miércoles, 10 de junio de 2020

EL LUNÁTICO QUE REVOLUCIONÓ AL MUNDO

Mis queridos amigos y hermanos,

    
Jesús el revolucionario
En el Nuevo Testamento encontramos dos declaraciones que para muchos teólogos, resultan un poco controversial debido al personaje que se le adjudica tutoría. Hago referencia a los versículos encontrados en los evangelios de Mateo y de Lucas. 
 
“No penséis que vine a traer paz a la tierra; no vine a traer paz, sino espada.” (Mateo 10:34).

“Yo he venido para echar fuego sobre la tierra; y ¡cómo quisiera que ya estuviera encendido!” (Lucas 12:49).

     En primera instancia, pareciese como si la persona que emite tales declaraciones, es un agitador, o quizás alguien con propósitos maliciosos para con un pueblo que, dicho sea de paso, ya estaba sufriendo la opresión tanto a nivel espiritual, con los líderes religiosos de la época (fariseos, escribas, incluyendo al sumo sacerdote), como a nivel político, con el yugo romano; pero en cambio, parecía que este intrépido hombre, al que algunos indoctos llaman: “lunático”, hablaba en lenguaje figurado, ya que su misión en esta Tierra, según nos narra Las Sagradas Escrituras, era la de romper estratagemas, dogmas, convicciones viciadas e interpretaciones erróneas de leyes y estatutos dado a los profetas, y que eran enseñadas a un pueblo sumido en la ignorancia…

La palabra de Dios viva
      Desde luego que esa nueva perspectiva, iba a agrietar los fundamentos de la sociedad constituida e inclusive a crear división en la familia. Así lo podemos percibir cuando Jesús expresó: “Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra.” (Mateo 10:35).

     ¡Una nueva revolución tomaba cause en el ignaro pueblo judio!Un movimiento filosófico que cambiaría la visión antigua de ver a Dios, al prójimo, a la familia, al estado e inclusive al individuo como ente social. Un movimiento que nace de un hombre simple (un carpintero o albañil de profesión), de una pequeña, humilde, subestimada e inhóspita aldea de sólo 500 habitantes (Nazaret), de donde no se esperaba que saliese algo bueno y decente. Un hombre humilde que habla de traer espada en lugar de paz; para echar fuego sobre la tierra, pero al mismo tiempo habla de: “amar, bendecir, hacer el bien y orar por aquellos que nos hacen daño.” ¿No es esto una contradicción garrafal?…

   
El carpintero
       Sale a la luz con su obra reformadora, el “lunático” que hasta sus propios hermanos desestimaron, y su propia comunidad ignoró al él mismo autoproclamarse el "hijo de Dios Altísimo." Un rebelde que tenía la osadía de llamar: “ciegos e ignorantes” a los poderosos líderes religiosos de la época. “Y les decía una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?” (Lucas 6:39).

     Un lunático capaz de movilizar multitudes, de hacer milagros prodigiosos, como: sanar enfermos, devolver la vista a los ciegos, hacer multiplicar los alimentos e incluso resucitar a los muertos. Un “Humilde Carpintero” que desafiaba a la naturaleza misma: caminando sobre las aguas, haciendo silenciar al viento o calmando la tempestad. Un hombre simple con una filosofía que era impensable y descabellada. “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.” (Mateo 5:44-45).

       Me imagino que la gente perturbada, y mirándose unos a otros se preguntaban: ¿De dónde salió este lunático con esta utopía? 
¿Cómo amar a quien nos maldice? Además,
¿cómo bendecir a quien oprime, ultraja y persigue al pueblo sin piedad?…

     Parecía que lo que se predicaba en las sinagogas era dicotómico, caduco o quizás inservible. Este “lunático” está diciendo que debemos “amar al prójimo” aunque éste nos haga daño. Al mismo tiempo, parecía que éste que se llamaba: “Mesías”, no incitaba a la violencia, ni recurría a la rebelión que tanto se ansiaba para liberar al pueblo judío del yugo romano. ¡Algo estaba fuera de lugar!
 
      Desde luego que ese “lunático” que se llamaba: “Mesías” o Hijo del altísimo" era un peligro para los líderes religiosos (fariseos) y para los letrados de la época (escribas); los cuales gozaban de mucho poder y privilegios. Por ende, nadie se había atrevido a desafiar la autoridad de estos líderes; mucho menos, un simple “Carpintero de Nazaret.”
 
     ¿Acaso dudan ustedes que ante la gallardía insolente de este humilde lunático, los líderes religiosos no intentarían diversos métodos para silenciarlo?... Desde luego que sí, pero aunque este lunático no tenía dónde recostar su cabeza, no podían chantajearlo con riquezas, ni con honores o títulos, ya que no tenía apego a nada terrenal. Tampoco podían extorsionarlo, ya que tenía una conducta impecable y una trayectoria cívica intachable.

    
Jesús sobre las aguas
      Ese “lunático” vio desde los atrios celestiales, cómo su pueblo perseguía a sus profetas, cómo a pesar de escribir leyes eternas de consagración para con Dios y confraternidad para con el prójimo, seguían al despeñadero de la perdición eterna. Cómo la ambición, el egoísmo, la envidia, la avaricia, la idolatría, entre otras cosas, se apoderaba de la raza caída, y decidió: ¡Venir a rescatar lo que se había perdido! Sin abolir o quebrantar las leyes que él mismo había establecido desde el principio. “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas: no he venido para abrogar, sino a cumplir.” (Mateo 5:17).
  
    La espada, de Jesús son las enseñanzas, esa nueva doctrina que representaba un cambio radical e innovador que iban a ser fustigadas por ser diametralmente opuestas a las enseñanzas habituales.

     El fuego, vino a darle sentido a la vida. El fuego es un elemento de fuerza que purifica y él es fuego consumidor. Vino a traer guerra y división para desmoronar las convicciones y los apegos terrenales, aún dentro del seno familiar, y producir los cambios necesarios para dejar el estatus de dependencia que nos dicta la sociedad. Sin embargo, han transcurrido más de 2,000 años, y tenemos la misma mentalidad del antiguo pueblo judío. Seguimos perpetuando la misma programación mental, mantenemos la misma barbarie, el mismo apego a las cosas terrenales, y lo que es peor, todavía consideramos que la filosofía de ese gran “lunático” son sólo utopias filosóficas apropiadas para un mundo perfecto.

     El llamamiento está dado, y sólo si acudimos a ese llamado tendremos la oportunidad de ser participes de sus promesas. “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.” (Mateo 16:24-25).
   
  ¿Estás dispuesto a negarte a ti mismo, tomar tu cruz y seguir a este lunático llamado Jesús?…


¡Dios te bendiga rica y abundantemente!


Frank Zorrilla