jueves, 22 de mayo de 2025

EL ALMA SOLO DESPIERTA UNOS POCOS AÑOS. ¿CUÁNTOS AÑOS DE TU VIDA HAS VIVIDO DE VERDAD?

Mis queridos amigos y hermanos,  


     ¿Estamos viviendo o simplemente existiendo?


     Cuando alguien llega a los 70 años, solemos decir que esa persona ha vivido una vida larga. Pero, ¿es eso realmente cierto? Tristemente, no es así. Porque si nos detenemos a analizar con atención, descubrimos que de esos 70 años, esa persona tal vez ha vivido con plena consciencia solo una fracción muy pequeña.

      Según algunos cálculos, que combinan tiempo dormido, infancia, rutinas automáticas y distracciones, de esos 70 años, apenas 12 años pueden considerarse momentos de verdadera lucidez, de presencia y reflexión consciente. Llámese: la hora dorada del alma, el despertar espiritual, la autenticidad existencial, o la verdadera vida...

     Y si esto es así, surge una pregunta inevitable:



¿Dónde queda la felicidad dentro de esos pocos años que realmente vivimos despiertos?


    
     Si nos ponemos a analizar detalladamente nuestra vida desde una perspectiva de estado de consciencia, descubriremos que:

  •    El sueño ocupa un tercio de nuestra vida.

En el ejemplo de una persona que alcance vivir 70 años, y suponiendo de que esa persona durmió @ de 8 horas diarias, serian aproximadamente 23 años que se mantuvo en estado de inconsciencia o dormido.  

  •     La niñez temprana (0 a 12 años) está marcada por un desarrollo de la consciencia aún inmaduro.
Por tanto, si restamos esos 12 años, nos quedarían unos 35 años de vida potencialmente consciente.


  •      La adolescencia y juventud temprana, aunque más despiertas, están llenas de confusión, presiones sociales e impulsividad.
Si consideramos sólo la mitad de este periodo como verdaderamente consciente, quedamos con 29 años.


  •     La adultez rutinaria suele vivirse en piloto automático, atrapada en la repetición y el estrés diario.
Aproximadamente la mitad de esos años se van en distracción o inconsciencia. como resultado: 14 a 15 años conscientes.

  •       Finalmente, dentro de esos años conscientes, solo ciertos momentos se viven con verdadera lucidez: pérdidas, decisiones importantes, encuentros espirituales, estados de contemplación profunda.

     Todos estos factores
en conjunto, reduce la cifra a unos 12 años plenos… si es que llegamos a vivirlos con atención.

   


 ¿Qué pueden decirnos los especialistas y la neurociencia?

     La neurociencia muestra que gran parte de nuestras acciones son automáticas, programadas por hábitos y condicionamientos. Vivimos buena parte del día con la mente en otro lugar. Estudios revelan que pasamos casi la mitad del tiempo pensando en cosas que no están ocurriendo y que quizás, nunca ocurrirán. 

     Pero también nos enseña que podemos entrenar la mente. La psicología positiva ha demostrado que prácticas como la gratitud, la meditación y la compasión aumentan la felicidad duradera.

    

     Por lo que podemos afirmar que la felicidad, entonces, no es una emoción espontánea, sino un acto consciente, que solo puede darse cuando estamos presentes.   

     Si tomamos la filosofía como marco, filósofos como Aristóteles diferenciaban entre el placer momentáneo y la verdadera felicidad. Para este filósofo, la eudaimonía se refiere a la “vida buena” o “florecimiento humano”, la que entendía como una vida con virtud, propósito y coherencia, en lugar de un mero estado de bienestar pasajero.  

     El prominente filósofo alemán, Martin Heidegger nos advertía sobre el peligro de vivir “caídos en la cotidianeidad”, sin cuestionarnos, sin despertar. Y Sócrates afirmaba: “Una vida sin examen no merece ser vivida”.

    

     Por lo tanto, lo que la filosofía nos dice es que, la felicidad no depende de lo que nos ocurre, sino de cómo vivimos lo que nos ocurre. Y eso solo se logra en los escasos momentos en que despertamos del letargo de lo habitual o cuando estamos conscientes. 

     De hecho, en el mundo espiritual, y según algunos textos que encontramos en las Sagradas Escrituras, el ser humano vive dormido. Jesús lo expresó así: “Estad atentos, porque no sabéis el día ni la hora”. También el apóstol Pablo urgía: “Despiértate tú que duermes…”.

     Jesús mismo aludió a esta visión profunda cuando dijo: “La lámpara del cuerpo es el ojo…” (Mateo 6:22). 

      Algunos han interpretado este “ojo” como una metáfora de la conciencia despierta, o incluso, desde lecturas más modernas, como una referencia al tercer ojo o la glándula pineal, símbolo del despertar espiritual en muchas culturas. Lo importante no es el órgano físico, sino la capacidad de ver la vida desde el alma, desde lo eterno, desde la verdad interior. Cuando ese “ojo” está sano, vivimos en luz. Vivimos conscientes. Vivimos felices.

     Todos, desde el budismo, el misticismo y el cristianismo apuntan a que la felicidad no es un estado emocional, sino una consecuencia de estar en contacto con lo eterno, con Dios, con el Ser. Y desde esta perspectiva, la felicidad no se busca; se revela… en los momentos en que el alma se encuentra consigo misma y con lo divino.

     Entonces, ¿Qué debemos hacer o cuál debería ser nuestra actitud ante la vida y nuestros años en plena consciencia?

    

     Si solo vivimos conscientemente alrededor de 12 años dentro de una vida de 70, entonces ser feliz no es un lujo, sino una urgencia.

     No podemos controlar cuánto tiempo viviremos, pero sí podemos decidir cuán profundamente queremos vivir lo que nos queda. Por lo que debemos comenzar a “desaprender” como sugirió Lao-Tsé.  Esto es, desprendernos de los prejuicios y conceptos preestablecidos para fluir con el camino natural del universo. Es como “vaciar la mente”, soltar las ataduras al conocimiento acumulado durante nuestra inmadurez, los deseos y el ego para vivir el presente. 

      El filósofo francés, René Descartes proponía la “duda metódica”, donde rechazaba todo lo aprendido previamente para construir una base de conocimiento más sólida y así poder comenzar a vivir plenamente en consciencia.

   

     La felicidad no se encuentra en los años, sino en los instantes vividos con atención, con sentido, con amor. Porque los años que decimos que tenemos, son en realidad los años que ya no tenemos, por lo que los únicos años que debemos ponerle interés y tesón son los que nos faltan por vivir. Pero solo cuando despertamos a lo esencial, empezamos realmente a vivir. Porque:

     “La felicidad, en su esencia, es efímera y transitoria, como un destello en medio de la noche. Es una ilusión tejida con los hilos de nuestros sueños, una percepción fugaz que se disuelve ante la realidad. Sin embargo, es precisamente su naturaleza momentánea la que la hace tan valiosa, como una joya que brilla más intensamente porque sabemos que no durará para siempre…”

   

   ¡DESPERTEMOS YA!... Aprovechemos nuestros años de consciencia para vivir intensamente. Al final, y en resumidas cuentas, esos años son muy pocos, y algunos, quizás nunca llegaron a vivirlos.


¡Que la gracia y las bendiciones de Dios te acompañen por siempre!

Frank Zorrilla


martes, 8 de abril de 2025

LA ESTRATEGIA INVISIBLE: EL ADOCTRINAMIENTO MODERNO Y LA DESTRUCCIÓN SILENCIOSA DE LAS NUEVAS GENERACIONES.

Mis queridos amigos y hermanos,


¿Me he preguntado, si yo fuera Satanás, y quisiera destruir la mente de las nuevas generaciones sin que ellas lo noten, qué haría?…


     No utilizaría la violencia, sino la sutileza. No gritaría, susurraría. No obligara, seduciría. Porque el mayor adoctrinamiento no se impone: se infiltra.


     En la era de la información, las ideas no se discuten: se programan. Las mentes jóvenes, sedientas de identidad, propósito y pertenencia, se convierten en el blanco perfecto de una reingeniería silenciosa. 




¿Cómo funcionaría este adoctrinamiento o estrategia moderna?





     Primero, empezaría a disuadir el concepto de lo que es la verdad relativizando todo. Esto es, cambiar la verdad por opinión, y la convicción por conveniencia. Siguiendo este concepto, les enseño a los jóvenes que no hay verdades universales, que todo es cuestión de perspectiva, y que la moral es solo una construcción cultural. Al eliminar los cimientos, todo lo demás se derrumba solo.

    Segundo, propiciaría el culto al entretenimiento. No permitiría que piensen demasiado. Les llenaría de estímulos constantes: redes sociales, series, juegos, música repetitiva. Les enseñaría que aburrirse es malo y que reflexionar es anticuado. Así, mientras creen que se divierten, yo los adormecería.

    Tercero, les insertaría la hipersexualización como normalidad. Haría que vean el cuerpo como un objeto y la sexualidad como un producto. Destruiría el significado del amor, del compromiso, de la intimidad. Les estimulara para que vean sus cuerpos dísonos o discordantes con la realidad e impulsaría a la percepción mental. Les haría creer que todo es válido, mientras pierden la capacidad de construir relaciones sanas, profundas y duraderas.

    Cuarto, atacaría a la familia rompiendo la figura del padre, ridiculizaría la maternidad, dividiría al núcleo familiar. Les diría que la familia es una prisión, no un refugio. Sin raíces ni dirección, la juventud quedaría vulnerable, lista para ser moldeada por cualquier ideología dominante.

   Quinto, utilizara el adoctrinamiento disfrazado de educación. Esto es, infiltrando el sistema educativo con ideologías que no forman, sino deforman. No enseñaría a pensar, sino a repetir. Les diría qué sentir, qué creer, qué rechazar. No habría espacio para el debate, solo para la obediencia emocional. Todo en nombre del “progreso.”

   Sexto, promovería la exaltación del ego. Les diría: “Tú eres el centro del universo. No necesitas a nadie más. Haz lo que te plazca”. Confundiría autoestima con egolatría. Y en ese espejismo de libertad, estarían más esclavizados que nunca: prisioneros de su propio vacío.

   Séptimo, promovería la desconexión con lo trascendente. Es mejor mantenerlos en un mundo ficticio lleno de imaginación y que nunca se enfoquen en lo que realmente tiene valor espiritual.

   Por último, los alejaría de Dios. No con argumentos, sino con ruido. Les haría creer que la fe es ignorancia, que la espiritualidad es una superstición obsoleta. Sin trascendencia, todo se vuelve utilitario, frío, vacío.

    

     Qué obtendría como resultado final: una generación frágil, confundida y manipulable. Una generación de engreídos idiotizados enamorados de su propia personalidad. 

     Una vez sembrada esta estrategia, el terreno queda listo. Las nuevas generaciones no pensarán con libertad, sino con lo que fue programado en ellas. No defenderán ideales, sino emociones pasajeras. No sabrán quiénes son, ni para qué viven, pero lo esconderán con filtros y frases de autoayuda reciclada.    

 

     Uno de los ejemplos más antiguos y reveladores de estrategia de adoctrinamiento y control generacional la podemos encontrar en el libro de Éxodo 10:8-11, cuando Moisés pide que el pueblo de Israel sea liberado para adorar a Dios en el desierto, el faraón responde:

“Así sea Jehová con vosotros, ¿cómo os voy a dejar ir con vuestros niños? ¡Mirad cómo el mal está delante de vosotros! No será así; id ahora vosotros los varones, y servid a Jehová, pues esto es lo que vosotros pedisteis. Y los echaron de la presencia del Faraón.”


     Esta respuesta del faraón no fue un simple capricho o un gesto de compasión. Fue una táctica estratégica de control espiritual. En efecto, al impedir que los niños salieran, buscaba, además de moldear la identidad de los niños a imagen de Egipto, también en sus planes estaban estas dos cosas:

1. Cortar la transmisión de fe y valores. Sabía que si los adultos se iban a adorar a su Dios, pero los niños se quedaban, no habría una nueva generación que continuara esa fe. Sin los niños, la herencia espiritual moría. Se rompe el legado, y se interrumpe la formación de identidad en una sola generación.

2. Asegurar futuros esclavos. Al quedarse con los niños, el faraón aseguraba una próxima generación de esclavos. Aunque los padres fueran libres, sus hijos seguirían bajo el yugo de Egipto. Era una forma de perpetuar el sistema opresor sin que la gente lo notara de inmediato.


     Hoy no hay un faraón visible, pero sí hay sistemas de pensamiento, estructuras ideológicas y poderes culturales operando de manera similar, aunque con disfraces distintos: Es como si se tratase de reutilizar una estrategia antigua en un mecanismo moderno para quedarse con la mente de los niños, separarlos de la instrucción de los padres, y reprogramarlos para el mundo.

 ¿Cómo?

  • Ridiculizando la autoridad de los padres y la fe en Dios.
  • Redefiniendo familia, género, fe y moral desde la niñez.
  • Incentivando a los padres a dejar “la formación” en manos del Estado o de influencers.
  • Distorcionando la inocencia infantil con ideologías tempranas en medios y escuelas.
  • Desvinculando a los niños de sus raíces, cultura y espiritualidad.
  • Usando la tecnología como disuasión usando las redes sociales y los aparatos móviles.
  • Premiando la obediencia ideológica por encima del pensamiento crítico. 

    

     Como en Egipto, el enemigo de las almas no necesita destruir físicamente una generación… solo necesita desconectarla de su propósito, de su identidad y de su Dios.

     Moisés no aceptó el trato. Su respuesta fue clara:

“Hemos de ir con nuestros niños y nuestros viejos.” (Exodo 10:9).

     No podía haber libertad real si los niños seguían cautivos. 

     Esta es una alerta para nuestros tiempos: no basta con que los adultos sean libres o tengan fe. Si no llevamos a nuestros hijos con nosotros en la adoración, en la verdad, en el camino de Dios, el enemigo ya ganó.


     ¿Creen que el faraón temía a los sacrificios religiosos? 
No, temía al futuro de una generación instruida por Dios

¿Y te preguntarás, hay esperanza? Sí. Porque donde hay conciencia, hay resistencia. Donde hay verdad, hay libertad. Y mientras haya una voz que alerte, una familia que forme, un maestro que inspire y una fe que ilumine, la oscuridad jamás vencerá del todo.  

     Recordemos que la batalla no es solo cultural, política o educativa. Es una batalla espiritual por el alma de los niños y si no lo hacemos nosotros con verdad y amor, otros lo harán con confusión y manipulación.

     Como bien dijo el sabio Salomón:

     “Instruye al niño en su carrera, y aun cuando fuere viejo no se apartará de ella. (Proverbios 22:6)

  

     La única forma de resistir el adoctrinamiento moderno es formar con intención. No solo decir la verdad, sino vivirla delante de ellos. No solo hablar de Dios, sino invitar a los niños a caminar con Él. 

     La propuesta del faraón sigue vigente: “Vayan ustedes, pero dejen a sus hijos aquí.”

Es nuestra decisión, como padres, pastores y líderes, rechazar esa oferta. No podemos aceptar una fe incompleta. No podemos dejar a nuestros hijos en Egipto y como Moisés, debemos responder: Iremos todos, con nuestros hijos y nuestras hijas, porque celebraremos fiesta solemne al Señor.”


¿Estamos dispuestos a recuperar el papel de padres, mentores, pastores, educadores y líderes que despiertan… O seguiremos entretenidos mientras nos arrebatan las mentes del futuro?


¡Que Dios los bendiga rica y abundantemente!


Frank Zorrilla