Mis queridos amigos y hermanos,

"Y ante todo, ruega a Dios por tu madre:
por aquella que te dio el ser, y la mitad más bella
de su existencia ha vinculado en él;
que en su seno hospedó tu joven alma,
de una llama celeste desprendida;
y haciendo dos porciones de la vida,
tomó el acíbar y te dio la miel "....
Andrés Bello
A través de toda la primorosa composición, se percibe una melancolía esmaltada de exquisitas reflexiones, delicadas y certeras. Pensamientos bellamente poéticos que resaltan las cualidades de un ser único: la mujer convertida en Madre...
Ese ser que, como bien dice
el poema,"se bebió el jugo denso y amargo del aloe (acíbar), y en su lugar, te
dio a beber sustancia dulce (miel)"...
Sin lugar a dudas, todos estamos en
deuda con la que nos dio el ser. Con aquella que nos brindó sus embelesos, que nos arrulló en sus brazos, que soportó largas noches de
insomnio velando por nuestro bienestar, y cuyo corazón se dio en pedazos hasta entregarnos el suyo por completo.
Solo Dios, por su infinita grandeza y
excelsa majestad, puede ser comparado con el amor de madre. Ese amor incondicional
que sobrepasa toda barrera imaginable, cuyo valor es inmensurable y que representa al Creador mismo como fuente de vida.
El quinto mandamiento de la ley divina nos dice: "Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da." (Éxodo 20:12).

Lamentablemente,
en nuestros tiempos modernos, las campañas mediáticas a través de los medios de difusión en masa, como son: programas
televisivos, cine y las redes digitales, de una forma sutil pero efectiva, han contribuido a debilitar el respeto hacia nuestros progenitores. Argumentan la "igualdad de
derechos" de los individuos, sin reconocer el valor sagrado de quienes nos dieron la vida. Otros, en cambio, ven estos programas como un reflejo de la decadencia sociocultural en la que vivimos, donde los nuevos valores distorsionan la relación entre padres e hijos.
Hoy, una gran cantidad de
jóvenes y adultos actúan bajo influencias contrarias al propósito divino. Levantan la voz a sus madres, las agreden, las desprecian, las humillan. Algunos se avergüenzan de ellas por su condición humilde; otros las abandonan y ni siquiera las toman en cuenta. Y, paradójicamente, un mísero
día al año, "el día tradicional" con raíces paganas griegas, se acuerdan de
esa mujer que sacrificó todo por ellos: el sustento de vida, educación y
cuidados. Les dan un regalo material, un abrazo vacío o una palabra amable, solo para cumplir con la costumbre.
Según algunos psicólogos, la irreverencia de los jóvenes hacia sus padres cuando se analiza desde un jerarquía de valores, sin
preservar un respeto especial, es algo muy normal. Se trataría simplemente de una
"rebeldía psicosocial transitoria" que la juventud moderna
experimenta como parte de su desarrollo. Sin embargo, no podemos ignorar que muchos de estos mensajes mediáticos forman parte de una estrategia más profunda, cuyo propósito es socavar los principios divinos contenidos en el quinto mandamiento.
Considero, sin exagerar, que la proliferación de guiones televisivos donde la interacción entre madre e hijo carece de respeto, no es casual. Son tácticas dañinas que estimulan comportamientos nocivos y contrarios al diseño de Dios. Son muchos los que se dejan persuadir por estas corrientes que buscan quebrantar los lazos sagrados entre padres e hijos.
Considero, sin exagerar, que la proliferación de guiones televisivos donde la interacción entre madre e hijo carece de respeto, no es casual. Son tácticas dañinas que estimulan comportamientos nocivos y contrarios al diseño de Dios. Son muchos los que se dejan persuadir por estas corrientes que buscan quebrantar los lazos sagrados entre padres e hijos.
No olvidemos que el enemigo de nuestras almas no desea nuestro
bienestar. Como ladrón, viene solo para hurtar, matar y destruir. Pero la obediencia a Dios es fuente de vida y abundancia.
Recordemos el sabio consejo del apóstol Pablo:
"Hijos, obedeced en el
Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre,
que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de
larga vida sobre la Tierra." (Efesios 6:1-3).
Aprecia el amor de tu madre. Distingue su vida entre las demás mujeres. Ámala inmensamente, porque es
única. Honra su existencia todos los días que Dios te conceda tenerla
a tu lado. Mantén el lazo de comunicación e interacción con ella, sin importar la distancia o los cambios de vida. No olvides que es tu deber, como persona agradecida, honrarla mientras vivas.
Y si ya no la tienes contigo, recuerda que Dios, en su infinita bondad, ha prometido un reencuentro glorioso con aquellos que partieron. Allí, junto a esa madre que te dio el ser, podrás estar por "¡TODA LA ETERNIDAD!"
Y si ya no la tienes contigo, recuerda que Dios, en su infinita bondad, ha prometido un reencuentro glorioso con aquellos que partieron. Allí, junto a esa madre que te dio el ser, podrás estar por "¡TODA LA ETERNIDAD!"
Porque honrar a una madre no es solo recordarla con flores o palabras, sino continuar su legado de amor, sacrificio y fe. Cada acto de gratitud hacia ella es una semilla sembrada en lo eterno, una manera de reconocer que el amor verdadero, aquel amor que da sin esperar, tiene rostro, y ese rostro muchas veces se llama "mamá". En un mundo que cambia y olvida, que se mueve rápido y desecha, honrar a la madre es un acto de resistencia espiritual, un eco del cielo en la tierra, un reflejo del amor de Dios manifestado en carne y ternura.
¡Feliz día de las Madres, mi querida vieja!
¡Qué Dios los bendiga rica y abundantemente!
Frank Zorrilla