miércoles, 28 de junio de 2023

LA CARENCIA DE INTEGRIDAD EN UN MUNDO SUMIDO EN FALACIA

Mis queridos amigos y hermanos,


     “Casi todos nuestros errores son más perdonables que los métodos que discurrimos para ocultarlos.”  François de La Rochefoucauld


     Imaginemos por un momento que Dios nos concediera 24 horas de impunidad absoluta, permitiéndonos hacer todo lo que deseemos sin sufrir ninguna repercusión o consecuencia. Supongamos, además, que la justicia humana se adhiriera a esta decisión divina, y  nos eximiera de toda responsabilidad.  ¿Qué haríamos?… 

     Además de nuestra propia lista de cosas que nos gustaría hacer, al extender esa misma suposición a personas de nuestro entorno social y les otorgamos el mismo libre albedrío sin restricciones, estando exentos de ambas justicias, las respuestas que recibiríamos serían, cuanto menos, estremecedoras. Al final, más allá de sorprendernos con lo que seríamos capaces de hacer, esta situación revelaría nuestra verdadera naturaleza y la de los demás. 


     En lenguaje diáfano: Somos lo que podríamos hacer si pudiéramos; porque existe la intención. En términos simples: ¡Todo lo que podrías hacer si pudieras, ese eres tú!  Por consiguiente, y desde un punto de vista analítico conceptual, lo que no hacemos no necesariamente nos define; a menudo, simplemente nos abstenemos por miedo a quedar expuestos o sufrir las consecuencias.  

     Nuestra naturaleza caída es tan depravada que, si pudiéramos ver proyectadas en una pantalla gigante las fantasías que atraviesan nuestra mente en un período de 24 horas de "gracia", nos moriríamos de vergüenza. No importa si nos consideremos ascetas, prudentes, austeros o, por el contrario, viciosos, insensatos o desenfrenados; todos, sin excepción, llevamos dentro la semilla de la desobediencia. Como dijo Jesús“Aquel que esté libre de pecado, tire la primera piedra.” 


      Estamos ligados al pacto adámico que rige la humanidad en su estado caído.  “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Romanos 5:12).

    

     Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.” (Romanos 3:10)

     A primera vista, estas palabras del apóstol Pablo, pueden parecernos severas o exageradas, pero el mismo Hijo de Dios expresó esta realidad cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran.” (Mateo 15:8). 

     Por consiguiente, podemos entender que no somos auténticos.  Vivimos en un estado sistémico de hipocresía donde todos fingimos. Nos colocamos máscaras para aparentar que estamos bien, y al hacerlo, creemos que no necesitamos ayuda. Sin embargo, en lo más profundo de nuestro ser, ¡ESTAMOS ROTOS! 

     Ante estas flaquezas que nos opacan y devalúan como seres perfectos, Las Sagradas Escrituras nos enseñan que, “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.” (Romanos 3:23). La nefasta preferencia por el arte de fingir, moldea y enfatiza nuestro carácter. Sin embargo, el verdadero problema no radica en nuestra naturaleza débil como descendientes de Adán, sino en nuestra tendencia a encubrir, disimular y justificar lo que pensamos y hacemos. 


     En el huerto del Edén, cuando la serpiente tentó a la primera mujer y la convenció con palabras dulces para desobedecer, ni ella ni Adán le contaron a Dios sobre aquel diálogo. tampoco lo hizo Adán. La primera señal de que  estamos en problemas es nuestro silencio. Nos decimos a nosotros mismos: “¡Yo puedo manejar o controlar esto!”, y en ese estado de autosugestión, mantenemos en secreto nuestro trato con la serpiente. 


     Esa actitud que, hasta cierto punto, nos da un control subjetivo e irreal, al creer que tenemos la opción de soltar a la serpiente cuando queramos, nos da un poder ilusorio: 


¡Puedo dejar el cigarrillo cuando quiera!


 ¡No soy alcohólico, solo bebo socialmente!


 ¡No soy adicto a la pornografía, solo es un pasatiempo!


 ¡TODO ES UNA GRAN MENTIRA!…Seguimos actuando con  normalidad porque así lo exige la sociedad. 

    

     El novelista y filósofo Umberto Eco lo expresó bien: 

“Disimular es extender un velo compuesto de tinieblas honestas, del cual no se forma lo falso sino que se da un cierto descanso a lo verdadero.”  


     La realidad es que, debido a nuestra condición caída, somos altamente susceptibles a resonar a bajas frecuencias del espectro espiritual. En palabras simples, somos fáciles de caer en las garras de la lascivia, de la lujuria, del erotismo y de la impudicia. Y una vez vibramos a esas frecuencias, el dejar de resonar a ellas nos resulta excepcionalmente difícil.


      Por ello, preferimos mantenerlo en secreto. De esa manera, la opción de ceder a la serpiente sin que nos descubran es más placentera. Ya en esas circunstancias, ¿qué crees que hacemos?.. Lo natural es, fingir una vida decorosa de cara al público, mientras en privado nos debatimos entre la culpa y la tentación. Perdemos nuestra autenticidad porque la integridad significa ser la misma persona en público y en privado

    

     ¿Es posible escapar de esta trampa de falsedad y vivir con autenticidad e integridad ? 

La respuesta es: ¡SÍ!... SIEMPRE TENDREMOS LA OPORTUNIDAD DE ELEGIR SER AUTÉNTICOS E ÍNTEGROS! 

  


          Albert Camus decía: 
“La integridad no tiene necesidad de reglas.” 

     Es decir, una persona íntegra actúa correctamente no por miedo a castigos o esperando recompensas, va más allá de los premios y castigos, cielo o infierno. Actúa correctamente porque su conciencia le dicta adherirse a principios morales y éticos.   


     Las Santas Escrituras nos habla de un hombre que, a pesar de ser descendiente directo de Adán y compartir la misma naturaleza caída, eligió vivir en integridad y apegado a la obediencia.  Vio 


     Dios vio que Enoc era un hombre íntegro y caminó con él por 300 años, hasta que se lo llevó. 

   

     Dos hombres vivieron en la misma época: 

  • Uno, marcado por la desobediencia, incapaz de ser transparente ante Dios.
  •  Otro, encontrado justo por vivir un estilo de vida según principios divinos. 

     Adán vivió 243 años viendo
 a Enoc caminar con Dios. Quizás presenció sus conversaciones con el Creador y experimentó el remordimiento de haber sido desplazado por su conducta desobediente. 

   

     Aunque nuestra naturaleza caída, nos haga creer que no hay esperanza, siempre podemos elegir el camino de la integridad.  No importa cuán corrupto, inmoral o oscuro haya sido nuestro pasado; Enoc también fue descendiente del pacto adámico, y al igual que nosotros, era tentado por la serpiente de la concupiscencia, pero decidió un estilo de vida auténtico, acorde con principios íntegros delante de la justicia de Dios y la justicia de los hombres. 

     Sigamos el consejo del apóstol Pablo: 

“Todo le es lícito al hombre bajo el libre albedrío, pero no todo conviene; todo le es lícito, pero no todo edifica.” (1 Corintios 10:23)


¡Que Dios los bendiga y los guarde rica y abundantemente!


Frank Zorrilla