viernes, 6 de diciembre de 2013

ROMPAMOS LAS CADENAS: EL LLAMADO A LA LIBERTAD VERDADERA. ¿Qué Cadena Te Mantiene Esclavo?


Mis queridos amigos y hermanos,

"No hace falta cadenas para ser esclavo. A veces, el mayor cautiverio está en el alma."

     Cuando escuchamos o leemos la palabra “esclavitud, ¿en qué pensamos? - 

     Probablemente en dolor, congoja, sufrimiento e injusticia. La esclavitud, en su sentido más crudo, ha sido una de las mayores afrentas a la dignidad humana. Legalmente se define como “la forma involuntaria de servidumbre absoluta”, es decir, una condición donde una persona es privada de su libertad y obligada a servir, sin el reconocimiento de sus derechos fundamentales
     En palabras simples: el esclavo es despojado de lo que le corresponde por nacimiento —su dignidad, su autonomía y su capacidad de decisión.
      Según el marco teórico jurisprudencial universal, el ser libre es uno de los derechos inalienables del ser humano. Libertad para pensar, para decidir, para expresar lo que siente y para actuar dentro del marco de una sociedad justa. Nadie nace para ser esclavo. Y nadie, en conciencia, debería entregarse voluntariamente a ninguna forma de esclavitud —ni física, ni emocional, ni espiritual. 
   En tiempos pasados, los esclavos eran tratados como  mercancía. Podían ser vendidos, intercambiados o utilizados como pago, todo bajo el amparo de leyes humanas que justificaban la deshumanización. Pero la esclavitud no es un fenómeno reciente ni aislado. Ha existido desde tiempos antiguos, vinculada a conquistas, poder adquisitivo, guerras y sometimiento económico. 
     Desde una mirada antropológica y sociológica, la esclavitud se manifiesta de dos formas: 
  •  La imposición directa, mediante la fuerza y en contra de la voluntad.
  •  La imposición subjetiva, ya sea de carácter moral o económica, donde alguien, por desesperación o presión, se vende a sí mismo o incluso a sus hijos para saldar deudas. 
     Hoy en día, aunque muchos países han abolido legalmente la esclavitud, ésta persiste en formas más sutiles pero igualmente destructivas. Nos convertimos en esclavos de hábitos, de emociones descontroladas, del consumo, del ego, del miedo, del rencor o de los vicios que erosionan nuestra voluntad.
      Y es que la esclavitud del alma es tan real y lacerante como la del cuerpo. 
     La Biblia, en su profunda sabiduría, no se limita a denunciar la esclavitud física. También nos advierte de la esclavitud interna — aquella que nos domina desde dentro y nos aparta de nuestro propósito divino.
     "Porque el que es vencido por alguno, es hecho esclavo del que lo venció." (2 Pedro 2:19)     
      Nos convertimos en esclavos cuando nuestras decisiones ya  no son libres, sino dictadas por impulsos incontrolables, deseos desordenados y emociones involuntarias. Cuando el pecado —cual perfume seductor— se adhiere a nuestra alma, nos engaña y nos atrapa. Perdemos entonces el dominio propio, renunciamos a nuestros principios, y como dice el proverbio bíblico:
     "El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada, a revolcarse en el cieno." (2 Pedro 2:22)
     Somos esclavos de nuestra mente cuando nos ata un hábito indeseado, cuando nos dejamos arrastrar de las actitudes pasionales que nublan nuestro dominio propio.
     "Las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos: es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo." Franz Grillparzer.
      Nos volvemos prisioneros de nuestras propias concupiscencias, arrastrando los pasos engrillados bajo la cadena invisible de un ilusionismo patético. Como escoria, se adhiere a nuestras vidas, atrapándonos con sutileza, como si fuésemos autómatas bajo un algoritmo cerebral.
     Una vez somos atrapados en esa condición servil, nos despojamos, paulatinamente, de todos los valores que anhelábamos poseer o sustentar. Somos esclavos de todo aquello que nos controla y somete, de todo aquello que se impone a nuestra voluntad y quebranta nuestros principios y valores. 

     “¿No sabéis que si se someten a alguien como ESCLAVOS para obedecerle, sois ESCLAVOS de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?  (Romanos 6:16).

     Los deleites de la carne, se transforman en vicios y, mediante una ingeniosa estratagema, nos atrapan, secuestrando nuestro raciocinio con acciones compulsivas. Estas conductas —caracterizadas por una obsesión incontrolable— nos arrastran a una búsqueda vehemente de satisfacer deseos arraigados en nuestra memoria celular, alejándonos paulatinamente de nuestros verdaderos valores.

     Los apóstoles fueron muy claros al respecto. El apóstol Pedro nos advierte sobre los falsos libertadores que en realidad están encadenados por sus propios vicios. 
“Les prometen libertad, y son ellos mismos ESCLAVOS de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho ESCLAVO del que lo venció.” (2 Pedro 2:19).
     Y el apóstol Pablo, con honestidad conmovedora, confiesa su lucha interna:
     "Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago." (Romanos 7:15).
     Esta expresión del apóstol es un grito de desesperación ante un gravoso problema que no puede controlar.
      “Pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva como ESCLAVO a la ley del pecado que está en mis miembros.” (Romanos 7:23).     
     Él mismo se siente vendido al pecado, atrapado en una guerra interior que lo lleva a exclamar:
     "¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?"
 (Romanos 7:24)
     Pero la respuesta no tarda en llegar, clara y esperanzadora:
     “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro, pues ninguna condenación existe para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Romanos 8:1).
     ¿Queremos seguir siendo esclavos del pecado, de la vanidad, del resentimiento, de las pasiones? ¿O queremos alcanzar la verdadera libertad, la que solo viene del Espíritu?
     La fe en Cristo nos ofrece una salida: una vida transformada, guiada por la justicia, la gracia y el amor. 
     “Ya no hay judío ni griego; no hay ESCLAVO ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos nosotros somos uno en Cristo Jesús.  (Gálatas 3:28).   
     La esclavitud moderna no se desmantela con cadenas rotas, sino con corazones transformados. Con mentes renovadoras. Con una entrega consciente a la justicia de Dios.
      Desafortunadamente, todos, de alguna u otra forma, somos esclavos del miedo, del deseo o del orgullo...¿Y tú, querido lector, de qué necesitas liberarte?
  
¡La gracia y las bendiciones de Dios sean contigo!

Frank Zorrilla

martes, 3 de diciembre de 2013

UNA "ALUCINACIÓN" NECESARIA PARA TODA LA HUMANIDAD.


Mis queridos amigos y hermanos,


Karl Heinrich Marx
     Karl Marx dijo una vez: “La religión es el opio del pueblo. La felicidad real del hombre se obtiene aboliendo la felicidad ilusoria que produce la religión. Por lo tanto, la abolición de la religión es un llamado a abandonar una condición que requiere de ilusiones.” 
     
     Según este filósofo y sociólogo alemán, la religión está fundamentada en la necesidad del hombre en sociedad como parte ilusoria de una realidad que no concibe en el mundo real, por lo que se refugia a una ilusión. Y por analogía, relaciona la droga analgésica, narcótica y alucinógena “Opio”, para poner en contexto una ilusión irreal fabricada en la mente del hombre, producto de una carencia real. Ilusión que él percibe como un deterioro en el desarrollo cognitivo la cual impide el crecimiento intelectual y científico del hombre en sociedad; por lo tanto, considera necesaria la abolición de la misma.
     Debemos recordar que tanto el materialismo dialéctico, como el histórico, son corrientes filosóficas basadas en la emancipación del hombre a toda deidad o Ser superior, y sólo considera al hombre como parte esencial de la materia que se concibe en el mundo real; por lo tanto, está exento a cualquier poder invisible, y sólo el hombre establece sus límites y tiene el control de su existencia.
     La capacidad finita del hombre, con sus observaciones y razonamientos lógicos, le permite formular hipótesis sobre algo que no logra entender usando como medio, una dialéctica racional que es sólo la representación de una verdad a medias, o una “percepción de la realidad” a través del pensamiento racional científico; pero todas esas ideas e hipótesis solo se  apoyan en los datos que la ciencia puede presentar como válidos. Es decir, percibidas como “materia”, y luego el análisis objetivo a través de la conciencia subjetiva como producto del desarrollo ulterior de la materia. En palabras simples, “la filosofía del materialismo ideológico sólo concibe lo material como perceptible y conocible. No considerando a Dios porque es espíritu. Por lo que es inseparable del ateísmo científico”. Hipótesis que parten del marco teórico de lo que entiende como: “realismo”, pero no pueden ser comprobadas en el plano real porque carecen de fiabilidad absoluta.
     Todas las religiones del mundo existen por una necesidad espiritual impregnada en la conciencia del hombre como medio de acercarse a su Creador. Por esa sed de justicia ante la inclemencia de lo que el hombre no puede explicar. En efecto, las religiones son producto de la necesidad del hombre por desear algo más que la simple existencia. Detrás de todas las religiones existe una creencia fundamental de que debe haber algo o alguien más que la simple existencia física que conocemos. El hombre busca a través de la religión, lo que no puede encontrar lógica en sus propios razonamientos y cuestionamientos, tanto en el origen del universo, de la vida y del significado de ésta. Es evidencia real de que el ser humano, es más que una simple especie animal altamente evolucionada que está plenamente consiente de que tiene la necesidad de tener valores espirituales, morales y éticos para ser aceptado por un Ser Superior a él.

     El desconocimiento de la verdad absoluta de Dios, permite al hombre elevar su ego y sentirse superior ante cualquier tipo de normas que puedan cuestionar su conducta. Por lo tanto, la elección del “materialismo” como aplicación y filosofía, junto con la teoría del evolucionismo biológico como selección natural, le de libertad al hombre para hacer lo que le plazca, y por ende no estar sujeto "al bien o al mal".
     La Biblia llama a estos razonamientos humanos, como: “Razonamientos Necios”; porque aunque el hombre no quiera admitirlo, estamos sujetos a la gran verdad absoluta de Dios, y Él nos dice en su Santa Palabra, “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios.” (Romanos 1:18-22).
     Sean cuales fuesen los pensamientos del hombre. Sean cuales fuesen sus filosofías e hipótesis, los avances de la ciencia sólo han venido a demostrar y a comprobar, que en efecto, existe una fuerza superior, un Ser superior que está detrás de la creación del universo y del ser humano, y que el hombre sólo puede concebir teorías relativistas, como interpretación de verdades físicas medibles basadas en verdades absolutas que sólo Dios posee. Más, en cuanto al razonamiento cognitivo del ser humano; los científicos, tienen la desagradable tarea de acudir a los métodos inductivos de la asunción para descifrar el gran enigma que implica lo material y lo espiritual.
     Y tú, ¿cómo concebirías el mundo en que vivimos si no existiese una doctrina? ¿Si no existiese la esperanza de que exista un Ser Omnipresente, Omnisciente y Omnipotente a quien llamamos “Dios”?

¡La gracia y las bendiciones de Dios sean contigo!

Frank Zorrilla