lunes, 16 de octubre de 2023

UN DESAFIO SIN RELEVOS PARA CONQUISTAR EL MÁXIMO GALARDÓN

 Mis queridos amigos y hermanos,

     Como dijera Henry Ross Perot:
“La mayoría de las personas
abandona justo cuando está a punto de conseguir el éxito. Lo deja a un metro de la meta. Lo deja en el último momento del partido, a un punto de la victoria.”
 

     Nuestro transitar por la vida puede compararse con un maratón. Así lo consideró el gran apóstol Pablo, cuando comparó de forma magistral, la vida de un cristiano y esa actividad deportiva en una de sus cartas. Comparación que podemos extrapolar hacia las conquistas o metas que queramos realizar o llegar durante nuestra estancia en esta tierra.  
  
     El apóstol, al observar esa actividad deportiva que desafía nuestro cuerpo y sobretodo nuestra mente, hizo enfoque en los corredores, en la disciplina, y al final, al propósito de participar en el maratón, la obtención del máximo galardón: “La presea o la anhelada corona de laurel” que se usaba en esos tiempos.
“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis.” (1Corintios 9:24) 
  
     Esa carrera de larga distancia sin relevos; se caracteriza por pendientes de subidas, donde pondremos a prueba nuestra fuerza y resistencia; de bajadas, donde usaremos la técnica de recuperación y de tramos planos, donde pondremos en práctica nuestro ritmo de cadencia para mantenernos en la competencia. Estos tramos se comparan con las fluctuaciones de un mundo con altibajos; esas alternancias de sucesos prósperos y adversos, o cambios de estados sucesivos en un orden de cosas que marcarán la pauta o nos condicionarán tanto física como emocionalmente. Nuestra capacidad de resiliencia, esa aptitud emocional que nos permite adaptarnos a la adversidad, servirá para evitar la agonía en los momentos críticos y evitar sumirnos en un trastorno mental que impedirá seguir en busca de nuestra meta u objetivo.
“No me juzgues por mis éxitos, júzgame por las veces que me caí y volví a levantarme.”
   
     En algunos tramos de ese maratón, encontraremos espectadores quienes nos inyectarán ánimo, quienes con su algarabía nos motivarán para seguir corriendo en conquista de nuestra meta. Es muy fácil dejarse seducir por la emoción de la multitud, y quizás, querer correr más rápido, pero todo tramo tiene su estrategia. Recordemos que no vemos el escenario completo, solo fragmentos de un largo camino con circunstancias. Por lo que tendremos que tener reservas para las colinas que se avecinan. Ese no es el momento propicio para abandonar nuestro plan o estrategia, no podemos dejarnos influenciar por las circunstancias transitorias y bajo esa influencia dejarnos arrastrar por emociones externas y dar todo lo que tenemos en reserva. El maratón no ha terminado, la estrategia debe seguir, nuestro ritmo de cadencia debe continuar enfocándonos en la meta. En la conquista del éxito, encontraremos personas que nos animarán, nos inyectarán energía cuando vean nuestra decisión de conquista. Sin embargo, no podemos ser seres condicionados, y bajo la influencia de esa algarabía, creernos que ya debemos dejar de prepararnos arduamente. Debemos emular lo dicho por Sebastian Coe:
“Cada día me acuesto convencido, de que nadie a podido entrenar mejor que yo aunque me sienta estar listo.”   
    
     En un maratón, el ambiente y el clima son factores que jugarán a nuestro favor o en nuestra contra, por lo que tendremos que hacer cambios o deshacernos de ciertos atuendos que muchas veces serán significativos, si queremos permanecer en la carrera. El ambiente es todo lo que rodea a una persona y puede influir en su crecimiento, incluyendo factores sociales, emocionales y culturales. En el maratón hacia la conquista de nuestras metas, no podemos permanecer estáticos con la misma mentalidad y el mismo ambiente social, porque como dice la muy conocida metáfora:
“Si quieres volar con las águilas tienes que dejar de nadar con los patos.”     
   
     Mientras corremos y nos encontramos fisicamente capaz en mantener un paso rítmico, llegará el momento en ese largo recorrido, que pensaremos en el apoyo de nuestra familia o amigos que nos esperan en la meta, algunos solo disfrutarán vernos desde lejos, porque las circunstancias así lo determina. Otros sin embargo, actuarán indiferentes, pero está bien, al final es nuestra carrera y es nuestro premio lo que importa. Nunca debemos preocuparnos en quién o quiénes nos acompañarán al finalizar nuestra carrera, porque siempre encontraremos personas desconocidas que reconocerán y valorarán nuestro esfuerzo, dedicación y entrega.
   
     En un maratón, tendremos que correr travesías donde la vista es hermosa, pero no podemos parar de correr para contemplarla. El tiempo no se detiene, y es una carrera contra el reloj, por lo que nuestro enfoque no debe ser el paisaje que se debela ante nuestros ojos, y quedar rezagados en entretenimientos, sino mas bien, llegar a la meta. En la conquista del éxito, a veces, nos llegará ese deseo de hacer una pausa y desenfocarnos de nuestros propósitos. Son esos momentos cuando nos asaltan los espejismos y farsa sensación de satisfacción transitoria. Mientras nos detenemos, otros avanzan y al sentirnos atrás, el desánimo toma lugar y abandonamos la carrera.
“Sólo existe una persona capaz de limitar tu crecimiento o hacer que sea brillante: ¡TU MISMO!
    
     Llegará el momento que mientras corremos el maratón, cruzaremos algunas secciones o tramos donde apenas encontraremos espectadores que nos animen; o en otros tramos más lúgubres, estaremos solos con los otros competidores. Son los momentos de incertidumbre y de soledad. Indudablemente, estos tramos van a doler; la fatiga dirá presente, sentiremos que el oxígeno escasea en nuestros pulmones, que nuestras piernas no responden, escucharemos el latido de nuestro corazón estrepitosamente y una gran voz en nuestro interior diciéndonos: ¡Detente! Son esos momentos en nuestra carrera hacia la conquista del éxito cuando nos sentimos solos, cuando pensamos que nadie cree en nuestra capacidad para obtener el triunfo. Son los momentos cuando la duda dice:¡Presente!
“Lastimosamente, muchas veces, nuestro peor enemigo vive entre nuestros oídos.”
   
     Un error que un maratonista experimentado trata de evitar a toda costa es, compararse con otro corredor. Al prestar atención a su oponente, además de perder el enfoque, puede desesperarse y estropear su estrategia de competición. No podemos usar nuestro tiempo para fijarnos en el que va un paso delante, porque la vida es el examen más difícil. La mayoría fracasa por intentar copiar a los demás, sin darse cuenta que todos, tenemos un examen diferente. Compararnos constantemente con los demás conduce a la insatisfacción. En lugar de copiar, debemos descubrir nuestro propio camino. Cada ser humano en esta tierra, posee talentos, pasiones y metas distintas; por consiguiente, el éxito no reside en seguir modelos ajenos sino en abrazar nuestra singularidad y aprovechar nuestras fortalezas; al hacerlo, enfrentaremos la vida con confianza, forjando una existencia genuina y significativa para nosotros. La clave es recordar, que todos sin excepción, enfrentamos exámenes diferentes en este viaje llamado: “vida.”
“Ser uno mismo, en un mundo que está constantemente tratando que seas alguien diferente, es el mayor logro.” Ralph Waldo Emerson.
 
    
¿Llegarán todos los que corren a obtener el máximo galardón?… Desde luego que ¡No!
   
     De los cientos de atletas que participan en un maratón, algunos solo correrán los primeros 5 o quizás 10 Kms. otros abandonarán a la mitad de la carrera, muchos otros, se acercarán a la meta, pero sus piernas y sus pulmones colapsarán, mientras que otros terminarán el recorrido para recibir un certificado por haber cruzado la meta. Solo uno se lleva el máximo galardón por haber terminado con el mejor tiempo. 

     Entonces,
¿son todos los que no pudieron obtener el máximo galardón unos fracasados?…
    
     Sin lugar a dudas, muchos quedarán desilusionados y frustrados por no haber terminado, otros por no haber obtenido el primer puesto a pesar de los años de preparación, pero otros tantos, lo intentarán nuevamente una y otra, y otra vez. Mejorando la técnica, cambiando la estrategia; más el objetivo seguirá siendo el mismo. Ellos analizarán lo que pudo haber fallado, y buscarán la forma de corregirlo; se concentrarán en la búsqueda de la perfección, pero encontrarán en cambio, la excelencia; la cual es la máxima expresión de superación.
    
     ¡Cuántos emprendedores y eruditos en diversos campos, no han tenido que enfrentarse con la penosa realidad de fallar en sus primeros, segundos y sucesivos intentos!… Solo los verdaderos guerreros, se mantienen firmes para hacer realidad sus sueños y sus ideas, aún a pesar de los intentos fallidos. Ellos no son mezquinos, celebran sus pequeños logros, porque los acerca hacia el objetivo que desean alcanzar. No podemos ser gobernados por las circunstancias, por las adversidades… Por el contrario, debemos ser reconocidos por nuestra capacidad de mirar nuestros errores como aprendizaje, por nuestra actitud perseverante hacia nuestro propósito en la vida. Como dijera Thomas Edison cuando en su empeño por crear la bombilla eléctrica, sus estrategias, y experimentos no lograban su objetivo:
“No fracasé en mis intentos. Encontré 10,000 maneras que no funcionaban.” Así pensaron grandes hombres que hicieron la diferencia a pesar de sus fracasos: “El fracaso es la oportunidad de empezar de nuevo, pero más inteligentemente” -Henry Ford. “El éxito es la habilidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo.” Winston Churchill y por último, lo dicho por Ernest Shackleton: “Los hombres no se hacen a partir de victorias fáciles, sino en base a grandes derrotas.”
    
     En una ocasión, al actor Will Smith se le preguntó:
¿cómo había llegado a tener éxito en su carrera?, y él contestó: Tal vez otro actor podía ser más talentoso que yo, más inteligente que yo, e incluso más buen mozo o más sexy que yo. Puede ser todas esas cosas, pero si los dos nos ponemos en una caminadora juntos, van a pasar dos cosas: o se baja él primero, o yo muero ahí.” El éxito se consigue a través del esfuerzo continuo y la perseverancia, en mantener el interés en nuestra carrera, en disfrutar de los pequeños logros que alcanzamos; pequeños logros que como peldaños, se añaden verticalmente para lograr calar a la cima del éxito. “Tengamos bien presente que en nuestra carrera por la vida, debemos insistir, resistir, persistir y una desistir, porque es cierto que el fracaso existe, pero solo cuando desistimos y nos rendimos.”
    
     No obstante, el concepto semántico de un maratón, lo podemos extrapolar en el mundo espiritual; aquel mundo al que se refiere el apóstol Pablo:
El maratón de la fe En la búsqueda de la excelencia espiritual y del máximo galardón: “La corona de justicia” que Dios ha prometido para aquellos que se mantengan fieles a sus mandamientos y preceptos. 
 
     El apóstol, al haber recorrido el camino de la fe lo expresa de manera triunfante, y victoriosa: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe, Por lo demás me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.” (2 Timoteo 4:7, 8).

¡Dios los bendiga y los guarde!

Frank Zorrilla

miércoles, 6 de septiembre de 2023

JUDAS NO ESTÁ MUERTO, TODOS TENEMOS FOTOS CON ÉL

Mis queridos amigos y hermanos,

    
“No todo aquel que besa ama. Porque en el amigo más íntimo, en
aquel que te adula, en aquel cuya voz se omite, en aquel que comparte tus alegrías, y se gana tu confianza, también puede esconderse un Judas.”

     En el mundo cristiano, todos conocemos la historia de Judas: Aquel discípulo que traicionó a su Maestro; a Jesús, el Mesías prometido. Según las Sagradas Escrituras, luego de su traición, Judas decidió suicidarse ante el peso de la conciencia, pero… ¡Judas no está muerto, todos tenemos fotos con él!… En la gran mayoría de los casos, no nos percatamos, pero sí lo intuimos.
    
     El salmista David profetizó la traición de Judas y de manera acertada describió con certeza:
“Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, se alzó contra mí.” (Salmo 41:9).
 
     Tengamos presente que si la persona más noble que pisó la Tierra, sufrió una gran traición; aquel que tenía el corazón más puro y sincero en el cual no se halló maldad alguna, ¿qué podemos esperar nosotros?…
    
     En los ojos del traidor habita un puñal que se camufla en el abrazo más tierno. Ese puñal zarco, con su hoja afilada de mirada altiva, se pule con la envidia de labios lisonjeros. La traición se esconde en promesas rotas, en miradas evasivas, en mensajes de texto no respondidos, en llamadas perdidas, en excusas no pedidas, en detalles no mencionados, en ese abrazo artificial que no toca el alma, en un beso hipócrita, en esa voz que difama y que se oculta entre las sombras de tertulias mientras nuestra presencia está ausente; todos son ingredientes del veneno de la lealtad fingida.
    
     Y aunque una traición puede cortar en lo más profundo y dejar cicatrices imborrables, un corazón que ama carece de resentimiento. 
 
     Como dice un proverbio chino: “Es fácil esquivar la lanza, mas no el puñal oculto.”  No existe mayor dolor que la vil traición perpetrada por aquel que se hace pasar por un hermano; esa persona en que confiabas ciegamente, creyendo que su existencia iba más allá de los lazos de la sangre. Como Jesús cuando caminaba con Judas, sus vidas se entrelazaron, compartieron largas caminatas, risas, lágrimas, anécdotas y enseñanzas. Al parecer, eran cómplices de la complejidad de la existencia. 
    
     Así también, nosotros encontramos aliados en el juego de la vida, pero poco a poco, los intereses voraces y vulgares de la conveniencia, comienzan a teñir la relación hasta llevarla a la decadencia. Se desvanece la sinceridad, y las máscaras comienzan a caer y a revelar la verdadera naturaleza de aquel, que una vez considerabas la leña que mantenía la llama de la confianza.
   
     La traición duele en lo más profundo del ser; es una herida que tarda años en sanar. Es como si alguien te hubiera arrebatado una parte esencial de ti, y después la pisotea sin piedad, pero no antes sin dejar de germinar y hacer florecer la decepción para que se convierta en compañera constante, y haciendo de la confianza, un tesoro muy frágil.
¡La decepción más grande es siempre consecuencia de la traición!
 
     Pero a pesar del dolor, debemos negarnos a permitir que la traición nos defina. Debemos negarnos a ceder nuestro poder, a ceder la capacidad de amar y de confiar en otros seres humanos. Nunca debemos dejar que la traición nos arrastre en su infamia. Mas bien, exhorto a abrir los ojos, a ir más allá de las palabras, de las apariencias. No se dejen seducir, presten atención a los detalles y a los acuerdos velados por más pequeños que estos sean. ¡Cuidado con el que te adula, porque el que hoy te compra con adulación, mañana te venderá con su traición!
   
     Cómo decía el poeta y prosista español, Antonio Machado:
“En el análisis psicológico de las grandes traiciones encontraréis siempre la mentecatez de Judas Iscariote.”  Por consiguiente, los exhorto a abrir los ojos, a ir más allá de las palabras, de las apariencias. No se dejen seducir. Presten atención a los detalles y a los acuerdos velados por más pequeños que estos sean. No obstante, y ante todo, tampoco se conviertan en criaturas desconfiadas y amargadas, pero estén alertas, sean cautelosos. Entreguen su amor, su confianza con prudencia, no con miedo. Porque aunque perdonar es un acto hermoso y liberador, no podemos olvidar la lección que hemos aprendido. Mantén tus ojos abiertos, tu corazón protegido dispuesto a amar, a confiar nuevamente, pero sin olvidar que el mundo está lleno de personas que persiguen intereses egoístas.
 
¡Hoy más que nunca, muchos Judas quieren posar en tus fotos!
     
     “Lo más hiriente de cualquier traición es que nunca es un enemigo quien la firma.”
  La amistad lleva ácida honestidad. Más, no permitas que el engaño de algunos te endurezca, sino que te ensanche. Que tu corazón siga latiendo, lleno de compasión, de amor. Ama, pero no te ciegues porque el amor no es ciego. Lo que nos ciega son las expectativas, la necedad de meter el corazón donde bien sabemos que no cabe. No olvidemos que aunque Judas vive, también lo hace la fe. Aunque la traición existe, también lo hace la lealtad.
 
     Recordemos que:
¡Con los Judas no se pelea… Ellos se ahorcan solos!  Porque por cada rostro que oculte un Judas, hay miles que resguardan a un samaritano, a un amigo fiel, a un compañero leal. Porque cada promesa rota también tiene innumerables juramentos cumplidos. Por cada mirada evasiva, hay incontables ojos que se atreven a mirarte directo con valentía, con veracidad. Así que jamás dejaremos que la traición defina nuestras vidas. Vamos a reaccionar sofisticadamente ante ella; lo haremos con sabiduría. Porque no es la presencia de Judas lo que define nuestro camino, sino nuestra capacidad de no rendirnos cada vez que un Judas se revela. Cada vez que la traición nos hiere, cada vez que nos lastimen nos levantaremos más fuertes, decididos, más vivos, más anchos. No te sientas solo, mejor siente la presencia de Dios que lo inunda todo. Esa es la verdadera victoria, esa es la verdadera vida: ¡seguir adelante a pesar de todo, a pesar de Judas! 
 
¡Dios los bendiga y los guarde!
 
Frank Zorrilla


 

miércoles, 28 de junio de 2023

LA CARENCIA DE INTEGRIDAD EN UN MUNDO SUMIDO EN FALACIA

Mis queridos amigos y hermanos,


     “Casi todos nuestros errores son más perdonables que los métodos que discurrimos para ocultarlos.”  François de La Rochefoucauld


     Supongamos que Dios decida darnos 24 horas de impunidad para que hagamos todo lo que se nos plazca, sin tener ninguna repercusión o represalia. Imaginemos que dentro de esa suposición, no solo Dios no nos condenará, sino que la justicia del hombre también  se adhiera a esa decisión divina, y  perdone cualquier acto que nos llegue a nuestra mente. ¿Qué haríamos?… 

     Además de nuestra propia lista de cosas que nos gustaría hacer, al extender esa misma suposición a diversas personas de nuestro entorno social  para que hagan uso de ese libre albedrío sin limitaciones estando exentos de ambas justicias, las respuestas que obtendríamos nos dejarían estupefactos. Al final, y además de sorprendernos por lo que seríamos capaz de hacer, se revelara ante nuestros ojos, nuestra verdadera personalidad y la de los demás. 


     En lenguaje diáfano: Somos lo que podríamos hacer si pudiéramos; porque existe la intención. En palabras llanas: ¡Todo lo que podrías hacer si pudieras, ese eres tú!  Por consiguiente, y desde un punto de vista analítico conceptual, lo que no hacemos no necesariamente nos define. No lo hacemos porque quizás no queremos quedar al descubierto y sufrir las consecuencias.  


     Es tanta la depravación producto de nuestra naturaleza caída, que si pudiéramos ver en una pantalla gigante las fantasías de toda índole que cruzan por nuestra mente en un período de gracia de 24 horas, nos moriríamos de vergüenza. No importa que nos consideremos ascetas, prudentes, austeros o por el contrario, viciosos, insensatos o desenfrenados. Todos, sin excepción tenemos la semilla de la desobediencia. “Aquel que esté libre de pecado, tire la primera piedra.” dijo Jesús. Sincrónicamente, pertenecemos al pacto adámico que gobierna la vida del hombre en su estado caído.  “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Romanos 5:12).

    

     Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.” (Romanos 3:10)Pareciese como si el apóstol, al expresarse tan tajante, podría ser muy severo y exagerado, pero el mismo Hijo de Dios ya lo había expresado cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran.” (Mateo 15:8). Por consiguiente, podemos entender que no somos auténticos.  Vivimos en un estado sistémico de hipocresía donde todos fingimos y llevamos una máscara; y al fingir, reflejamos que estamos bien; por consiguiente al vernos bien, no necesitamos ayuda, pero muy dentro de nuestro ser, ¡estamos rotos! 

     Ante estas flaquezas que nos opacan y devalúan como seres perfectos; “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.” (Romanos 3:23) la nefasta preferencia por el arte de fingir, moldea y enfatiza nuestro carácter. Por consiguiente, el problema no radica en nuestra naturaleza débil como descendientes de Adán, sino más bien por elegir encubrir, disimular y suavizar lo que pensamos y lo que hacemos. 


     En el huerto del Edén, cuando la serpiente tentó a la primera mujer y la convenció con palabras dulces para desobedecer, ella no le comentó a Dios el diálogo con la serpiente, tampoco lo hizo Adán. Una de las primeras señales de que verdaderamente estamos en una grave situación es que, no se la revelamos a nadie. Nos decimos: “¡Yo puedo manejar o controlar esto!”; y ya en ese estado de autosugestión, mantenemos en secreto el dialogo con la serpiente. Actitud que hasta cierto punto, nos da un control subjetivo e irreal creyendo que tenemos la opción de soltar a la serpiente, porque fuimos nosotros quienes la atrapamos. Decimos: ¡El cigarrillo lo dejo cuando quiero!. ¡Yo no soy alcohólico, mañana podría no haber vino en la mesa y no hay problema!, ¡Yo no soy adicto a la pornografía, solo que a veces necesito deleitarme un tanto!, etc, etc. ¡TODO ES UNA GRAN MENTIRA!…Seguiremos actuando normalmente porque así lo exige la sociedad. 

    

     Bien lo expresó el novelista y filósofo Umberto Eco: “Disimular es extender un velo compuesto de tinieblas honestas, del cual no se forma lo falso sino que se da un cierto descanso a lo verdadero.”  


     La cruda realidad es que por causa de nuestra naturaleza caída, somos muy aptos a resonar a bajas frecuencias en el espectro energético. En palabras simples, somos fáciles de caer en las garras de la lascivia, de la lujuria, del erotismo, de la impudicia. Por consiguiente, una vez vibramos a esas frecuencias, el dejar de resonar a ellas nos resulta excepcionalmente difícil, por lo que preferimos mantener todo en secreto. De esa manera, la opción de ceder a la serpiente sin que nos descubran es más placentera. Ya en esas circunstancias, ¿qué crees que hacemos?.. Lo natural es, elegir una vida superficial; una vida maquillada para el consumo público y dejamos de ser auténticos e íntegros, porque la integridad significa ser la misma persona en público como en privado. 

    

     Ahora bien, ¿es posible vivir atrapados viciosamente en el arte de fingir sin una sola oportunidad de ser auténticos e íntegros?… La respuesta es: ¡SIEMPRE TENDREMOS LA OPORTUNIDAD DE ELEGIR SER AUTÉNTICOS E ÍNTEGROS! 

  


     Como decía Albert Camus: “La integridad no tiene necesidad de reglas.” Esto es así porque, el actual de una persona íntegra va más allá de los premios y castigos, cielo o infierno. Aquel que es íntegro no está sujeto a circunstancias o condiciones. Su nivel de conciencia le dicta actuar correctamente adherido a principios morales y éticos para con sus semejantes. 


     Las Santas Escrituras nos narra de un hombre que, aún siendo descendiente directo del primer hombre que sucumbió en la desobediencia, eligió vivir en integridad y apegado a la obediencia.  Vio Dios que Enoc era un hombre íntegro y caminó con él por 300 años hasta que se lo llevó. 

   

     Convivieron dos hombres en el mismo período de tiempo; uno con la mancha de la desobediencia por no ser transparente y revelar a Dios sus intenciones y el otro, encontrado justo por vivir un estilo de vida acorde con principios divinos. Transcurrieron 243 largos años viendo Adán a Enoc acompañado de Dios y quizás oyendo sus amenas pláticas. Tal vez con el remordimiento de verse desplazado por su conducta desobediente. 

   

     Aunque parezca que no existe esperanzas por nuestra naturaleza caída, todo estriba en la elección del estilo de vida que queremos seguir; no importando nuestro pasado corrompido, inmoral y obsceno. Enoc también era descendiente del pacto adámico, y al igual que nosotros, era tentado por la serpiente de la concupiscencia. No obstante, eligió cómo baluarte un estilo de vida auténtico acorde con principios íntegros delante de la justicia de Dios y la justicia de los hombres. Elijamos correctamente y sigamos el consejo del apóstol: “Todo le es lícito al hombre bajo el libre albedrío, pero no todo conviene; todo le es lícito, pero no todo edifica.” (1 Corintios 10:23)


¡Dios los bendiga y los guarde rica y abundantemente!


Frank Zorrilla

martes, 6 de junio de 2023

CLONES DEL PRIMER HOMBRE CONCUPISCENTE


Mis queridos amigos y hermanos,


     Si analizamos los orígenes de la humanidad en el planeta, encontraremos que con la aparición de la primera familia, comenzaron también, los procesos de separación, exclusión y segregación entre los seres humanos. Según los estudiosos, esos procesos eran necesarios, incluso prioritarios para la estabilidad, integridad y desarrollo del hombre en convivencia. Así se da por iniciado la formación de los diversos grupos en distintas regiones del globo terráqueo.

     Como es de esperarse, cada grupo comienza a desarrollarse en conglomerados y costumbres distintas. Y cada ambiente, aporta, provee y exige ciertas condiciones de vida. Desde luego que para poder subsistir, el hombre no tiene otra alternativa más que, someterse al difícil proceso de adaptación... Empiezan las creencias, los mitos y costumbres, formándose las culturas. Los rasgos físicos no son la excepción, ya que el cuerpo del hombre entra en procesos de cambios para adaptarse a su hábitat. Esos procesos de cambios, implica la pigmentación o concentración de melanina en el órgano exterior llamado: "piel", fisonomía, estructura ósea, etc. es decir, un sin número de procesos bioquímicos toman lugar como medio de la conservación de la vida. Se creó así, una simbiosis entre el hombre y su ambiente. El primero, sometido al segundo para evitar su extinción, desaparición o cese de la vida en la nave espacial llamado: "Tierra".  


     Con la aparición de las distintas lenguas, la amalgama o mezcla entre los diversos grupos existentes se hizo mucho más difícil y exigente, por lo que la interracialidad quedó rezagada durante un largo periodo de tiempo, predominando el crecimiento reproductivo sólo entre los grupos que tenían la facultad de comunicarse o hablar la misma lengua. Luego, con la antropología, aparece el concepto de "razas" definiendo características físicas, casta y caracteres diferenciales entre uno y otro grupo, y por consiguiente, la enmarcación como seres distintos. ¡Una mentira falaz que hemos oído a través de los años!

     Factores claves que influyen e inciden en un mayor desarrollo económico, como por ejemplo: un territorio geográfico útil (clima favorable, tierras fértiles y diversas fuentes de suministro alimentarios), planificación adecuada para establecer un sistema eficiente, etc. promueven la desigualdad, y el antagonismo entre los diversos grupos. Es decir, que debido a condiciones geo-económicas, ciertos grupos, no tienen otra alternativa que convertirse en nómadas, emigrando a otros territorios que favorezcan su estancia. Ya sea por haber explotado indiscriminadamente la biodiversidad de su región, por la demanda poblacional o por la avaricia desmedida que le impulsa al afán de conquista para expandir o ensanchar sus dominios. Desde luego que a mayor concentración de personas, mayor fuerza para establecer su hegemonía sobre las comunidades o grupos pequeños, de aquí la usurpación de territorios y/o regiones pertenecientes a esos grupos pequeños.

     No obstante, si bien es cierto que las estructuras sociales han sido parte intrínseca del desarrollo del hombre desde su creación, y ellas sirven como modelo o guía  para estampar ciertas costumbres, mitos y creencias; debemos recordar que esa aglomeración de personas que constituyó el grupo, se formó partiendo de la base de la individualidad.

      Como bien es sabido, el hombre, a medida que va adquiriendo conocimientos cognitivos, como ente social y como ser racional, manifiesta diversas tendencias emocionales; y por consiguiente, adopta una actitud defensiva y reactiva ante estímulos y fenómenos externos que lo afectan. Esta respuesta automática es innata, como medio de sobrevivencia. Y dicho sea de paso, son características propias que como fractales, continuaremos manifestando de generación a generación. 

     En palabras simples, continuamos con la misma naturaleza emotiva, y por inferencia, arrastramos el segregacionismo y belicosidad de nuestros primeros ancestros. En palabras simples, somos una "clonación del primer hombre."


     Podemos decir, que "nuestra civilización, al ser una clonación o copia idéntica del primer hombre, en nosotros ha prevalecido congénitamente, y con mínimas mutaciones, todos los procesos bioquímicos degenerativos que inciden en el hombre para manifestar su desprecio y egocentrismo hacia su o sus semejantes." 

     No somos mejores ni peores que nuestros antepasados, seguimos los mismos ciclos de comportamiento. Es tanto así, que si nos comparamos con las atrocidades, los repugnantes y horrendos actos de lesa humanidad cometidas por nuestros antepasados, encontraremos que existe un contraste entre los logros que hemos alcanzado en nuestra civilización y las aberraciones que todavía cometemos en el presente; donde los actos de barbarie, genocidios, holocausto y limpieza étnica no son la excepción. Sólo hemos cambiado los medios, ¡Ahora somos más sofisticados!

     Por consiguiente, nosotros como individuos, arrastramos con las mismas emociones y nos comportamos exactamente igual que el primer hombre que pisó el planeta. Somos hijos de la carne y nuestros orígenes se conservan en nuestra genética. En otras palabras, existe una relación entre el genoma humano y su habilidad de comprender el mundo que lo rodea con la misma perspectiva del primer hombre creado. Relación que puede encontrarse en el componente subjetivo de las emociones, con la bioquímica de las conexiones sinápticas de las neuronas y las manifestaciones físicas que estas emociones producen en el mundo exterior, con nuestras acciones.

     En perspectiva, el concepto de razas (Caucasiana, Mongólica, Malaya, Etiópica, y Americana) es ambiguo, porque todos los seres que habitamos este planeta somos homogéneos, y somos del mismo género, ya que nuestro ADN se diferencia uno de otro en 0.5%. Por lo que nuestra manera de ser y de actuar radica en nuestra psiquis. Somos seres emotivos y eso nos hace distintos. Es la forma como pensamos y la reacción física producto de nuestros pensamientos.

Quizás nos preguntemos: ¿Por qué en lugar de tratarnos como semejantes, nos tratamos como si fuésemos extraños, cuando todos provenimos del mismo molde?...

     La pregunta es compleja, y por consiguiente, no existe una respuesta simple. Podemos conjeturar en muchos factores, pero pensemos por un momento, en las campañas mediáticas y filosofías culturales a la que somos sometidos a diario para que exista diferencia entre los seres humanos. Esto queda de manifiesto con la actitud que adoptamos cuando pertenecemos a cierta etnia, y/o alcanzamos cierta jerarquía en los estratos de la sociedad; ya sea a nivel académico, económico o político. 

     Esta distinción de rasgos físicos y/o la jerarquía, produce en muchos, una exaltación o enaltecimiento a niveles tan exorbitantes, que hace que el "Yo" y la "desigualdad" tomen posesión como algo lógico natural. No nos percatamos que todo esto es subjetivo; que biológicamente somos iguales, y  que sólo estamos siendo influenciados por los aspectos físicos-visuales, es decir, los rasgos físicos, como es la concentración de melanina en el órgano de la piel y la fisonomía; y en el estatus social, la capacitación intelectual y el poder económico. 

Lamentablemente, estas condiciones que mencioné en el párrafo anterior, promueven la distinción entre los seres humanos de una forma tan transcendental, que para algunos, tanto creyentes, como escépticos; obedecer el mandato divino por excelencia para vivir armoniosamente en sociedad: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”(Mateo 22:39),sería algo utópico, ilusorio, ingenuo o quizás absurdo. 

     En honor a la verdad, nosotros los habitantes del planeta Tierra, nos comportamos como si fuéramos: "alienígenas de rasgos humanoides", donde sólo cuenta la parte exterior de lo que vemos, es decir, nuestro color de piel y nuestra posición económica-social.  

     


Por lo tanto, no es un exabrupto decir que, dadas las condiciones que he citado, las únicas dos formas de aceptarnos unos a otros como hermanos y como seres humanos, son:




  • Primero:
Siendo "físicamente idénticos", donde no exista ningún tipo de rasgo que pueda marcar o pueda distinguir entre uno y otro ser humano.

  • Segundo
"Nacer de nuevo en espíritu." 

La primera condición es y será imposible, por lo que debemos adoptar la segunda condición mediante una transformación en Cristo. Así daremos por terminado los problemas de índole étnico, los movimientos xenófobos entre regiones y razas, la falta de tolerancia y la individualidad por nuestra posición social.

     


Entonces, ¿Acaso nuestros logros académicos, nuestro glamour, lozanía y posición social nos hace distintos?...

 , sólo para nuestro ego; pero debemos recordar que ante Dios, todos somos iguales. 

"Entonces, Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra." (Génesis 2:7). Este versículo incluye a todos los terrícolas sin excepción de persona, y nos ubica en la misma categoría. "Por cuanto todos pecaron, están destituidos de la gloria de Dios."(Romanos 3:23

     Del versículo anterior aprendemos que, nuestra jactancia, sólo viene a ser insignificante para con Dios. "¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, que lo visites?." (Salmo 8:4).
   
     Razonemos que nuestra estancia en esta tierra es sólo transitoria y que ninguno de nuestros méritos nos servirán para conquistar el mayor galardón que es la vida eterna. 
Jesús nos dice: "Pues, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?" (Marcos 8:36). 


     Por consiguiente, debemos ponernos en las manos de Dios, para que él pueda ayudarnos en el proceso de transformación, porque como dijo Jesús: "Es necesario nacer de nuevo." (Juan 3:7). Y... ¿Cómo podremos hacer esto?...

"Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios." (Juan 3:5).

¡Dios los bendiga rica y abundantemente!

Frank Zorrilla