martes, 8 de abril de 2025

LA ESTRATEGIA INVISIBLE: EL ADOCTRINAMIENTO MODERNO Y LA DESTRUCCIÓN SILENCIOSA DE LAS NUEVAS GENERACIONES.

Mis queridos amigos y hermanos,


¿Me he preguntado, si yo fuera Satanás, y quisiera destruir la mente de las nuevas generaciones sin que ellas lo noten, qué haría?…


     No utilizaría la violencia, sino la sutileza. No gritaría, susurraría. No obligara, seduciría. Porque el mayor adoctrinamiento no se impone: se infiltra.


     En la era de la información, las ideas no se discuten: se programan. Las mentes jóvenes, sedientas de identidad, propósito y pertenencia, se convierten en el blanco perfecto de una reingeniería silenciosa. 




¿Cómo funcionaría este adoctrinamiento o estrategia moderna?





     Primero, empezaría a disuadir el concepto de lo es la verdad relativizando todo. Esto es, cambiar la verdad por opinión, y la convicción por conveniencia. Siguiendo este concepto, les enseño a los jóvenes que no hay verdades universales, que todo es cuestión de perspectiva, y que la moral es solo una construcción cultural. Al eliminar los cimientos, todo lo demás se derrumba solo.

    Segundo, propiciaría el culto al entretenimiento. No permitiría que piensen demasiado. Les llenaría de estímulos constantes: redes sociales, series, juegos, música repetitiva. Les enseñaría que aburrirse es malo y que reflexionar es anticuado. Así, mientras creen que se divierten, yo los adormecería.

    Tercero, les insertaría la hipersexualización como normalidad. Haría que vean el cuerpo como un objeto y la sexualidad como un producto. Destruiría el significado del amor, del compromiso, de la intimidad. Les estimulara para que vean sus cuerpos dísonos o discordantes con la realidad e impulsaría a la percepción mental. Les haría creer que todo es válido, mientras pierden la capacidad de construir relaciones sanas, profundas y duraderas.

    Cuarto, atacaría a la familia rompiendo la figura del padre, ridiculizaría la maternidad, dividiría al núcleo familiar. Les diría que la familia es una prisión, no un refugio. Sin raíces ni dirección, la juventud quedaría vulnerable, lista para ser moldeada por cualquier ideología dominante.

   Quinto, utilizara el adoctrinamiento disfrazado de educación. Esto es, infiltrando el sistema educativo con ideologías que no forman, sino deforman. No enseñaría a pensar, sino a repetir. Les diría qué sentir, qué creer, qué rechazar. No habría espacio para el debate, solo para la obediencia emocional. Todo en nombre del “progreso”.

    Sexto, promovería la exaltación del ego. Les diría: “Tú eres el centro del universo. No necesitas a nadie más. Haz lo que te plazca”. Confundiría autoestima con egolatría. Y en ese espejismo de libertad, estarían más esclavizados que nunca: prisioneros de su propio vacío.

    Séptimo, promovería la desconexión con lo trascendente. Es mejor mantenerlos en un mundo ficticio lleno de imaginación y que nunca se enfoquen en lo que realmente tiene valor espiritual.

    Por último, los alejaría de Dios. No con argumentos, sino con ruido. Les haría creer que la fe es ignorancia, que la espiritualidad es una superstición obsoleta. Sin trascendencia, todo se vuelve utilitario, frío, vacío.

    

     Qué obtendría como resultado final: una generación frágil, confundida y manipulable. Una generación de engreídos idiotizados enamorados de su propia personalidad. 

     Una vez sembrada esta estrategia, el terreno queda listo. Las nuevas generaciones no pensarán con libertad, sino con lo que fue programado en ellas. No defenderán ideales, sino emociones pasajeras. No sabrán quiénes son, ni para qué viven, pero lo esconderán con filtros y frases de autoayuda reciclada.    

 

     Uno de los ejemplos más antiguos y reveladores de estrategia de adoctrinamiento y control generacional la podemos encontrar en el libro de Éxodo 10:8-11, cuando Moisés pide que el pueblo de Israel sea liberado para adorar a Dios en el desierto, el faraón responde:

“Así sea Jehová con vosotros, ¿cómo os voy a dejar ir con vuestros niños? ¡Mirad cómo el mal está delante de vosotros! No será así; id ahora vosotros los varones, y servid a Jehová, pues esto es lo que vosotros pedisteis. Y los echaron de la presencia del Faraón.”


     Esta respuesta del faraón no fue un simple capricho o un gesto de compasión. Fue una táctica estratégica de control espiritual. En efecto, al impedir que los niños salieran, buscaba, además de moldear la identidad de los niños a imagen de Egipto, también en sus planes estaban estas dos cosas:

1. Cortar la transmisión de fe y valores. Sabía que si los adultos se iban a adorar a su Dios, pero los niños se quedaban, no habría una nueva generación que continuara esa fe. Sin los niños, la herencia espiritual moría. Se rompe el legado, y se interrumpe la formación de identidad en una sola generación.

2. Asegurar futuros esclavos. Al quedarse con los niños, el faraón aseguraba una próxima generación de esclavos. Aunque los padres fueran libres, sus hijos seguirían bajo el yugo de Egipto. Era una forma de perpetuar el sistema opresor sin que la gente lo notara de inmediato.


          Hoy no hay un faraón visible, pero sí hay sistemas de pensamiento, estructuras ideológicas y poderes culturales operando de manera similar, aunque con disfraces distintos: Es como si se tratase de reutilizar una estrategia antigua en un mecanismo moderno para quedarse con la mente de los niños, separarlos de la instrucción de los padres, y reprogramarlos para el mundo.

 ¿Cómo?

  • Ridiculizando la autoridad de los padres y la fe en Dios.
  • Redefiniendo familia, género, fe y moral desde la niñez.
  • Incentivando a los padres a dejar “la formación” en manos del Estado o de influencers.
  • Distorcionando la inocencia infantil con ideologías tempranas en medios y escuelas.
  • Desvinculando a los niños de sus raíces, cultura y espiritualidad.
  • Usando la tecnología como disuasión usando las redes sociales y los aparatos móviles.
  • Premiando la obediencia ideológica por encima del pensamiento crítico. 

    

     Como en Egipto, el enemigo de las almas no necesita destruir físicamente una generación… solo necesita desconectarla de su propósito, de su identidad y de su Dios.

     Moisés no aceptó el trato. Su respuesta fue clara:

“Hemos de ir con nuestros niños y nuestros viejos.” (Exodo 10:9).

     No podía haber libertad real si los niños seguían cautivos. 

     Esta es una alerta para nuestros tiempos: no basta con que los adultos sean libres o tengan fe. si no llevamos a nuestros hijos con nosotros en la adoración, en la verdad, en el camino de Dios, el enemigo ya ganó.


     ¿Creen que el faraón temía a los sacrificios religiosos? 
No, temía al futuro de una generación instruida por Dios

¿Y te preguntarás, hay esperanza? Sí. Porque donde hay conciencia, hay resistencia. Donde hay verdad, hay libertad. Y mientras haya una voz que alerte, una familia que forme, un maestro que inspire y una fe que ilumine, la oscuridad jamás vencerá del todo.  

     Recordemos que la batalla no es solo cultural, política o educativa. Es una batalla espiritual por el alma de los niños y si no lo hacemos nosotros con verdad y amor, otros lo harán con confusión y manipulación.

     Como bien dijo el sabio Salomón:

     “Instruye al niño en su carrera, y aun cuando fuere viejo no se apartará de ella. (Proverbios 22:6)

  

     La única forma de resistir el adoctrinamiento moderno es formar con intención. No solo decir la verdad, sino vivirla delante de ellos. No solo hablar de Dios, sino invitar a los niños a caminar con Él. 

     La propuesta del faraón sigue vigente: “Vayan ustedes, pero dejen a sus hijos aquí.”

Es nuestra decisión, como padres, pastores y líderes, rechazar esa oferta. No podemos aceptar una fe incompleta. No podemos dejar a nuestros hijos en Egipto y como Moisés, debemos responder: Iremos todos, con nuestros hijos y nuestras hijas, porque celebraremos fiesta solemne al Señor.”


¿Estamos dispuestos a recuperar el papel de padres, mentores, pastores, educadores y líderes que despiertan… O seguiremos entretenidos mientras nos arrebatan las mentes del futuro?


¡Que Dios los bendiga rica y abundantemente!


Frank Zorrilla

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