martes, 26 de julio de 2022

HIPOCRESÍA O COHERENCIA: ¿CÓMO REFLEJAMOS NUESTROS VALORES?

Mis queridos amigos y hermanos,   


“Es más fácil luchar por unos principios, que vivir de acuerdo con ellos." Alfred Adler 


     ¡Cuánta razón tenía el psicólogo Alfred Adler en la cita que abre este artículo!… La coherencia, esa virtud de coordinar congruentemente o alinear lo que pensamos, decimos y hacemos, ha sido siempre un ideal difícil de alcanzar, a veces incluso cercano al surrealismo. Esta armonía entre pensamiento, palabra y acción es precisamente lo que define la  “Coherencia.”


     En el ámbito social, la coherencia se asocia con conceptos como congruencia, integridad e interacción. Desde esta perspectiva, una persona coherente, es aquella cuya actitud es consecuente con su postura mental, de modo que los demás perciben una congruencia o una alineación entre su forma de pensar, sentir y actuar, incluso si no comparten sus ideas. Coherencia personal implica mantener una imagen fiel a los principios que una persona considera representativos de su identidad y responsabilidad social. En términos simples,  la hipocresía no forma parte de un individuo verdaderamente coherente.  
 
¿Es la coherencia una virtud innata en el ser humano?

      No. Como toda virtud, la coherencia es un hábito o comportamiento aprendido que se desarrolla con el tiempo. Al interactuar en una sociedad diversa y compleja, con valores y expectativas distintos, a menudo nos vemos tentados a modificar nuestro discurso o nuestras acciones para obtener aceptación o beneficios personales. Esta tendencia se asemeja al llamado “Síndrome del Camaleón”, donde la adaptación a diferentes circunstancias puede llevar a una incongruencia entre lo que se piensa y lo que se hace, dando lugar a actitudes  hipócritas en lugar de actuar en concordancia con nuestros principios y valores.  

     El ser humano es dinámico y se desenvuelve en una sociedad en constante cambio con movimientos oscilatorios de situaciones y oportunidades. Para ser verdaderamente coherente, es necesario alcanzar un alto nivel de integración personal. Un sujeto integrado se caracteriza porque su parte luminosa y su parte oscura son incluidas y aceptadas. La mixtura enriquece y aporta sabiduría y comprensión, tanto así mismo, como a los demás. Al no integrar esas características negativas con las positivas de nuestra personalidad, cometemos el error de usar dos caras en una misma moneda, la temida “doble moral” que tanto agobia y afecta a nuestra sociedad. 

 

A parte de los políticos a los que estamos acostumbrados:


¿Conoces en tu medio social alguna personalidad coherente y digna de imitar? 


     Los seres humanos somos seres falibles e imperfectos. Si bien debemos esforzarnos para ser coherentes en lo que predicamos y practicamos, es casi imposible alcanzar una coherencia total. Sin embargo, podemos aspirar a un nivel de coherencia lo suficientemente alto com para vivir de manera íntegra y satisfactoria. Como bien expresó Gandhi:


      “La felicidad consiste en poner de acuerdo tus pensamientos, tus palabras y tus hechos.” 

     Desde esta perspectiva, la coherencia está estrechamente ligada a la integridad, entendida como una conducta honesta y recta. Sin embargo, alcanzar un estado de felicidad basado en la coherencia no es tarea fácil. Solo al final de nuestras vidas, cuando evaluamos nuestras acciones, relaciones y principios, podemos determinar si hemos logrado un nivel significativo de coherencia entre lo que pensamos, sentimos y hacemos. 


     El psicólogo Walter Riso lo expresa de manera contundente:


     “Hay gente que funciona como una escopeta de perdigones: piensa una cosa, siente otra y sus actos se dispersan sin dirección.”



     Las Sagradas Escrituras nos ofrece numerosos ejemplos de coherencia,  e incoherencia en la conducta humana. Un caso notable es la reprimenda que el apóstol Pablo dirigió  a Pedro:

“Pero cuando vi a Pedro y algunos que andaban con él que no andaban con rectitud en cuanto a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como los judíos, ¿Por qué obligas a los gentiles a vivir como judíos. Ese es un acto hipócrita.” (Gálatas 2:11-14). 

     Pedro, pesar de ser uno de los discípulos más cercanos a Jesús y un precursor del Evangelio mucho antes que el apóstol Pablo, mostró una actitud incoherente con las enseñanzas que había recibido. Esto demuestra que la cercanía con el conocimiento o la verdad no siempre garantiza una conducta consecuente. En lugar de emular o imitar el comportamiento de Jesús, Pedro fingía un sentimiento contrario a sus creencias, tratando de encubrir lo que aún no había asimilado de sus enseñanzas.

     Si buscamos el modelo supremo de coherencia, lo encontraremos en Jesús de Nazaret. Su integridad y congruencia fueron puestas a prueba en múltiples ocasiones,  pero nunca se halló contradicción en Él. Como dice Hebreos 4:15:

 “Fue tentado tal como somos tentados nosotros, con la única diferencia de que él nunca cometió pecado.”  

     Jesús es el mejor referente para quienes buscan un modelo de vida basado en la coherencia. Su ejemplo nos invita a alinear nuestras acciones con nuestros principios, alcanzando así una mayor integridad y, en consecuencia, una vida más plena.   

     Etimológicamente, el término “coherencia” proviene de cohesión, lo que implica una relación lógica entre acción y consecuencia. Una persona coherente es aquella que mantiene una conexión clara entre lo que piensa y la manera en que actúa en su vida diaria. 


     Independientemente del contexto en que se desenvuelva un individuo, ya sea en el ámbito laboral, social o familiar la coherencia es fundamental. Un individuo incoherente genera desconfianza y pierde credibilidad entre los demás. Por ello, debemos esforzarnos por vivir de manera alineada con nuestros valores, evitando la hipocresía y practicando la autenticidad en nuestras relaciones.


¡Dios los bendiga rica y abundantemente!


Frank Zorrilla


sábado, 11 de junio de 2022

DEGRADACIÓN IMPRUDENTE DE LA MUJER EN UN ESCENARIO SIN CENSURAS

Mis queridos amigos y hermanos,


“¡Ah, princesa mía, cuán bellos son tus pies en las sandalias!

Las curvas de tus caderas son como alhajas labradas por hábil artesano.

Tu ombligo es una copa redonda, rebosante de buen vino.

Tu vientre es un monte de trigo rodeado de azucenas. 

Tus pechos parecen dos cervatillos, dos crías mellizas de gacela.

Tu cuello parece torre de marfil. 

Tus ojos son los manantiales de Hesbón, junto a la entrada de Bat Rabín.

Tu nariz se asemeja a la torre del Líbano, que mira hacia Damasco.

Tu cabeza se yergue como la cumbre del Carmelo. 

Hilos de púrpura son tus cabellos; ¡con tus rizos has cultivado al rey!

¡Cuán bella eres, amor mío! ¡Cuán encantadora en tus delicias!

Tu talle se asemeja al talle de la palmera, y tus pechos a sus racimos. 

Me dije: “Me treparé a la palmera; de sus racimos me adueñaré”. 

¡Sean tus pechos como racimos de uvas, tu aliento cuan fragancia de manzanas, y como el buen vino tu boca! 

(Cantar de los Cantares 7:1-9).


     Como podemos apreciar en estas estrofas escritas por el sabio Salomón, la fascinación del amor de un hombre hacia una mujer se expresa en un género literario poético peculiar, pero al mismo tiempo, sumamente cortés y exquisito. 

  

     En su lírica refinada, Salomón exalta las virtudes de la mujer en forma de poesía. Alaba su belleza en un lenguaje altamente simbólico, haciendo hincapié en sus atributos físicos, aquellos que deleitan los ojos y despiertan el deseo de un encuentro íntimo donde se manifiesta el amor. Indiscutiblemente, El Cantar de los Cantares es considerado uno de los libros de amor más bellos de la literatura universal. Incluso, algunos eclesiásticos lo interpretan como una representación figurada del amor puro de Jesús por su novia, la iglesia.  

    

     Han sido muchos los poetas y cantautores contemporáneos que han exaltado a la mujer a través de sus poemas y canciones resaltando su valor sentimental, pasional y espiritual. Basta mencionar a grandes poetas como Pablo Neruda, Mario Benedetti, Jaime Sabines, Gustavo Adolfo Bécquer, así como a cantautores románticos de la talla de José Luis Perales, Julio Iglesias, Juan Luis Guerra, Joan Manuel Serrat, Ricardo Montaner, entre muchos otros… 


  
     Sin embargo, en los últimos tiempos hemos sido testigos de la degradación moral de la mujer en la música urbana. Algunos artistas  han utilizado el escenario artístico para reducir su imagen al de un simple “objeto sexual”, mediante letras con contenido altamente lascivo e irrespetuoso. En estas canciones, la lujuria se expresa abiertamente, sin pudor ni consideración por la integridad y dignidad femenina. Más que arte, pareciera que ciertos exponentes urbanos usan su música para desahogar una mentalidad misógina y sexista. 

  

     Hoy en día, el género urbano o los "cantores del arte callejero", se mueve en una delgada línea entre la expresión estética, política y social.  Algunos de sus exponentes han optado por el uso de un lenguaje vulgar que denigra a la mujer, incitando incluso a la violencia y promoviendo la rebeldía contra los valores establecidos. No obstante, el derecho conferido a la libre expresión les ha permitido difundir sus mensajes con total impunidad con el respaldo de la industria musical y, por qué no decirlo, con la permisiva complicidad de las autoridades competentes. 

  

     A lo largo de la historia, la mujer ha desempeñado innumerables roles fundamentales en la sociedad. Según los antropólogos, fueron las mujeres quienes primero cultivaron la tierra, prepararon el barro y hornearon la cerámica.  También descubrieron las propiedades medicinales de las plantas, almacenaron y mezclaron sustancias vegetales. Además, han desempeñado la noble labor de cuidar del hogar, procrear y educar a los hijos, entre innumerables funciones esenciales e idóneas para el bienestar común… 


     ¡Solo por el hecho de que la mujer tiene el don de dar vida, es más que suficiente razón para cuidarla, valorarla, halagarla y protegerla como un baso frágil! 

  

     En la antigua Grecia, la mujer era considerada un ser incompleto que debía ser guiado, lo que llevó a su total sometimiento al varón y su alejamiento o exclusión  de la vida pública. Pasó a ser vista como una posesión o propiedad subordinada al hombre, en lugar de ser, como ordenó el Creador, una “ayuda idónea.” Con el tiempo, esta distorsión del sometimiento o posesión enfermiza llevó a excesos, dando paso a atrocidades  como la violencia de género y el feminicidio, ya que muchas mujeres han exigido igualdad sin querer ser vistas como una propiedad. 


     Ante la osadía de estos interpretes de la música urbana, que reducen a la mujer a un mero objeto sexual, surge una pregunta inevitable: ¿Dónde están los grupos feministas que dicen abogar por los derechos de la mujer?… 


     ¿Acaso la degradación de la mujer como “objeto sexual” no forma parte de su agenda?  O ¿solo les interesa la lucha por la igualdad de género?

   

     Más preocupante aún, ¿por qué tantas jóvenes adolescentes siguen a estos artistas urbanos y correan sus canciones con algarabía e euforia, en lugar de alzar la voz contra estos atropellos?… 


     Según los expertos en comportamiento social, la cultura del sexo entre los jóvenes ha sido corrompida de manera alarmante. La proliferación de la pornografía, el acceso temprano a contenido sexual explícito, el consumo de estupefacientes y la falta de valores morales y espirituales, han distorsionado la percepción de la mujer, convirtiéndola en un simple objeto de placer. Como consecuencia, muchas adolescentes asumen erróneamente que estas letras denigrantes son solo una parte de un movimiento cultural moderno con simbolismo sexual. 

  

     Es de esperarse que, la dinámica cultural de movimientos artísticos seguirán manifestándose con mayor apogeo en la medida que avancen las nuevas generaciones con  carencias morales y espirituales. Y solo a través de iniciativas que fomenten la educación, el respeto y el fortalecimiento de la autoestima femenina, se podrá frenar el constante ultraje a la dignidad de un ser tan especial como es la mujer.


¡Dios los bendiga y los guarde!  


Frank Zorrilla