abandona justo cuando está a punto de conseguir el éxito. Lo deja a un metro de la meta. Lo deja en el último momento del partido, a un punto de la victoria.”
Nuestro transitar por la vida puede compararse con un maratón. Así lo consideró el gran apóstol Pablo cuando, de manera magistral, equiparó la vida del cristiano con esta disciplina deportiva en una de sus cartas. Una comparación que podemos extrapolar a cualquier meta o conquista que deseemos alcanzar durante nuestra estancia en esta tierra.
El apóstol, al observar esta exigente actividad deportiva, destacó tres aspectos clave: los corredores, la disciplina, y sobre todo, el propósito final de participar en el maratón: la obtención del máximo galardón. En aquel tiempo, se trataba de la "anhelada corona de laurel." Él lo expresó de la siguiente manera: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis.” (1Corintios 9:24)
En ciertos tramos del maratón, encontraremos espectadores que nos inyectarán ánimo. Sus energías pueden impulsarnos a seguir adelante, pero también pueden llevarnos a acelerar el ritmo sin medir las consecuencias. Es fácil dejarse llevar por la emoción del momento, pero cada tramo requiere su propia estrategia. Recordemos que no vemos el escenario completo, solo fragmentos de un largo camino con circunstancias. Por lo que tendremos que tener reservas para las colinas que se avecinan. Ese no es el momento propicio para abandonar nuestro plan o estrategia, no podemos dejarnos influenciar por las circunstancias transitorias y bajo esa influencia dejarnos arrastrar por emociones externas y dar todo lo que tenemos en reserva. El maratón no ha terminado, la estrategia debe seguir, nuestro ritmo de cadencia debe continuar enfocándonos en la meta.
A veces, nos asaltará la tentación de detenernos a admirar el paisaje. Sin embargo, el tiempo no se detiene, y la carrera continúa. Dejarse llevar por distracciones momentáneas puede hacer que perdamos el enfoque. En la conquista del éxito, a veces, nos llegará ese deseo de hacer una pausa y desenfocarnos de nuestros propósitos. Son esos momentos cuando nos asaltan los espejismos y farsa sensación de satisfacción transitoria. Mientras nos detenemos, otros avanzan y al sentirnos atrás, el desánimo toma lugar y abandonamos la carrera. “Sólo existe una persona capaz de limitar tu crecimiento o hacer que sea brillante: ¡TU MISMO!
Habrá tramos donde apenas encontraremos espectadores que nos animen, o en otros tramos más lúgubres, estaremos solos con los otros competidores. Son los momentos de incertidumbre y de soledad. Indudablemente, estos tramos van a doler; la fatiga dirá presente, sentiremos que el oxígeno escasea en nuestros pulmones, que nuestras piernas no responden, escucharemos el latido de nuestro corazón estrepitosamente y una gran voz en nuestro interior diciéndonos: ¡Detente! Son las mismas pruebas que enfrentamos en la vida cuando nos sentimos solos o cuando dudamos de nuestra capacidad para alcanzar el éxito. En palabras de un sabio dicho:
Un error que los maratonistas experimentados evitan es compararse con otros corredores. Al prestar atención a sus oponentes, además de perder el enfoque, puede desesperarse y arruinar su estrategia de competición. No podemos usar nuestro tiempo para fijarnos en el que va un paso delante, porque la vida es el examen más difícil. "La mayoría fracasa por intentar copiar a los demás, sin darse cuenta que todos, tenemos un examen diferente."
¿Llegarán todos los que corren a obtener el máximo galardón?… Desde luego que ¡No!
De los cientos de atletas que participan en un maratón, algunos solo correrán los primeros 5 o quizás 10 kilómetros; otros abandonarán a la mitad de la carrera, muchos otros, se acercarán a la meta, pero sus piernas y sus pulmones colapsarán; mientras que otros terminarán el recorrido para recibir un certificado por haber cruzado la meta. Solo uno se lleva el máximo galardón por haber terminado con el mejor tiempo.
Pero, ¿significa eso que los demás han fracasado?…
Sin lugar a dudas, muchos se sentirán desilusionados y frustrados por no haber terminado, otros por no haber obtenido el primer puesto a pesar de los años de preparación, pero otros tantos, volverán a intentarlo nuevamente mejorando la técnica y cambiando la estrategia. Más el objetivo seguirá siendo el mismo. Ellos analizarán lo que pudo haber fallado, y buscarán la forma de corregirlo. Porque el verdadero éxito no radica en no caer, sino en levantarse cada vez con más inteligencia y determinación.
¡Cuántos emprendedores y eruditos en diversos campos, no han tenido que enfrentarse con la penosa realidad de fallar en sus primeros, segundos y sucesivos intentos!… Solo los verdaderos guerreros, se mantienen firmes para hacer realidad sus sueños y sus ideas, aún a pesar de los intentos fallidos. Ellos no son mezquinos, celebran sus pequeños logros, porque los acerca hacia el objetivo que desean alcanzar.
Más allá del ámbito terrenal, el apóstol Pablo nos recuerda que también corremos un maratón espiritual: La carrera de la fe. Un camino hacia la excelencia espiritual y el máximo galardón: “La corona de justicia” que Dios ha prometido para aquellos que se mantengan fieles a sus mandamientos y preceptos.
¡Dios los bendiga y los guarde!
Frank Zorrilla