viernes, 21 de diciembre de 2018

LA CÁMARA ESTÁ EN TUS MANOS: "Tú Eres el Director y el Único que Debe Escribir El Guion de Tu Vida."


"Elige tus escenas, define tus personajes y sé protagonista de tu vida."

Mis queridos amigos y hermanos,


     Algunos consideran que la vida es "un guion que escribimos día a día con nuestros actos conscientes e inconscientes". Otros la definen como "una obra de teatro sin ensayos". Ambas perspectivas coinciden en algo fundamental: Nuestras acciones construyen la trama que vivimos en el escenario social que, en gran medida, elegimos. En él, a veces somos productores, otras directores, y con frecuencia, actores secundarios o de reparto.

     Si usáramos hipotéticamente el género artístico de la cinematografía como metáfora, surge una pregunta inevitable:  ¿Cuál es nuestro papel en la película de la vida?

     En tiempos de esclavitud, el amo dictaba no solo las normas, sino también el destino de quienes consideraba de su propiedad. Era el productor y director absoluto de vidas ajenas. Aunque podríamos pensar que con la abolición de la esclavitud esto quedó en el pasado, muchos hoy siguen permitiendo que otros escriban y dirijan su libreto, entregando su autonomía a cambio de una falsa seguridad.

      El filósofo Arthur Schopenhauer reflexionó con agudeza:

     "El hombre puede hacer lo que quiere, pero no puede querer lo que quiere."

     Esta frase revela la tensión entre nuestra libertad interior y los condicionamientos externos. Sin embargo, desde la perspectiva cristiana, la Biblia nos recuerda nuestra dignidad esencial:

     "Ustedes fueron comprados por precio; no se hagan esclavos de los hombres." (1 Corintios 7:23).


     El derecho inalienable de la individualidad nos concede la autonomía para elegir nuestro destino. Ningún ser humano puede ser obligado a la fuerza a satisfacer los caprichos de otro hombre. Esto es, ilegal, inaceptable e inconcebible porque viola el derecho universal que nos garantiza autonomía para decidir nuestro destino. Incluso si existiera un "guion preescrito", somos responsables de cómo lo interpretamos. Nadie debería sostener la pluma de nuestra historia más que nosotros mismos. 

     Un viejo aforismo lo resume con sabiduría:

     "Cuando quieras escribir tu historia, no permitas que nadie más sostenga la pluma."

          Así como un director elige el encuadre, la iluminación y el ritmo de cada escena, nosotros tenemos el poder de decidir dónde ponemos el foco de nuestra atención. Epicteto, el filósofo estoico, lo expresó de manera impecable:

     "No son las cosas las que nos perturban, sino la opinión que tenemos de ellas."

     En otras palabras, tenemos autoridad sobre el significado que le damos a nuestra historia, para cambiar las escenas, los personajes, el ambiente de desarrollo y hasta el final de cada episodio.

      Imaginemos la multitud de personas que viven sumidas en la infelicidad porque han renunciado a tomar el control de su narrativa. Se concentran en lo negativo, permiten que personajes tóxicos entren en sus escenas cruciales y reaccionan como víctimas en lugar de protagonistas. 

     Viktor Frankl, psiquiatra sobreviviente de los campos de concentración nazis, llegó una verdad eterna fruto de su experiencia extrema:

     "Al hombre se le puede arrebatar todo, excepto una cosa: la última de las libertades humanas — la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias — para decidir su propio camino."

     Y en su obra añadió:

     "Quien tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo."

     Pero quien carece de ese propósito, termina atrapado en una trama ajena, vacía de sentido. La Biblia advierte sobre esta pasividad con una imagen poderosa:

     "El hombre de doble ánimo es inconstante de todos sus caminos." (Santiago 1:8).

       Asumir el rol de director implica hacernos preguntas esenciales:
  • ¿Qué tipo de personaje quiero ser en mi vida?
  • ¿Qué escenas elijo construir a partir de hoy?
  • ¿Qué legado dejarán mis días sobre quién fui realmente?
     Estas preguntas, aunque sencillas, nos rescatan de ser meros actores secundarios en la vida de otros. Más bien, nos impulsan a ser protagonistas de un guion auténtico y con propósito. 

      Ahora bien,   ¿Puede la baja autoestima y la dependencia emocional impedir que alguien dirija su propia vida o historia?

     La respuesta es un rotundo 

      Desde la psicología y la sociología, la baja autoestima y la dependencia psicosocial no solo pueden dificultar el ser director de la propia vida, sino a menudo crean un círculo vicioso que perpetúa la pasividad.

     Una persona con baja autoestima, no cree en su propia versión, debido a que asocia y arrastra diversas afecciones que le impiden actuar por iniciativa propia, como son: el Síndrome del Impostor—sentirse que no es suficientemente competente o inteligente para tomar sus propias decisiones—, Miedo al Fracaso y Autocrítica– el fracaso no se toma como un aprendizaje, sino como una confirmación de ineptitud— y la Indefensión Aprendida—la persona cree que al experimentar fracasos repetidos, cualquier acción que ejecute siempre fracasará.
   
     Cuando la dependencia no es solo económica sino emocional, relacional y social, la persona convencida de su incapacidad, cede su voluntad y control a  quienes parecen ser "más capaces".

     En la dependencia emocional, la persona deriva su valía  y identidad de la aprobación de otros. Su "guion" se escribe en función de obtener y mantener esa validación, anulando sus propios deseos. Ya el psicólogo John Bowlby en su teoría de apego, describe como la dependencia durante la infancia predispone una dinámica de dependencia en la edad adulta.
   
     En la dependencia relacional y social, existe un condicionamiento regido por roles y decisiones predefinidas en el seno familiar y la cultura, y muchas veces, esos roles, cercenan la capacidad de elegir por cuenta propia.

     Definitivamente, la baja autoestima y la dependencia psicosocial, se potencian en un ciclo destructivo que si no se trata, se vuelve más profundo y difícil de romper. Sin embargo, esta dinámica no es una condena perpetua, porque tanto desde la psicología como desde las Sagradas Escrituras, existen procesos para recuperar la dirección.  
   
     Desde el punto de vista bíblico, cada uno de nosotros forma parte de un plan divino. Dios nos dio libre albedrío para decidir, pero también nos ofrece guía constante. El profeta Isaías nos recuerda:

     "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia." (Isaías 41:10).

     Aquí está la clave: podemos ser directores de nuestro guion, pero bajo la dirección suprema de Dios. Sin Él, la película de la vida pierde sentido.

     Indiscutiblemente, la vida es un guion en construcción. Somos responsables de las escenas que filmamos y los personajes que dejamos entrar en nuestra historia. Al alinear lo que pensamos, sentimos y hacemos, diseñamos un presente coherente y un futuro esperanzador. Pero lo más importante es que nuestra película no sea dirigida por el ego ni por el mundo, sino por el Dios que nos llama a ser libres en Él.

      Como sabemos, Dios nos concede el libre albedrío, pero también nos llama a dirigir nuestra vida con propósito. Entonces, ¿qué clase de personaje escogeremos interpretar en el siguiente capítulo de nuestra vida? ¿El que refleja la fe, abraza la fortaleza y la nobleza, o el que se deja gobernar por la duda, cede a la debilidad y al egoísmo? 

     Ser director de nuestra vida no significa ausencia de luchas, sino la valentía de reescribir los guiones que nos limitan, apoyados en la verdad fundamental: fuimos creados con la capacidad de elegir, y con un Dios que nos fortalece para ejercer esa libertad. 


   
¡La gracia y las bendiciones de Dios sean contigo!



Frank Zorrilla





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