocupación, pues las leyes que se están aprobando en diversos parlamentos o hemiciclos al rededor del mundo resultan, en muchos casos, contraproducentes y alarmantes.
La influencia de grupos con agendas contrarias a los principios bíblicos ha crecido significativamente en el ámbito político de muchas naciones. Como resultado, se han aprobado leyes que atentan contra los valores morales, éticos y cristianos, transformando sociedades y redefiniendo conceptos fundamentales como el matrimonio y la familia.
El poder y la influencia política de estos grupos les ha permitido ejercer un control significativo sobre los sistemas legislativos a nivel global, promoviendo propuestas de leyes liberales y reformistas que contradicen los preceptos bíblicos y erosionan los principios morales que en el pasado se defendían con firmeza. Estas leyes no solo les otorgan derechos, sino que les conceden mayor libertad para imponer sus agendas, ampliando su alcance e influencia sobre los diversos sectores que conforman la moderna y emancipada sociedad pluralista. Todo esto ocurre bajo el amparo de marcos constitucionales establecidos, lo que refuerza aún más su capacidad de acción.

La inercia de estos grupos, ya ha tomado un impulso descomunal; por lo tanto, si no participamos activamente en las decisiones que se promueven en la sociedad a través de la vida política de un país, y si no somos participes de un movimiento que bloquee esos planes malévolos, nuestras futuras generaciones estarán sometidas al capricho de unos cuantos hijos de desobediencia.
Tomemos
como ejemplo a los Estados Unidos de
América, un país cuya fundación se basó en principios cristianos y que hoy enfrenta un declive moral evidente. A pesar de su lema nacional "En Dios confiamos", hemos sido testigos de intentos por eliminar el nombre de Dios de los símbolos nacionales, así como restricciones para hablar de Él en las escuelas. Asimismo, se ha legalizado el aborto y se ha redefinido el concepto de matrimonio para adaptarlo a una sociedad pluralista, estableciendo que es “la unión entre dos seres que se profesan
amor”, sin importar si se trata de la unión entre personas del
mismo sexo.
En varios Estados, el matrimonio entre parejas homosexuales es legal y está protegido por las leyes vigentes. Además, estas parejas tienen el derecho legal de adoptar niños o recurrir a la gestación subrogada para formar una familia, lo que ha transformado la estructura original del concepto de "familia" como institución y base de la sociedad.
Una persona sin antecedentes penales puede comprar armas de grueso calibre, incluyendo arsenal militar, con solo mostrar la licencia para conducir un vehículo de motor. Mientras tanto, en algunos estados de la Unión, la marihuana médica ha adquirido visos de legalidad. En esos estados, cualquier persona con una simple tarjeta médica (tarjeta sanitaria) puede adquirir suministro de esta droga alucinógena y consumirla en privado o en centros de consumo autorizados, sin temor a represalias por parte de las autoridades competentes.

Como
podemos apreciar en esa amalgama de leyes establecidas en la Unión
Americana, existe un denominador común. Un plan siniestro para
estropear y socavar la reivindicación del hombre ante Dios, incrementando el
distanciamiento de éste y el Creador, y menospreciando el gran sacrificio de
redención en la cruz del calvario.
¿Cree usted que el poder político de esos grupos
se limita en las fronteras de USA?
Desafortunadamente, la influencia que ejerce esta potencia mundial se expande a través de tentáculos transculturales a nivel global, afectando la moral y los valores espirituales en muchas otras sociedades.

Frente a este panorama, surge una pregunta clave:
¿Cómo podemos frenar el avance de ideologías contrarias a los principios cristianos en los organismos del poder? -
La respuesta es clara: con nuestra participación activa en la política. No podemos quedarnos de brazos cruzados, permitiendo que otros dicten el futuro de nuestras sociedades sin levantar la voz en defensa de nuestros valores. Si callamos, otorgamos. Si no somos parte de la solución, somos parte del problema. Se necesita nuestra
activa participación en los asuntos relacionados con la promulgación, toma de
decisiones, aprobación, rechazo y puesta en ejecución de leyes que puedan
soslayar o implicar imposiciones contrarias a los valores que he citado
anteriormente.
Si hombres y mujeres temerosos de Dios ocuparan cargos políticos, marcarían una diferencia significativa, promoviendo principios de justicia, integridad y amor por el prójimo. Además, su testimonio en la vida pública sería una oportunidad para llevar el mensaje del evangelio a más personas.
Quiero concluir con una cita de Helena G. de White:
“La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren. Hombres que sean honrados y sinceros en lo más íntimo de sus almas. Hombres que no teman dar al pecado el nombre que les corresponde. Hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo. Hombres que se mantengan de parte de la justicia, aunque se desplomen los cielos."
Solo aquellos que temen a Dios poseen estas cualidades. Sería una gran bendición para nuestras naciones si personas así incursionaran en la política.
¿Quieres ser tú la diferencia?
¡Qué la gracia y las bendiciones de Dios sean contigo!
Frank Zorrilla