lunes, 8 de abril de 2019

"JESUCRISTO, EL GRAN FIASCO: Cuando la Tumba vacía derrotó al escepticismo."


Mis queridos amigos y hermanos,


La tumba vacía
     En marzo de 1966, mientras The Beatles coronaba la cima de la fama global, John Lennon declaró en una entrevista con el London Evening Standard

    "El cristianismo se irá. Se desvanecerá y reducirá. No necesito discutir eso; estoy en lo cierto. Somos más populares que Jesús ahora."

     La historia, sin embargo, se encargó de escribir su propia y contundente réplica. Solo cuatro años después, la banda se disolvió. En 1980, la vida de Lennon fue truncada. Para el 2010, el reinado del rock 'n' roll ya había eclipsado ante nuevos géneros. 

     ¿Y el cristianismo?

       No solo no se ha desvanecido, sino que sigue creciendo de forma exponencial a nivel global. La profecía de Lennon se estrelló contra una realidad inmutable: la tumba vacía sigue resonando con más fuerza que cualquier acorde de guitarra.

     "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán." (Mateo 24:35)

Sudario de Turín
     Es que muchas veces el eco del escepticismo se viste de arrogancia, pero siempre se topa con la Eternidad.

     La negación hacia Cristo no es nueva. Desde los albores del pensamiento moderno, muchos han intentado relegarlo al ámbito del mito o de la fábula. 

     Así lo consideró Tomás Jefferson, padre fundador de Estados Unidos, cuando afirmó con seguridad: 

     “Llegará el día en que el engendramiento de Jesús por el Supremo Hacedor como su padre, en el vientre de una virgen, será clasificado junto a la fábula de la generación de Minerva en el cerebro de Júpiter.”

     De igual forma, Friedrich Nietzsche proclamó, con una frase que aún retumba en la conciencia occidental:

     "¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado!"

Jesús Rey de Reyes
     Sin embargo, el eco de esa frase no anuncia libertad, sino un vacío existencial. En el más craso contraste, la tumba vacía de Cristo no proclama una muerte, sino una vida eterna. 

     "Yo soy la resurección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá." (Juan 11:25)

     Para los incrédulos, existe un Jesucristo histórico que no se puede pasar por desapercibido, ni tampoco borrarlo de los anales de la historia. A diferencia de las leyendas, el cristianismo se erige sobre hechos históricos verificables. Lucas, médico e historiador del Nuevo Testamento, redactó su Evangelio con una precisión meticulosa, detallando lugares, cargos públicos y personajes que la arqueología moderna ha confirmado repetidamente.
 
     El historiador judío Flavio Josefo (37-100 d.C.) escribió en sus Antigüedades Judaicas

      “En este tiempo había un hombre sabio llamado Jesús. Su conducta era buena y era tenido por virtuoso. Y mucha gente entre los judíos y otras naciones se hicieron sus discípulos. Pilato lo condenó a ser crucificado y a morir, y aquellos que habían sido sus discípulos no abandonaron su discipulado. Se les apareció tres días después... y estaba vivo." 

La tumba vacía
     Incluso el historiador romano Cornelio Tácito, hostil a los cristianos, documentó en sus Anales la crucifixión de Cristo bajo Poncio Pilato. Los hechos son innegables y no se pueden ignorar: Jesús existió, fue ejecutado y dejó tras de sí un movimiento que ningún poder humano ha logrado contener.

     El Sanedrín—tribunal supremo y órgano legislativo judío— creyó que la cruz pondría fin a la amenaza del nazareno. 

     Pilato selló la tumba y apostó guardias romanos para vigilarla y evitar cualquier intento de robo. Habían hecho todo lo humanamente posible.

Sudario de Turín
     Pero se toparon con lo divino. El sello romano fue quebrado, la piedra, removida, y el cuerpo, desaparecido. La pregunta que resonó en la mañana de Pascua sigue interpelándonos hoy:

     "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?" (Lucas 24:5) 

     Ni el imperio más poderoso de su tiempo pudo detener al Señor de la vida. Las teorías del robo del cuerpo, las alucinaciones colectivas o el mito, se desmoronan ante un hecho incontrovertible: la tumba estaba vacía, y miles de testigos, muchos de los cuales murieron por su testimonio, proclamaron haberlo visto resucitado.
 
     Tanto ayer como hoy, las mismas preguntas siguen flotando en el aire, desafiando la lógica humana y el paso de los siglos:
     
Soldados en vigilia 
       ¿Dónde está el cuerpo de Aquel que fue sepultado?

      ¿Cómo pudieron remover la enorme piedra que sellaba la entrada del sepulcro?

     ¿Cómo unos cuantos discípulos, atemorizados y perseguidos, habían logrado desactivar la estricta vigilancia de los soldados romanos?

    ¿Y cómo estos guardianes, entrenados para morir antes que fallar a su deber, pudieron permitir la desaparición de un cadáver que representaba un movimiento revolucionario considerado peligroso contra el Imperio, sin mostrar un solo rasguño ni indicio de enfrentamiento? 
 
      El silencio de la historia solo deja una respuesta resonando entre las piedras del sepulcro vacío: Él no está aquí, porque ha resucitado.

Soldados aterrados por la presencia de un ángel
     Imaginemos la escena: soldados romanos endurecidos por la guerra, recorriendo aldeas, interrogando y arrestando a los seguidores del hombre cuyo cuerpo había desaparecido misteriosamente. El sepulcro sellado estaba vacío, y el Imperio exigía una explicación lógica para lo inexplicable.

     Han pasado más de dos mil años, y aún hoy algunos hombres de ciencia siguen intentando hallar los huesos de Aquel que venció a la muerte, pero solo hallan una tumba vacía y una promesa cumplida: Él vive.

     Y es que ¿cómo se pueden encontrar los restos de la Vida misma?

     El sepulcro sigue vacío, y la luz de la resurrección continúa desafiando el escepticismo humano.

     "Por qué buscáis entre los muertos al que vive?" (Lucas 24:5)

     ¡Qué gran fiasco para los escépticos y para los detractores del Evangelio de la Vida!  
 
      Los siglos siguientes han visto nacer y morir ideologías que intentan  sepultar a Cristo bajo los escombros del racionalismo. Y, ante la desesperanza existencial, surgen expresiones como la de  Jean-Paul Sartre

      "El hombre es una pasión inútil."

     Frente a esto, el Evangelio presenta una declaración radicalmente opuesta:

     "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que han dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna." (Juan 3:16)

Rostro de Jesús según historiadores
      La fe cristiana no es una evasión, sino la respuesta divina al vacío que el nihilismo es incapaz de llenar. 

     El carácter de Cristo, la profundidad de sus enseñanzas y la transformación moral que ha impulsado en la historia son inexplicables para la mera ficción. Ni el poder de Roma, ni el escepticismo de la Ilustración, ni la ciencia moderna han logrado erradicar su influencia.

     Como bien reconoció el genio Isaac Newton

     "Encuentro más indicios de autenticidad en la Biblia que en cualquier historia profana."

     Su mensaje, eterno, diáfano y relevante, sigue resonando a través de los siglos, desafiando modas, declaraciones y escépticos: 

     "Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí." (Juan 14:6)

     Mientras el mundo cambia, una verdad permanece: la tumba vacía de Cristo no es un símbolo de ausencia, sino el testimonio eterno de una presencia victoriosa.

      Para desilusión de muchos, la tumba vacía sigue hablando. El misterio de la resurrección continúa humillando la arrogancia humana. 

Jesús es el camino, la verdad y la vida
     Y mientras los imperios y las filosofías se desmoronan, la cruz permanece en pie, y el nombre de Jesús sigue siendo proclamado en cada rincón del mundo.

   Todos los que creen en Él, viven abrazados bajo una promesa eterna de redención:

     "Porque Él vive, también nosotros viviremos." (Juan 14:19)

     Por tanto, si alguna vez has dudado de la existencia de un Jesucristo histórico, aquel que caminó, predicó y enseñó en el Medio Oriente sobre verdades espirituales y misterios divinos; si alguna vez cuestionaste al Maestro que habló de la hermandad entre los hombres, que predijo su muerte y  resurrección al tercer día, y que ofreció esperanza donde reinaba el vacío...

     Entonces considerarás que sus palabras, pronunciadas hace más de dos milenios, siguen cumpliéndose hoy:

     “El cielo y la Tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” (Mateo 24:35)
 
      
¡La gracia y las bendiciones de Dios sean contigo!

Frank Zorrilla






2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno y contundente!

Dios y la Ciencia_Realidades que debes saber dijo...

Gracias por visitar mi blog social. Bendiciones!!!