viernes, 28 de octubre de 2022

EL PODER DE LA COMPAÑÍA: UNA NECESIDAD HUMANA Y ESPIRITUAL

Mis queridos hermanos y amigos,


     “La soledad se admira y desea cuando no se sufre, pero la 
necesidad humana de compartir cosas es evidente.”
 
Carmen Martín Gaite



     Ninguna persona fue creada para vivir en soledad, sino para relacionarse con los demás y disfrutar de su compañía. ¡Somos seres sociables por naturaleza!… Por lo tanto, es un gran error pensar que los seres humanos no necesitamos a nadie. ¡Al contrario! El compañerismo y la amistad son esenciales para vivir en plenitud.

      ¿Cuántas veces deseamos estar a solas para encontrarnos con nosotros mismos? 

Sin embargo, una vez superamos esa crisis existencial, la necesidad de compartir con los demás renace, como una flor en primavera. Como dijo el  poeta español Gustavo Adolfo Bécquer: 

“La soledad es muy hermosa…cuando se tiene alguien a quien decírselo.”

     ¿Sabías que vivir en soledad, representa un riesgo para la salud mental?…

     Un estudio del Instituto de Salud Ocupacional de Finlandia reveló que las personas en edad laboral que viven solas tienen un 80% de probabilidad de sufrir depresión que aquellas que viven en el seno de una familia o acompañadas.   

     Además, se descubrió que quienes viven solos compran un 80% más de antidepresivos en comparación con quienes tienen compañía. “Nada se puede hacer en soledad."  Pablo Picasso.     

     La Dra. Lura Pulkki-Raback, líder de la investigación, aseguró que el riesgo real de sufrir problemas mentales en quienes viven solos podría ser incluso mayor de lo que reflejan las estadísticas. 

     Los psicólogos y terapistas en el área de salud mental coinciden en que el apoyo emocional y el sentido de integración social protegen contra los trastornos mentales. Por esta razón, quienes esto se aíslan en busca de soledad tienden a deteriorar su bienestar emocional a medida que el aislamiento se prolonga. Como bien dijo Marilyn Monroe: “Vivir sola es como estar en una fiesta donde nadie te hace caso.”

     Ahora bien, ¿el aislamiento solo afecta la parte emocional? 

     En realidad, la soledad impacta tanto nuestra salud mental como nuestro bienestar físico. Las emociones ya sea miedo, tristeza, alegría, vergüenza, envidia, felicidad o sorpresa, generan respuestas físicas en nuestro cuerpo. Así, el aislamiento no solo nos entristece, sino también puede afectar nuestra salud de manera tangible.   

      Si Dios, en su excelsa e infinita sabiduría y majestad creó orden y cooperación en el mundo animal- donde existe cooperación mutua, además del mutualismo o simbiosis; esto es, la asociación de especies diferentes que se ayudan mutuamente para beneficiarse o sobrevivir- ¿Cómo iba a ser el ser humano la excepción?  

     Desde el principio,Dios estableció que la ayuda idónea o compañía emocional y física del hombre era una necesidad. Al crear Dios al hombre y ponerlo como mayordomo de todo lo creado, pudo haber permitido que conviviera solo con el reino animal y vegetal. Sin embargo, consideró que debía crear a otro ser similar para que éste no se sintiese solo. 

“Y dijo Jehová Dios: “No es bueno que el hombre esté solo.” Génesis 2:18.  

     Este versículo nos deja claro que el diseño humano incluye la necesidad de relacionarnos con otros. ¡Tal vez por eso la soledad nos golpea con tanta fuerza!

     El Dios que adoramos, es un Dios de relación y comunidad. Eso es algo evidente de su propia naturaleza. Él es la Trinidad- tres en uno; Dios el Padre, Dios el Hijo, Dios el Espíritu Santo.    

     Dios mismo es un ser de relación y comunidad. Su naturaleza trinitaria- Padre, Hijo y Espiritu Santo- muestra la importancia de la conexión y el compañerismo.

      En las Sagradas Escrituras, encontramos muchos ejemplos de personas que, aún a pesar de estar rodeadas de otros, experimentaron soledad. El rey David sintió esa soledad; y angustiado, clamaba a Dios para que fuera su refugio en momentos de angustia. Los Profetas de Dios también sufrieron el dolor del rechazo. Incluso Jesús experimentó la soledad cuando sus discípulos lo abandonaron.     

     Por eso, la Palabra Inspirada nos insta a vivir en comunión y ayuda mutua:

 "Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos." Mateo 18:20   

     Tan importante es la compañía que Jesús envío a sus discípulos de dos en dos a evangelizar, asegurando así apoyo tanto espiritual como físico.

   Eapóstol Pablo, en sus cartas, menciona las dificultades y la tribulación que enfrentó. Pero lejos de mostrarse como alguien desesperanzado, aislado o deprimido, siempre destacó la fortaleza que Dios le dio y la alegría de contar con amigos que lo apoyaron.  ¡Eran compañeros en el camino de la vida!  

     Por ese motivo, cuando les escribió a los cristianos que vivían en Filipos, les dijo que además de poner su confianza en Dios, reconocía que ellos habían estado a su lado y lo habían apoyado en los momentos más difíciles.

     Porque el verdadero compañerismo se trata de eso: estar con los demás en los buenos y malos momentos, ofreciendo ayuda y comprensión, y también permitiendo que otros nos acompañen cuando seamos nosotros quienes necesitamos de compañía.    

     En su doloroso camino al Gólgota, Jesús también recibió ayuda para cargar el pesado madero. Simón de Cirene tuvo compasión y acudió a su auxilio para alivianar su carga. De la misma manera, en algún momento de nuestra vida necesitaremos a alguien que nos extienda la mano con compasión. 

      Por eso, dejemos de lado el aislamiento voluntario. Dios nos da fuerzas para enfrentar cada situación y nos rodea de personas dispuestas a apoyarnos. ¡Celebremos la compañía de quienes nos aman! Aprendamos a ser buenos compañeros y a practicar la solidaridad.

    Recuerda: ¡la carga es más liviana cuando se comparte!

   ¡Dios los bendiga rica y abundantemente!

Frank Zorrilla

martes, 26 de julio de 2022

HIPOCRESÍA O COHERENCIA: ¿CÓMO REFLEJAMOS NUESTROS VALORES?

Mis queridos amigos y hermanos,   


“Es más fácil luchar por unos principios, que vivir de acuerdo con ellos." Alfred Adler 


     ¡Cuánta razón tenía el psicólogo Alfred Adler en la cita que abre este artículo!… La coherencia, esa virtud de coordinar congruentemente o alinear lo que pensamos, decimos y hacemos, ha sido siempre un ideal difícil de alcanzar, a veces incluso cercano al surrealismo. Esta armonía entre pensamiento, palabra y acción es precisamente lo que define la  “Coherencia.”


     En el ámbito social, la coherencia se asocia con conceptos como congruencia, integridad e interacción. Desde esta perspectiva, una persona coherente, es aquella cuya actitud es consecuente con su postura mental, de modo que los demás perciben una congruencia o una alineación entre su forma de pensar, sentir y actuar, incluso si no comparten sus ideas. Coherencia personal implica mantener una imagen fiel a los principios que una persona considera representativos de su identidad y responsabilidad social. En términos simples,  la hipocresía no forma parte de un individuo verdaderamente coherente.  
 
¿Es la coherencia una virtud innata en el ser humano?

      No. Como toda virtud, la coherencia es un hábito o comportamiento aprendido que se desarrolla con el tiempo. Al interactuar en una sociedad diversa y compleja, con valores y expectativas distintos, a menudo nos vemos tentados a modificar nuestro discurso o nuestras acciones para obtener aceptación o beneficios personales. Esta tendencia se asemeja al llamado “Síndrome del Camaleón”, donde la adaptación a diferentes circunstancias puede llevar a una incongruencia entre lo que se piensa y lo que se hace, dando lugar a actitudes  hipócritas en lugar de actuar en concordancia con nuestros principios y valores.  

     El ser humano es dinámico y se desenvuelve en una sociedad en constante cambio con movimientos oscilatorios de situaciones y oportunidades. Para ser verdaderamente coherente, es necesario alcanzar un alto nivel de integración personal. Un sujeto integrado se caracteriza porque su parte luminosa y su parte oscura son incluidas y aceptadas. La mixtura enriquece y aporta sabiduría y comprensión, tanto así mismo, como a los demás. Al no integrar esas características negativas con las positivas de nuestra personalidad, cometemos el error de usar dos caras en una misma moneda, la temida “doble moral” que tanto agobia y afecta a nuestra sociedad. 

 

A parte de los políticos a los que estamos acostumbrados:


¿Conoces en tu medio social alguna personalidad coherente y digna de imitar? 


     Los seres humanos somos seres falibles e imperfectos. Si bien debemos esforzarnos para ser coherentes en lo que predicamos y practicamos, es casi imposible alcanzar una coherencia total. Sin embargo, podemos aspirar a un nivel de coherencia lo suficientemente alto com para vivir de manera íntegra y satisfactoria. Como bien expresó Gandhi:


      “La felicidad consiste en poner de acuerdo tus pensamientos, tus palabras y tus hechos.” 

     Desde esta perspectiva, la coherencia está estrechamente ligada a la integridad, entendida como una conducta honesta y recta. Sin embargo, alcanzar un estado de felicidad basado en la coherencia no es tarea fácil. Solo al final de nuestras vidas, cuando evaluamos nuestras acciones, relaciones y principios, podemos determinar si hemos logrado un nivel significativo de coherencia entre lo que pensamos, sentimos y hacemos. 


     El psicólogo Walter Riso lo expresa de manera contundente:


     “Hay gente que funciona como una escopeta de perdigones: piensa una cosa, siente otra y sus actos se dispersan sin dirección.”



     Las Sagradas Escrituras nos ofrece numerosos ejemplos de coherencia,  e incoherencia en la conducta humana. Un caso notable es la reprimenda que el apóstol Pablo dirigió  a Pedro:

“Pero cuando vi a Pedro y algunos que andaban con él que no andaban con rectitud en cuanto a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como los judíos, ¿Por qué obligas a los gentiles a vivir como judíos. Ese es un acto hipócrita.” (Gálatas 2:11-14). 

     Pedro, pesar de ser uno de los discípulos más cercanos a Jesús y un precursor del Evangelio mucho antes que el apóstol Pablo, mostró una actitud incoherente con las enseñanzas que había recibido. Esto demuestra que la cercanía con el conocimiento o la verdad no siempre garantiza una conducta consecuente. En lugar de emular o imitar el comportamiento de Jesús, Pedro fingía un sentimiento contrario a sus creencias, tratando de encubrir lo que aún no había asimilado de sus enseñanzas.

     Si buscamos el modelo supremo de coherencia, lo encontraremos en Jesús de Nazaret. Su integridad y congruencia fueron puestas a prueba en múltiples ocasiones,  pero nunca se halló contradicción en Él. Como dice Hebreos 4:15:

 “Fue tentado tal como somos tentados nosotros, con la única diferencia de que él nunca cometió pecado.”  

     Jesús es el mejor referente para quienes buscan un modelo de vida basado en la coherencia. Su ejemplo nos invita a alinear nuestras acciones con nuestros principios, alcanzando así una mayor integridad y, en consecuencia, una vida más plena.   

     Etimológicamente, el término “coherencia” proviene de cohesión, lo que implica una relación lógica entre acción y consecuencia. Una persona coherente es aquella que mantiene una conexión clara entre lo que piensa y la manera en que actúa en su vida diaria. 


     Independientemente del contexto en que se desenvuelva un individuo, ya sea en el ámbito laboral, social o familiar la coherencia es fundamental. Un individuo incoherente genera desconfianza y pierde credibilidad entre los demás. Por ello, debemos esforzarnos por vivir de manera alineada con nuestros valores, evitando la hipocresía y practicando la autenticidad en nuestras relaciones.


¡Dios los bendiga rica y abundantemente!


Frank Zorrilla