miércoles, 2 de octubre de 2013

" EL HOMBRE PROGRAMADO: Cómo el Poder Silencioso de los Medios Reconfigura la Mente y Disuelve la Fraternidad."




Entre algoritmos, pantallas y deseos inducidos, el ser humano se transforma en un producto del sistema. Una reflexión sobre la pérdida de autenticidad y la urgencia del pensamiento crítico.

Mis queridos amigos y hermanos,

     El concepto de “Aldea Global” propuesto por Marshall McLuhan y su célebre frase "el medio es el mensaje" son hoy más pertinentes que nunca. Vivimos en un ecosistema de comunicación inmediata que nos conecta en segundos, pero también ejerce una influencia profunda — y a menudo invisible— sobre nuestra psique. 

     Los medios de comunicación ya no son meros espejos de la realidad: son arquitectos de percepciones, moldeadores de deseos y normalizadores de conductas. Este análisis critica y explora cómo la maquinaria mediática, especialmente a través de estrategias publicitarias específicas, puede erosionar los valores que sustentan la convivencia y la fraternidad humana. 

     "Los medios no solo transmiten información: transforman el modo en que pensamos."Marshall McLuhan 

     Las grandes corporaciones mediáticas no operan en el vacío. Respaldadas por estudios de mercado y asesorías psicológicas, diseñan contenidos destinados a maximizar  audiencia y  consumo. Su objetivo no es solo vender productos, sino mapear la mente colectiva e influir en los hábitos emocionales del espectador.

      Así, los programas y anuncios son cuidadosamente concebidos para reforzar estereotipos, promover un individualismo geocéntrico  y fomentar una satisfacción inmediata (vicios, inmoralidades, sexo, y otras emociones aberrantes) que rara vez se alcanza. El entretenimiento se convierte en una herramienta de ingeniería social: una fábrica de deseos insaciables.   

    "El hombre ha dejado de ser un sujeto para convertirse en un producto." Theodor W. Adorno

      Un ejemplo revelador de esta dinámica puede verse en un comercial de una automotriz, lanzado a inicios de 2018 que se tituló "El Nuevo Carro de Elliott". Aunque aparentemente inocente y familiar, su narrativa esconde un mensaje profundamente inquietante. 

     El comercial:

     La niña irrumpe en la cocina, llorando desconsoladamente, y anuncia: "¡Los Elliott tienen un auto nuevo!".

     — La madre, lejos de calmar la situación, se une a la queja y comparte su frustración, validando y reforzando la reacción de su hija, mirando por la ventana con desconsuelo.

     —El colmo llega cuando el padre entra en la habitación, y al enterarse de la noticia, su rostro refleja rabia e impotencia. Su respuesta es pedir un momento a solas para "procesar" el golpe.—

     "La Envidia es hija del egoísmo."

      Lejos de ser una simple comedia, este comercial normaliza y retrata como legítimo, un cóctel de emociones negativas interconectadas. En la narrativa, la envidia no solo se presenta como una reacción legítima, sino como una emoción compartida y validada dentro del núcleo familiar. No obstante, vemos un cuadro completo de infelicidad condicionada por la comparación social

     De manera analítica, la familia en este comercial, experimenta una cascada emocional donde la envidia es el motor principal que refuerza otras emociones y estados psicológicos dañinos como: la frustración e impotencia, ansiedad social y competitividad malsana, validación tóxica colectiva, resentimiento hacia el prójimo, materialismo como fuente de valor propio y sutilmente pero profundo el "egoísmo" manifestado en dos maneras clave: el egocentrismo emocional y social y el egoísmo colectivo o egoísmo de grupo.

     ¿Cuál es el mensaje detrás de este gracioso comercial?
   
     El mensaje subliminal es claro: la felicidad y el estatus dependen de la posición material, y la ausencia de ella justifica el resentimiento. Así, el hogar deja de ser un refugio moral y se convierte en una célula de competencia y comparación constante

     Desde el aspecto sociológico y psicosocial, en gran medida “somos lo que vemos y oímos”. Nuestros procesos cognitivos, emocionales y de comportamiento están profundamente influenciados por los modelos y la información que consumimos. De ahí que los medios pueden ser usados como instrumento para que los jóvenes adopten ciertos comportamientos y así manipularlos. 

"El deseo es una prisión que el sistema vende como libertad."Jean Baudrillard.
                                              
     Emociones como la envidia o la codicia, normalizadas como divertidas o humanas, siembran la semilla de la discordia. En el terreno psicológico, fomentan una insatisfacción crónica; en el social, destruyen la confianza mutua; y en el espiritual, nos alejan de la gratitudEs como aceptar de manera válida y plausible comportamientos que generan y engendran sentimientos de disparidad o incompatibilidad emocional entre los seres humanos. De hecho, estos son sentimientos que diseminan el egocentrismo, las rencillas y el odio

     Este mecanismo recuerda la historia de Caín y Abel: una alegoría eterna sobre la envidia, los celos y la ruptura de la fraternidad. Caín, incapaz de aceptar la bendición ajena, se deja dominar por la comparación y destruye al hermano a quien debería haber visto como un aliado.

     "Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató." (Génesis 4:8)

     ¡Todo egoísta es, además de inseguro, un codicioso del alma ajena!... Esta emoción es tan desagradable y abarca tanto en la vida de quien la padece que el patriarca Job la considera abominable: 

“Al codicioso consume la envidia.” (Job 5:12).

     La publicidad moderna repite este patrón: nos enseña a mirar al prójimo no como un compañero, sino como un competidor. Así, la envidia se convierte en el combustible del consumo y, a la vez, en la causa de la división humana.

     No obstante, la ley divina es contundente:

     "No codiciarás la casa de tu prójimo... ni cosa alguna de tu prójimo." (Éxodo 20:17)

     El apóstol Santiago es enfático al afirmar:

     "Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa." (Santiago 3:16)

     
     En la era de la sobreestimulación mediática, la responsabilidad recae en nosotros como receptores y, crucialmente, como padres. La estrategia es clara: de manera subliminal, se empuja a la colectividad incluyendo a los niños al uso del sentimiento de la envidia para socavar la hermandad, replicando el patrón de Caín. El enemigo, como entonces, sabe que una sociedad fracturada por la comparación y el resentimiento es una sociedad débil y fácil de manipular. 

      Por ello, la solución no reside solo en la prohibición, sino en la educación. Es imperativo fomentar una alfabetización mediática que enseñe a desglosar los mensajes publicitarios y a cuestionar sus narrativas. Como aconsejaba el sabio Salomón

     "Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él." (Proverbios 22:6)

     Hoy más que nunca, el consejo de Salomón de instruir al niño, debe incluir la capacidad de discernir entre el valor real y la manipulación comercial. Solo mediante una guía juiciosa y una corrección basada en principios sólidos podremos formar ciudadanos conscientes e íntegros, capaces de navegar la Aldea Global sin perder su brújula moral.

     La verdadera libertad no está en poseer más, sino en comprender más. Solo cuando aprendamos a descifrar el mensaje oculto en los medios podremos habitar esta Aldea Global sin convertirnos en marionetas. La tarea no es apagar las pantallas, sino despertar la conciencia.


¡La gracia y las bendiciones de Dios sean contigo!

Frank Zorrilla




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