Mis queridos amigos y hermanos,
La tesis de la biología evolutiva: “El Origen y Evolución de las Especies por Medio de Selección Natural” o, si quisiéramos ser más creativos, “El Origen y Evolución de las Especies por Pura Casualidad del Destino”, escrita por el biólogo Charles Darwin, gozó de gran publicidad en un mundo de oscuridad e ignorancia científica. En aquella época, algunos genios del saber, ufanos de su conocimiento, se precipitaron osadamente en busca de la antítesis de la creación del hombre a través de medios seculares, diferentes a los conceptos bíblicos.
Han transcurrido 157 años desde la publicación del trabajo literario de Darwin. Esta obra, que dicho sea de paso, se considera el fundamento científico de la “teoría de la evolución", ha sido aclamada por algunos científicos ateos y darwinista como la obra científica más importante del siglo XIX. En síntesis, planteó una explicación sobre la existencia del hombre desde una óptica distinta al “creacionismo”, utilizando el análisis científico y la observación para explicar la adaptación de las especies al medio ambiente como resultado del efecto combinado de la selección natural y de las mutaciones aleatorias.
Debemos recordar que, en la segunda mitad del siglo XIX, el racionalismo humanista se había extendido en todos los ambientes científicos y se encontraba en pleno apogeo. Ya existían suficientes indicios de que la edad de la Tierra era mucho mayor de lo que se había pensado, por lo que se requería una teoría científica que ubicara al ser humano en la historia del planeta.
Por supuesto, la nueva teoría de la evolución debía cumplir con una condición aparentemente científica: alejarse por completo de las ideas religiosas, que durante siglos habían sido vistas como un obstáculo para el desarrollo del conocimiento. En este contexto, y después de 20 años de investigación, surgió la teoría darwinista, mostrando los efectos de la evolución de las especies y, para algunos adeptos, eliminando toda duda razonable de que el hombre descendía del mono. Sin embargo, estos 20 años de reflexión finalmente sirvieron para confundir y ser piedra de tropiezo para aquellos incautos que deseaban derogar las verdades divinas.
El avance científico nos ha permitido explorar el mundo microscópico de las estructuras moleculares del cuerpo humano y analizar profundamente la composición de las células organizadas en tejidos y órganos. La biología molecular nos ayuda a identificar macromoléculas esenciales, como las proteínas formadas por cadenas lineales de aminoácidos, los Ácidos Nucleicos, el Ácido Desoxirribonucleico (ADN o código genético) y el Ácido Ribonucleico (ARN). Estos ácidos dirigen todas las actividades del cuerpo, junto con los polisacáridos, que están formados por sub-unidades de azúcares.
Cómo podemos observar, la configuración biológica de los seres creados por Dios es sumamente compleja. Es un mundo sub-atómico donde reina el orden en estructuras bioquímicamente definidas, diseñadas con el único propósito de mantener el organismo funcionando a perfección.

¿Acaso pones en duda tal afirmación? ...
Las Sagradas Escrituras, nos demuestran que, en efecto, tenemos el sello de Dios plasmado dentro de las estructuras moleculares que forman nuestro cuerpo…
Y te preguntarás: ¿Cómo es esto posible?- Demos un vistazo a la carta del apóstol Pablo a los Colosenses.
Y te preguntarás: ¿Cómo es esto posible?- Demos un vistazo a la carta del apóstol Pablo a los Colosenses.

“Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten.” (Colosenses 1:16-17).
En este versículo, el apóstol expresa con claridad que tanto las cosas visibles e invisibles fueron creadas en Cristo, por medio de él y para él; porque todas las cosas en él subsisten, es decir, “se mantienen o se conservan.” Por lo tanto, pertenecemos a Cristo, porque fuimos parte de la creación de Dios.
Ahora bien, ¿dónde está el sello de Cristo dentro de nuestro cuerpo el cual nos mantiene o conserva?... Sigamos leyendo la carta a los Colosenses...
“y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.” (Colosenses 1:20).
El Apóstol habla de restablecer la concordia entre partes en enemistad, haciendo la paz a través del emblema de la cruz. Es decir, la tortura de Cristo en el madero, es el “sello de Dios dentro de nuestro cuerpo” para reconciliarnos con el Creador, una amistad que fue quebrantada cuando el hombre eligió desobedecer los designios divinos.
Y ¿Cómo sabemos que la cruz es el “sello de Cristo” dentro de nuestra estructura molecular?...
Permitamos que la ciencia discierna el enigma de la cruz a través de la medicina molecular.
Entre las miles de proteínas que tenemos en nuestro cuerpo, existe una muy especial llamada: “Laminina.” Su función es vital para el buen funcionamiento de nuestro organismo, ya que es la molécula proteica que mantiene unido al mundo celular. En otras palabras, es el pegamento que sostiene o mantiene unidas las células y órganos de nuestro cuerpo. Sin ella, nos desmoronaríamos y moriríamos irremediablemente.

Lo más asombroso es que la estructura molecular de la Laminina tiene cuatro brazos que pueden unirse a otras cuatro moléculas, formando de manera asombrosa, ¡la figura de una Cruz!
Es como si Dios, en su divina majestad y amor por su creación, hubiera plasmado en nuestro ADN el sello de su eterna salvación.
Somos literalmente sostenidos por la cruz. Y para los escépticos, el descubrimiento de que el tejido vivo se mantiene unido por una proteína con la forma de una Cruz es un recordatorio imponente de varias verdades bíblicas.

Darwin nunca pudo ni remotamente imaginar la perfección microscópica que caracteriza la vida a nivel celular.
Después de todo, debemos recordar que el Hombre sobre la Cruz era el Creador. Para los creyentes, la Cruz no es, no fue, ni será simplemente un instrumento de ejecución; fue un instrumento de vida, cuyo propósito comenzó con la encarnación.
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.” (Juan 1:1-4).

¡Dios los bendiga y los guarde!
Frank Zorrilla
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