lunes, 22 de septiembre de 2025

ENTRE LA VANIDAD Y LA HUMILDAD: ¿QUIÉN OCUPA EL TRONO DE TU CORAZÓN?


"Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad." (Eclesiastés 1:2)


     Mis queridos amigos y hermanos,

     El sabio Salomón comienza afirmando en el libro de Eclesiastés que "todo es vanidad", y enfáticamente lo repite:

     Yo miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu." (Eclesiastés 1:14).

     Estas expresiones no provienen de un hombre cualquiera, sino de uno de los reyes más sabios, ricos y poderosos del Antiguo Testamento. La gran pregunta es: ¿Por qué Salomón, con toda su experiencia de vida, concluyó
que los esfuerzos humanos no tienen sentido en sí mismos?

     Primeramente debemos buscar la morfología de la palabra "vanidad" y su esencia que proviene del latín vanitas, que a su vez proviene del adjetivo vanus (vano, vacío, hueco). Por lo tanto, describe la cualidad de ser vano, y puede manifestarse de dos maneras.

  •  Arrogancia y envanecimiento: la excesiva valoración de la propia imagen o habilidades.
  •  Transitoriedad y falta de valor: la fragilidad de las cosas terrenales
     
     Salomón probó todo lo que el mundo puede ofrecer: poder, riqueza, placer, sabiduría. Y al final concluyó que todo es "vapor", un "aliento fugaz". Una naturaleza temporal e insustancial de las cosas terrenales. Entendió que, el poder no da significado, la riqueza no da plenitud, la sabiduría no garantiza paz. Todo es efímero; como un vapor que se disipa, cuando se busca fuera de Dios.

     "Es que el poder, la riqueza, la fama, la sabiduría, los reconocimientos y los aplausos no pueden llenar el vacío existencial que solo Dios puede llenar."

     ¿Fue la vanidad lo que motivó al primer hombre y a la primera mujer a desobedecer a Dios?
   
     No existe una respuesta simple, porque existen factores con diversos matices. Un pecado complejo con varias capas. No obstante, la vanidad (creer que podían ser igual al Creador) y la ambición de poder (creer que podían alcanzar un estatus divino) 
fueron componentes claves para la desobediencia.  

     La vanidad está intimamente ligada a la soberbia: Es la búsqueda de gloria y excelencia personal independientemente de Dios. Adán y Eva, al querer ser "como Dios" (Génesis 3:5),  buscaban una gloria que no les correspondía. 

     El enemigo sabe que la gloria del hombre es frágil. En las Escrituras, podemos comprobar de que existe un paralelismo revelador entre la tentación de Adán en el Edén y  la tentación de Jesús en el desierto: "Todo esto te daré si postrado me adorares." (Mateo 4:9). Satanás, al conocer la naturaleza humana, apela al deseo de poder, gloria y autosuficiencia. Pero la respuesta de Jesús revela la radical diferencia entre la naturaleza caída del hombre y la naturaleza perfecta de Dios.
   
     Si Jesús hubiese tenido un ápice de vanidad, hubiera caído, pero él no buscaba su propia gloria, sino la del Padre. Su identidad y misión no dependían de un poder externo o del reconocimiento terrenal. Al no tener ego que alimentar, la oferta de poder era vacía

     Hoy, Satanás sigue usando el mismo argumento de poder que usó con Adán y con Jesús porque es su arma más efectiva contra la humanidad. La vanidad y la ambición de autoglorificación echan raíces en el corazón del hombre, pero debemos ser cautos:

  • El primer Adán fue tentado y cayó por vanidad y desobediencia, introduciendo el pecado al mundo.

  • El nuevo Adán (Jesús) fue tentado y venció por humildad y obediencia, inaugurando la redención.

     ¿Es la vanidad la exaltación del ego?

    La vanidad, en su sentido más profundo y teológico es la exaltación del yo (el ego) que busca su propia gloria, reconocimiento y valor por encima de todo, incluso por encima de la verdad y de Dios:

  • Busca su propia alabanza: Necesita que su valor, belleza, inteligencia o logros sean reconocidos y admirados por los demás y por sí misma.
  • Se mira a sí misma como centro: El universo de las persona vanidosa gira en torno a su propia imagen. Todo se filtra a través de cómo la afecta o cómo la hace ver.
  • Depende de fuentes externas para su valor: Su sentido de identidad y autoestima es frágil, porque depende de la admiración, que son temporales e inseguros. 
   
     La vanidad suele ser el síntoma visible de una soberbia oculta. La persona soberbia utiliza la vanidad —esa búsqueda de gloria y reconocimiento— para alimentar su creencia internalizada de superioridad.  Es que en el fondo, la 
vanidad es una forma de idolatría. Es como poner al "yo" en el trono que solo le pertenece a Dios.

     El filósofo Arthur Schopenhauer escribió:

     "La vanidad es como un humo que, si bien puede elevarse hacia arriba, no tiene ningún peso propio."

      La Biblia lo confirma desde otra perspectiva:

     "Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes." (Santiago 4:6).

     Es por eso que la antítesis de la vanidad no es baja autoestima, sino la humildad: Jesús es el máximo ejemplo de esto: siendo Dios, no se aferró a su gloria, sino que se humilló a sí mismo. Como lo expresa el apóstol Pablo:

     "El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres." (Filipenses 2:6-8)

     Entonces, ¿son la vanidad y la soberbia dos caras de la misma moneda, con roles complementarios?
   
     Desafortunadamente, Sí, la vanidad y la soberbia conviven y son inseparables, formando una dinámica profundamente dañina donde una es a menudo la manifestación externa y la otra la 
raíz interna.

  • La soberbia es el pecado original. Es la enfermedad del alma al creerte superior, autosuficiente de Dios y sus designios. Es en sí, el motor interno.
  • La vanidad es el síntoma visible de la enfermedad de la soberbia. Es la forma en que la soberbia se manifiesta y busca alimentarse con la validación, con la auto-glorificación, con la dependencia de elogios, posesiones materiales, estatus social, apariencia física. Es la "gloria" hueca.

     Si analizamos bien, ambas —la vanidad y la soberbia— se alimentan mutuamente en un ciclo destructivo:

     Mientras la vanidadese sentimiento interno de falsa superioridad— necesita ser confirmado por el mundo exterior a través de aplausos, reconocimientos y admiración, su soberbia interna se fortalece ("tienen razón, soy maravilloso"; "soy único"). Si no consigue esos resultados, esa soberbia puede convertirse en ira, envidia o desprecio hacia los que no la reconocen

     ¿Es la vanidad un sentimiento proveniente de nuestro nivel de conciencia o es una programación mental que adoptamos desde la infancia?
     
     Es una realidad intrincada que puede tener ambas perspectivas, la vanidad es un sentimiento que emerge de nuestra conciencia o interacción con nuestra naturaleza biológica, pero ese sentimiento es enormemente configurado y amplificado por la "programación" mental que recibimos desde la infancia con la crianza que recibimos. Un niño que es amado de manera incondicional y se le valora por quien es, no solo por sus logros o su apariencia, desarrolla un autoestima sólida que no necesita constantemente la validación externa. Por el contrario, un niño que recibe el mensaje de que "solo es valioso si gana o se destaca" aprenderá a buscar su valor en factores externos y volubles, alimentando la vanidad. 
   
     No obstante, mientras poco podemos hacer contra nuestra naturaleza consciente, tenemos mucho margen para cambiar esa programación cultural y personal que alimenta la vanidad y elegir una base más sólida para nuestro valor personal.

     ¿Si todo es vanidad, para qué esforzarse en la vida?

     Tenemos que admitir que el deseo de reconocimiento es un impulso profundamente humano y social, casi tan básico como la necesidad de alimentarse o de pertenecer. Al final, esa es la cultura social que el ser humano ha establecido.

        La clave no está en negar ese impulso, sino en entender su origen, su propósito y cómo lo canalizamos. Aquí es donde la psicología y la filosofía nos ayudan a distinguir entre la búsqueda sana de reconocimiento y la vanidad destructiva.

     El filósofo Friedrich Hegel consideraba que:

     "La conciencia solo existe en cuanto es reconocida por otro."

     Para Hegel, el ser humano no se construye en solitario, sino en relación, y por eso el reconocimiento es vital. Es decir, el esfuerzo que no es visto puede sentirse como si no hubiera ocurrido.

     Efectivamente, todos anhelamos reconocimiento. Este impulso es la base de la cultura, la cooperación y la vida en comunidad. En la práctica, un mundo sin esta búsqueda sería un mundo de apatía y aislamiento total. El verdadero problema yace en cruzar una delgada línea roja: la que separa el reconocimiento sano de la vanidad. Esta surge cuando se busca ser valorado por el "Qué" (apariencias, logros) y no por el "Quién" somos en esencia.

     Una cosa es reconocer  por "Qué" haces las cosas, es decir, el valor para el otro, en lugar de "Quién" lo hizo en busca de fama, reconocimiento y vanagloria del ego. 
 
         Al final, el antídoto contra la vanidad no es la invisibilidad, sino la autenticidad: esforzarse por una obra genuina y encontrar la paz en que, aunque el reconocimiento externo puede ser variable e injusto, el valor interno de una vida bien vivida es innegable.

     Al decir a sus discípulos:"Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas." (Mateo 11:29), Jesús les invitaba a comprender que el verdadero descanso del alma no se encuentra en la aprobación externa, sino en la mansedumbre y humildad del corazón. 

     La vanidad es humo, sombra y espejismo. Puede prometer gloria, pero al final deja vació. Solo la humildad nos conecta con las fuente de la verdadera plenitud. En un mundo que exalta la imagen, la competencia y el éxito vacío, Dios nos invita a lo contrario: a vivir con propósito eterno, a descansar en Su gracia, y a recordar que el "yo" nunca puede ocupar el trono que pertenece a Cristo.


¡Dios los bendiga y los guarde!

Frank Zorrilla


jueves, 14 de agosto de 2025

LA ÚLTIMA PRUEBA: "Diferenciar entre Dios y la Manipulación Masiva para Quebrantar la Fe en la Era Digital."

 Mis queridos amigos y hermanos,


“En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario.”
George Orwell

     La mente humana, desde tiempos remotos, ha sido terreno fértil para la manipulación. A lo largo de la historia, los sistemas de poder han buscado incesantemente controlar el pensamiento colectivo. Sin embargo, nunca antes habíamos contado con un conocimiento tan profundo del cerebro ni con herramientas tan sofisticadas para reprogramar la conciencia.



     Edward Bernays, sobrino de Sigmond Freud y considerado el padre de la propaganda moderna, afirmó:

      “La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones de las masas es un elemento importante en sociedades democráticas.”



     En efecto, la neuroplasticidad cerebral hace que nuestra mente sea adaptable...pero también vulnerable cuando no existe discernimiento.

¿Es posible moldear nuestro carácter e influir en nuestro comportamiento mediante la tecnología?

     La respuesta es inquietante: sí.
   
frecuencias electromagnéticas
     Existen frecuencias capaces de alterar la conciencia. Esto ha sido probado en laboratorios, y en ocasiones se han realizado experimentos masivos sin que la población lo percibiera. Es decir, que en algún momento dado, hemos sido "ratas de laboratorio."

     Por si no estas enterado, existen frecuencias (auditivas, electromagnéticas, visuales o incluso sociales) que pueden influir o afectar nuestro estado mental, emocional, conductual y espiritual. Esta no es una idea conspirativa sin base, sino una realidad científicamente explorada en distintos campos como la psicología, la neurociencia, la propaganda y la tecnología de la comunicación.

     Ejemplos documentados:
  • 
     Infrasonidos: generan ansiedad y temor.

  •     Ultrasonidos: dispositivos como el Mosquito. Aparato diseñado para afectar selectivamente a personas jóvenes con una frecuencia en el rango de los 17 a 20 kHz. que provocan dolor de cabeza, irritabilidad y evitación instintiva.
 
  •     Ondas electromagnéticas: el Casco de Dios, diseñado por el neurocientífico Michael Persinger, estimula los lóbulos temporales con campos magnéticos para simular experiencias místicas, encuentros con fantasmas o percepciones sobrenaturales.



               Nikola Tesla lo advirtió:
 
Dispositivo Mosquito

“Si quieres encontrar los secretos del universo, piensa en términos de energía, frecuencia y vibración.”

     ¿Sabias que existen armas tecnológicas a la vista de todos, que sirven como instrumentos de control?

     Hoy, el teléfono móvil se ha convertido en la herramienta perfecta de control voluntario. Las redes sociales no sólo te muestran contenido: moldean emociones, creencias y conductas.

 

     Aldous Huxley lo anticipó:
 “La dictadura del futuro será una dictadura sin lágrimas, donde las personas amarán su servidumbre.”—Aldous Huxley

     Aun a pesar de que muchos se han prestado a utilizar los conocimientos para una manipulación colectiva, algunos rebeldes nos advirtieron, pero no fueron escuchados.

     - Julian Assange:Google no es una compañía de tecnología, es una extensión del poder global del Estado profundo.”


     - Aaron Swartz:“No se trata de hackear computadoras, sino de hackear el sistema de injusticia.”


     - George Orwell:La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza."  
     
     La Palabra Inspirada no es ajena ante los acontecimientos. Dios susurra en un mundo que grita. El problema no es que no hable, sino que no hay silencio interior.


     “El dios de este siglo cegó el entendimiento..." (2 Corintios 4:4)

     Y ¿qué de las imágenes que se obtienen a través de la tecnología holográfica?
    
radiación magnética de antenas
El periodista Serge Monast popularizó la teoría del Proyecto Blue Beam, que describe un plan auspiciado por agencias globales para implementar una falsa "segunda venida de Cristo" u otras manifestaciones 
religiosas espectaculares mediante tecnología holográfica y  control mental, con el objetivo de establecer un Nuevo Orden Mundial.

     Aunque la teoría del proyecto Blue Beam con sus cuatro fases pareciese sacada de una película de ciencia ficción, las evidencias son aterradoras: 

           1- Uso de tecnología para producir terremotos y descubrimientos arqueológicos falsos- Según algunos expertos el HAARP fue diseñado con el explícito propósito de producir terremotos.

      2- Espectáculos celestiales con hologramas 3D- Hoy es posible hacer proyecciones láser sobre nubes o vapor que parecen imágenes reales.

             3- Comunicación telepática artificial- Tecnologías como MEDUSA y TMS se han utilizado para inducir sonidos dentro del cráneo usando microondas, para inducir estados mentales y alterar el juicio. 

             4- Manifestación sobrenatural falsa- Existen algoritmos de redes sociales capaces de modificar percepciones colectivas. Es posible crear figuras falsas, manipular audio y videos con IA e incluso simular un arrebatamiento religioso.

   
Casco de Dios
     Vivimos en una era donde la percepción de la realidad pude ser creada o manipulada tecnológicamente, por tanto, 
es plausible desarrollar muchas de las tecnologías que dicha teoría menciona, aunque claro está, no necesariamente con los fines sugeridos por Serge Monast.

     Jesús ya advirtió:

     "Entonces si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis."  (Marcos 13:21)

     ¿Acaso el apóstol que escribió el libro de Apocalipsis conocía sobre el posible uso de hologramas 3D?
 
     Y ¿cuál es el propósito según la Biblia?

      “.Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.” (Mateo 24:24)

     Y ¿qué podemos decir de los satélites artificiales que circundan la tierra, pueden estos afectar la conciencia humana? 

   
Programa de Alta Frecuencia (HAARP)
     Las señales satelitales, amplificadas por antenas terrestres, podrían transmitir frecuencias específicas capaces de influir en la mente colectiva. Tecnologías como HAARP o TMS tienen ese potencial.

     Además, la manipulación moderna no requiere controlar a todos. Basta influenciar a líderes estratégicos mediante chantaje, seducción o sugestión tecnológica. La masa se programa a través de medios, redes y repetición emocional.



     Marshall McLuhan lo resumió así:
     “Las personas no creen lo que es cierto, creen lo que se les repite.” McLuhan



     Más allá de las teorías, la pregunta clave no es tecnológica, sino espiritual:

¿Hasta qué punto puede la tecnología reemplazar la experiencia espiritual y manipular las creencias humanas?

   
Estimulación Magnética Transcraneal (TMS)
     Hoy se crean "dioses" con inteligencia artificial y rituales virtuales. El verdadero peligro no es un rayo láser en el cielo, sino en que la humanidad 
acepte una espiritualidad sin verdad. 

     "Y hará grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres." (Apocalipsis 13:13)

     No obstante, la gente cede voluntariamente su atención, privacidad y pensamiento crítico por ilusiones, es decir, la esclavitud moderna es voluntaria. No es impuesta con cadenas, sino con entretenimiento y desinformación. La verdadera liberación es espiritual, no digital.

     Como dice la sátira romana:
     "Si les das pan y circo, no se rebelarán." Juvenal

   
Holograma proyecto Blue Beam
     Por eso las Sagradas Escrituras nos aconseja:

“Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento.” (Romanos 12:2

     Mucha de estas tecnologías son técnicamente posibles o están en desarrollo, pero el verdadero riesgo no radica en su existencia, sino en cómo se usa para distorsionar la fe, la percepción y manipulación de la conciencia colectiva. El desafío para los cristianos de este tiempo no será distinguir entre Dios y el diablo...sino entre lo real y lo simulado.     



  “Despiértate, tú que duermes...” (Efesios 5:14)


¡Que Dios los bendiga y los guarde!


Frank Zorrilla

sábado, 7 de junio de 2025

NEUROPLASTICIDAD Y PROSODIA: El Secreto de la Formación Infantil y los Traumas del Adulto

 Mis queridos hermanos y amigos,


     A lo largo de mis reflexiones, he encontrado que las palabras no solo comunican, sino que construyen. En especial, las que van dirigidas a un niño. Hoy quiero compartir con ustedes un tema que toca profundamente el alma y, a la vez, está respaldado por la ciencia: el poder de nuestra voz en la formación del ser humano.

     Este artículo nace del deseo de unir tres perspectivas que, lejos de contradecirse, se complementan: la neurociencia, la espiritualidad humana y la sabiduría bíblica. Entre los 7 y los 14 años se definen muchas de las bases que determinarán quiénes seremos como adultos: nuestra seguridad, nuestra identidad y hasta nuestra capacidad para amar o perdonar.

     Te invito a leer este texto con mente abierta y corazón dispuesto. No está escrito para juzgar, sino para despertar conciencia. Que nuestras voces —como padres, maestros, pastores o cuidadores— no sean solo sonido, sino también dirección, ternura y verdad.

Con gratitud,

Frank Zorrilla


Neuroplasticidad y Prosodia: El Secreto de la Formación Infantil y los Traumas del Adulto 


          "La muerte y la vida están bajo el poder de la
lengua..."
(Proverbios 18:21)


¿Sabías que el período comprendido entre los 7 y los 14 años son los más importantes en la formación de un niño? 

     Entre los 7 y los 14 años, el ser humano atraviesa una de las etapas más trascendentales en la construcción de su identidad emocional, cognitiva y espiritual. Aunque la infancia temprana sienta las bases del lenguaje y la relación con el mundo, es en este segundo tramo (edad comprendida entre los 7 y 14) donde se consolidan de forma más profunda los patrones neuronales que definirán cómo ese niño percibirá el amor, la autoridad, la corrección y, en última instancia, su propio valor.  

     La ciencia ha identificado este período como una ventana crítica de neuroplasticidad especializada: las conexiones cerebrales se reorganizan, se refuerzan o se eliminan según las experiencias vividas y, especialmente, según la carga emocional de esas experiencias.

      Mientras el niño va experimentando esa trancisión de latencia hacia la adolescencia, quizás nos concentraremos en los aspectos físicos: su cuerpo experimenta cambios, al igual que en su comportamiento. Son los aspectos tangibles de ese desarrollo, pero y ¿Qué de los invisibles como la mente y el alma?..  

     En este contexto, 
la prosodia
que no es más que: el tono, la entonación y el ritmo con que nos dirigimos al niño, casi pisando la autonomía como ser social, se convierte en una herramienta decisiva. Desde la neurociencia, sabemos que la prosodia activa circuitos del sistema límbico, que gobierna las emociones y la memoria emocional. Es como si la prosodia fuera la arquitectura oculta del cerebro. Por  eso, no es solo lo que decimos, sino cómo lo decimos, lo que moldea la mente y el corazón.     

     Una corrección tierna pero firme fortalece la seguridad interior del niño; una instrucción cargada de agresividad o indiferencia puede dejar cicatrices invisibles que más tarde se manifestarán como inseguridad, rechazo o miedo al fracaso.  

     Es que la voz moldea el cerebro y el alma, y esa voz que el niño escucha se transforma en la voz que más tarde usará para hablarse a sí mismo. 

     ¿Es esta verdad ajena a la Biblia?

     En realidad no, porque este principio tiene un eco claro en la sabiduría bíblica:

   Con mucha paciencia se persuade al gobernante; la palabra dulce quebranta los huesos.” (Proverbios 25:15)

     Esta afirmación, lejos de ser solo poesía, refleja una verdad espiritual profunda: el tono de nuestras palabras tiene el poder de romper resistencias, de transformar actitudes y de edificar el alma. Jesús, el modelo perfecto de educador y guía, hablaba con autoridad pero también con ternura, con intención y compasión. Su tono, tanto como sus palabras, levantaba al caído, corregía con misericordia, daba esperanzas al corazón afligido y formaba discípulos seguros de su identidad.

     Desde una mirada espiritual, este periodo comprendido entre los 7 y 14 años representa el momento en que el alma del niño comienza a resonar con la voz del mundo que lo rodea. Si el tono que escucha es consistente, amoroso y justo, se construirá un “yo” seguro, sin necesidad de esconderse tras máscaras ni buscar validación externa.

     Por el contrario, si el lenguaje que lo forma es duro, sarcástico o emocionalmente indiferente, ese niño crecerá tratando de ganarse el amor o el respeto que no sintió. En muchos casos, esto da origen a lo que hoy llamamos síndrome del impostor: adultos exitosos por fuera, pero inseguros por dentro, incapaces de sentirse merecedores de lo que han logrado.    

     "Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten." (Colosenses 3:21).


     ¿Cuántos de nosotros, ya adultos, llevamos cicatrices en la mente, fruto de experiencias dolorosas que nos marcaron en aquellos años tan fundamentales de nuestra niñez?
   
     Enseñar, corregir y amar con la prosodia adecuada no es solo una técnica educativa; es un acto profundamente espiritual. Estamos moldeando cerebros, sí, pero también corazones. Y más aún: estamos modelando una imagen de Dios, de autoridad, de verdad y de amor.

     La ciencia lo confirma, la espiritualidad lo percibe, y la Biblia lo anticipó: no basta con decir la verdad; hay que decirla con gracia. Y en esa gracia se forma el alma de un niño… y con ella, el adulto que un día llegará a ser. Es como sembrar una semilla que no solo da sabiduría, sino también salvación emocional y espiritual en el corazón de ese futuro ser social.

     Este es un llamado a la acción para padres, educadores, líderes espirituales y cuidadores:

     Tus palabras no pasan desapercibidas. Cada vez que hablas a un niño, estás inscribiendo parte de su historia emocional. Sé intencional. Usa tu voz no solo para enseñar, sino para sanar, formar, bendecir y liberar. 

     Dale a ese niño el tono de voz que querrá escuchar en su interior cuando sienta dudas, miedo o necesite afirmación. Porque, ¿cuántos traumas nos habríamos evitado si nuestros padres, educadores, líderes espirituales y cuidadores no hubiesen sido tan ignorantes del poder que tenía su voz?

     ¡No repitamos los errores que nos marcaron!

     La voz que usamos con nuestros hijos puede sanar lo que una vez nos dolió. Porque no es solo lo que decimos, sino cómo lo decimos, lo que moldea su mente y su corazón. 

     Seamos la voz que nosotros mismos necesitábamos. Con amor, ternura y sabiduría, ayudémoslos a crecer sin miedo... y con identidad. Recordemos que durante los años críticos entre los 7 y 14, el niño no solo escucha: almacena emociones, graba tonos y asocia voces con su sentido de identidad. Lo que recibe en ese tiempo no desaparece: forma estructuras mentales y emocionales que pueden durar toda la vida. 

     De ahí la fuerza de esta verdad tan contundente:

"Mira al adulto y su comportamiento, y descubrirás a un niño traumatizado."

     Esta frase, respaldada por décadas de investigación en neurociencia y psicología del desarrollo, resume una realidad inevitable: el adulto que somos es consecuencia directa del niño que fuimos. El Dr. Bruce Perry, experto en trauma infantil, afirma:

"Lo que se repite en la infancia se convierte en estructura cerebral."  

       Por eso, educar con ternura, hablar con gracia y corregir con amor no es opcional: es esencial. Un tono de voz autoritario, agresivo o despectivo no solo corrige: lastima, y a veces de forma permanente.

   
     Desde la psicología del apego hasta la teoría del trauma, todo indica que los adultos heridos emocionalmente suelen ser niños no escuchados, ignorados o maltratados con palabras frías. Y  la Biblia ya lo sabía:

     "Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él." (Proverbios 22:6).

      Así como las dulces palabras pueden "triturar los huesos", también pueden curar el alma. Cuando hablamos con intención y amor, no solo estamos formando al niño de hoy, sino al adulto sano y libre de mañana.


¡Que Dios los bendiga y los guarde por siempre!


Frank Zorrilla