domingo, 14 de mayo de 2023

"ENTRE EL ACÍBAR Y LA MIEL: UN LLAMADO A HONRAR A LA MUJER QUE NOS DIO EL SER"


Mis queridos amigos y hermanos,


     Entre los hermosos poemas que escribió el filósofo y humanista Andrés Bello, hay uno en particular cuyos versos elevan una plegaria al cielo,  intercediendo por los mortales que necesitan benevolencia y perdón. Me refiero al poema titulado: "La oración por todos."  En este día tan especial, cuando observamos la tradición griega de rendir tributo y homenaje al ser escogido por Dios para henchid la Tierra, quiero compartir un fragmento de este poema:

                 "Y ante todo, ruega a Dios por tu madre: 
         por aquella que te dio el ser, y la mitad más bella 
                 de su existencia ha vinculado en él;
                que en su seno hospedó tu joven alma, 
               de una llama celeste desprendida; 
              y haciendo dos porciones de la vida,
                tomó el acíbar y te dio la miel "....  
                           
        Andrés Bello

     A través de toda la primorosa composición, se percibe una melancolía esmaltada de exquisitas reflexiones, delicadas y certeras. Pensamientos bellamente poéticos que resaltan las cualidades de un ser único: la mujer convertida en Madre...

     Ese ser que, como bien dice el poema,"se bebió el jugo denso y amargo del aloe (acíbar), y en su lugar, te dio a beber sustancia dulce (miel)"... 

     Sin lugar a dudas, todos estamos en deuda con la que nos dio el ser. Con aquella que nos brindó sus embelesos, que nos arrulló en sus brazos, que soportó largas noches de insomnio velando por nuestro bienestar, y cuyo corazón se dio en pedazos hasta entregarnos el suyo por completo.

      Solo Dios, por su infinita grandeza y excelsa majestad, puede ser comparado con el amor de madre. Ese amor incondicional que sobrepasa toda barrera imaginable, cuyo valor es inmensurable y  que representa al Creador mismo como fuente de vida.
     El quinto mandamiento de la ley divina nos dice:

"Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da." (Éxodo 20:12).

     Este mandamiento viene acompañado de una promesa. Promesa de bendición para quienes respetan, aprecian, enaltecen, dignifican, distinguen y galardonan a aquellas que Dios utilizó como instrumentos para darles la vida. Cabe notar que  este mandamiento, no establece un límite de tiempo: lo que implica que debemos honrar a nuestros padres todos los días de nuestra existencia. Y mientras lo hagamos, el Señor promete alargarnos los días sobre la Tierra.
  
Lamentablemente, en nuestros tiempos modernos, las campañas mediáticas  a través de los medios de difusión en masa, como son: programas televisivos, cine y las redes digitales, de una forma sutil pero efectiva, han contribuido a debilitar el respeto hacia nuestros progenitores. Argumentan la "igualdad de derechos" de los individuos, sin reconocer el valor sagrado de quienes nos dieron la vida. Otros, en cambio, ven estos programas como un reflejo de la decadencia sociocultural en la que vivimos, donde los nuevos valores distorsionan la relación entre padres e hijos.


      Según algunos psicólogos, la irreverencia de los jóvenes hacia sus padres cuando se analiza desde un jerarquía de valores, sin preservar un respeto especial, es algo muy normal. Se trataría simplemente de una "rebeldía psicosocial transitoria" que la juventud moderna experimenta como parte de su desarrollo. Sin embargo, no podemos ignorar que muchos de estos mensajes mediáticos forman parte de una estrategia más profunda, cuyo propósito es socavar los principios divinos contenidos en el quinto mandamiento.
     
     Considero, sin exagerar, que la proliferación de guiones televisivos  donde la interacción entre madre e hijo carece de respeto, no es casual. Son tácticas dañinas que estimulan comportamientos nocivos y contrarios al diseño de Dios. Son muchos los que se dejan persuadir por estas corrientes que buscan quebrantar los lazos sagrados entre padres e hijos. 
     No olvidemos que el enemigo de nuestras almas no desea nuestro bienestar. Como ladrón, viene solo para hurtar, matar y destruir. Pero la obediencia a Dios es fuente de vida y abundancia. 
 Hoy, una gran cantidad de jóvenes y adultos actúan bajo influencias contrarias al propósito divino.  Levantan la voz a sus madres, las agreden, las desprecian, las humillan. Algunos se avergüenzan de ellas por su condición humilde; otros las abandonan y ni siquiera las toman en cuenta. Y, paradójicamente, un mísero día al año, "el día tradicional" con raíces paganas griegas, se acuerdan de esa mujer que sacrificó todo por ellos: el sustento de vida, educación y cuidados. Les dan un regalo material, un abrazo vacío o una palabra amable, solo para cumplir con la costumbre. 

     Recordemos el sabio consejo del apóstol Pablo: 
"Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la Tierra." (Efesios 6:1-3). 
   
     
Aprecia el amor de tu madre. Distingue su vida entre las demás mujeres. Ámala inmensamente,  porque es única. Honra su existencia todos los días que Dios te conceda tenerla a tu lado. Mantén el lazo de comunicación e interacción con ella, sin  importar la distancia o los cambios de vida. No olvides que es tu deber, como persona agradecida, honrarla mientras vivas. 


     Y si ya no la tienes contigo, recuerda que Dios, en su infinita bondad, ha prometido un reencuentro glorioso con aquellos que partieron. Allí, junto a esa madre que te dio el ser, podrás estar por "¡TODA LA ETERNIDAD!"
     Porque honrar a una madre no es solo recordarla con flores o palabras, sino continuar su legado de amor, sacrificio y fe. Cada acto de gratitud hacia ella es una semilla sembrada en lo eterno, una manera de reconocer que el amor verdadero, aquel amor que da sin esperar, tiene rostro, y ese rostro muchas veces se llama "mamá". En un mundo que cambia y olvida, que se mueve rápido y desecha, honrar a la madre es un acto de resistencia espiritual, un eco del cielo en la tierra, un reflejo del amor de Dios manifestado en carne y ternura. 

           ¡Feliz día de las Madres, mi querida vieja!


¡Qué Dios los bendiga rica y abundantemente!

Frank Zorrilla









sábado, 29 de abril de 2023

LA MENTIRA: "El Arte Oscuro que Esclaviza al Hombre...¿Instinto Social o Herencia del Maligno?"

 Mis queridos amigos y hermanos,

“El hombre que miente a sí mismo y escucha su propia mentira llega a un punto en que no puede distinguir la verdad dentro de él, y por tanto, pierde todo respeto por sí mismo y por los demás." Fiodor Dostoievski

     La capacidad de mentir de manera intencional y conscientemente ha acompañado al ser humano desde que existe el raciocinio. La mentira no surge como un accidente, sino como un comportamiento aprendido y, en muchos casos, normalizado.

     ¿Desde qué edad empezamos el aprendizaje del engaño?

      Las investigaciones del neuropsicólogo Kang Lee, de la Universidad de Toronto, sobre el fenómeno de la mentira en etapas tempranas, revelan que su emergencia forma parte del desarrollo cognitivo, lingüístico y social del niño. Dicha conducta, potencialmente impulsada por el miedo a las represalias, requiere de una intervención correctiva oportuna para evitar que se consolide como un rasgo de personalidad en la edad adulta, donde el individuo podría emplear el engaño como estrategia para manipular, encubrir o ganar algún beneficio. A continuación, los datos estadísticos derivados de dicho estudio.

        A los 2 años, el 30% de los niños mienten y 70% dicen la verdad.

    ⁃    A los 3 años, el 50% mienten y 50% dicen la verdad.

    ⁃    A los 4 años, más del 80% mienten.

    ⁃    Después de 4 años, la mayoría de los niños mienten con una naturalidad tan impresionante, que aún los padres, tienen dificultad en diferenciar entre la verdad y la mentira.   
     

    ¿Por qué mentimos? ¿Cuáles son las razones ocultas?

     Las razones son múltiples: 

  • Para agradar o causar buena impresión. 
  • Para excusarse o evitar castigos.
  • Para obtener beneficios o derechos.
  • Para proteger la propia imagen.
  • Para no herir los sentimientos de otros.
  • Para ocultar inseguridades, baja autoestima o temores.

     La mentira puede ir desde una "evasión inocente" hasta una manifestación patológica, como ocurre en el caso de los mentirosos compulsivos, sociópatas o psicópatas. 

     Como afirmó el escritor Mark Twain:

     "Una mentira puede viajar por medio mundo mientras la verdad aún se está poniendo los zapatos."
   
     Las sociedades han terminado por normalizar la mentira. Incluso en contextos religiosos o morales donde se condena, 
ésta sigue ejerciendo dominio. La doble moral convierte la verdad en una rareza y la mentira en un recurso cotidiano. 

     Crecí en el seno de una familia donde estaba prohibido mentir, pero cuando comencé a observar detenidamente, me percaté de que todos lo hacían: amistades, parientes, profesores e incluso mis padres. La prohibición parecía aplicarse como de una forma arbitraria e hipócrita, por lo que la misma mímesis de la moral era en sí una mentira. Por supuesto, con todos esos buenos ejemplos a mi alrededor y como era un niño que siempre estaba metido en algunas travesuras, pronto encontré irresistible el fino arte de mentir intencional y conscientemente.
  
     El profesor David Livingstone, de la Universidad de Nueva Inglaterra, sostiene que el ser humano miente "tan espontáneamente como respira o suda". La plasticidad del cerebro permite que el hábito de mentir se convierta en un mecanismo de adaptación social.

     Algunos expertos llegan a considerar la mentira como "una habilidad esencial para la convivencia humana", aunque esta afirmación abra un inquietante debate ético.

     Y ¿qué de las llamadas: "mentiras blancas" o piadosas?...¿Son realmente inofensivas o una sutil puerta hacia la falsedad?

     El color de la mentira no cambia la esencia: toda mentira, aunque sea "mentira blanca o piadosa"se fundamenta en una expectativa falsa y se aleja de la realidad. Muchas veces estas pequeñas justificaciones son la puerta de entrada a un hábito más profundo y dañino. 

     El filósofo Friedrich Nietzsche lo expresó con crudeza:

     "Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que de ahora en adelante ya no pueda creerte."  

     La Escritura es contundente respecto a la mentira. El octavo mandamiento lo declara sin rodeos: "NO MENTIRÁS". Desde el Génesis, la mentira fue la herramienta de Satanás para engañar a Eva: 

     “Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis del fruto, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.” (Génesis 3:4-5)… 
   
  Este engaño no solo trajo la caída del hombre, sino que marcó a la humanidad con un comportamiento repetido hasta hoy. Jesús mismo advirtió sobre la raíz espiritual de la mentira: 

     "Vosotros sois de vuestro padre el diablo... porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira." (Juan 8:44).

     ¿Cuáles son las consecuencias de mentir?

  • Se pierde la credibilidad y el respeto.
  • Deteriora las relaciones personales y sociales.
  • Encierra al individuo en un mundo ficticio que no soporta la luz de la verdad.
     
     La vida del mentiroso es una construcción sobre arena, destinada a derrumbarse.
    
      Por eso Jesús afirmó: 

"Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres." (Juan 8:32)

     En las Sagradas Escrituras encontramos innumerables relatos y episodios donde la mentira es usada como artificio para diversos fines. 

  •  Jacob, mintió miserablemente a su padre para obtener el beneficio de la progenitura. 
  • Pedro, negó reiteradamente ser discípulo de Jesús por miedo a ser azotado y/o crucificado.
  • Ananías, por avaricia al dinero mintió a los apóstoles.

     Sin lugar a dudas, no somos distintos, seguimos arrastrando el mismo comportamiento como si fuese una mutación de una artimaña aprendida. Poseemos el ADN del hombre de pecado, y al recurrir al acto intencional-consciente de mentir, nos hacemos cómplices e imitadores del “padre de la mentira." En palabras crudas, nos ofrecemos voluntariamente a ser hijos adoptivos del Maligno.
    

      Desafortunadamente, la mentira seguirá siendo una tentación presente en la vida humana, pero no debe convertirse en un estilo de vida. La sociedad no puede subsistir sin confianza; la verdad es la base de toda convivencia y de toda paz duradera. 
    

     El apóstol Pedro nos deja una exhortación vigente:

"el que quiere amar la vida y ver días buenos, debe refrenar su lengua de hablar el mal, y sus labios de decir mentiras." (1Pedro 3:10). 

     Una prudente exhortación que deberíamos adoptar como código de conducta, porque la verdad no es solo un valor moral, es un principio divino que nos devuelve la paz interior y nos reconcilia con los demás. 

¡Dios los bendiga y los guarde!

Frank Zorrilla