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| ¡No! a la maldad |
¿Es la maldad humana una construcción adquirida por el entorno social, o tiene origen en una condición innata inscrita en nuestra naturaleza biológica?
Mis queridos amigos y hermanos:
Vivimos en una sociedad donde emergen con inquietante facilidad manifestaciones de violencia, crueldad y perversidad. Ante esta energía caótica que parece brotar desde el interior del ser humano, diversas corrientes filosóficas han intentado comprender su origen y su propagación.
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| maldad del hombre en acción |
Algunos pensadores sostienen que la maldad nace en el corazón de cada individuo, pero no permanece allí: con el tiempo toma forma en la sociedad, se infiltra en las leyes, se normaliza en las costumbres, y acaba por corromper el conjunto del tejido social. No se trata únicamente de actos aislados, sino de un mal que se institucionaliza y se vuelve estructural.
Como expres José antonio Pagola:
“La maldad nace del corazón de cada individuo, pero constataban cómo toma luego cuerpo en la sociedad, las leyes y las costumbres, para terminar corrompiendo todo.”—
El filósofo Thomas Hobbes, sostenía que el ser humano, en su estado natural, es conflictivo, agresivo y egoísta. No sería la sociedad quien lo corrompe, sino que lleva dentro impulsos e instintos que, ante ciertos estímulos, se desinhiben y expresan abiertamente.
"El hombre es un lobo para el hombre."— Thomas Hobbes.
Lamentablemente, todo ser humano alberga la capacidad de hacer el mal, aunque muchos logramos mantener ese potencial en pausa!...
Esta visión pesimista encuentra ecos en pensadores posteriores. El filósofo rumano Emil Cioran, desde un punto de vista misántropo y existencial, llegó a afirmar:
"No hay falta por grave que sea que no me haya sentido capaz de cometer."
Esta confesión de una universal capacidad para el mal resuena, aunque desde un ángulo muy distinto, con una verdad bíblica profunda:
"No hay justo, ni aun uno." (Romanos 3:10).
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| El monstruo interior que vive dentro |
Sin embargo, la diferencia es crucial: mientras Cioran contempla esta realidad como una condena existencial y fuente de desesperación, el cristianismo la presenta como el punto de partida necesario para reconocer la necesidad de la gracia.
Esta visión pesimista también encuentra ecos en observaciones modernas. Como señaló Charles Darwin:
"Dejamos de buscar monstruos debajo de nuestra cama cuando nos dimos cuenta de que estaban dentro de nosotros."
Muchos pensadores añaden que atribuir el mal únicamente a factores externos es un mecanismo psicológico de defensa: mirar hacia afuera evita el dolor de examinar el interior. Es una actitud de buscar en el exterior lo que en efecto es parte intrínseca y autóctona de todo ser racional consciente. Es un mecanismo inconsciente de defensa ligado al instinto de preservación. En este sentido, Carl Jung advierte:
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| ¿Qué vivo dentro del ser humano? |
"Quien mira hacia afuera, sueña; quien mira hacia adentro, despierta."— Carl G. Jung
Pero, ¿qué señalan los expertos en psicología?
Desde la psicología se postula que en cada persona coexisten dos tendencias básicas:
1- Una inclinada hacia el mal, que se expresa mediante engaño, sadismo, envidia, crueldad, manipulación y otros actos cuyo propósito último es causar daño.
2- Otra inclinada hacia el bien, que se manifiesta como amor, armonía, solidaridad, compasión y bondad.
Carl Jung denominó "la sombra" a esa primera tendencia, como la parte reprimida que todos cargamos:
"Hasta que no hagas consciente a tu inconsciente, este dirigirá tu vida y tú lo llamarás destino."— Carl G. Jung.
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| geneticamente comprometidos con el mal |
Expertos en psicología, antropología y sociología afirman que los patrones de conducta maligna se forman mediante una compleja interacción de procesos biológicos, culturales y ambientales. Influyen las experiencias traumáticas, las crianza y los modelos familiares y sociales.
Sin embargo, otra corriente sostiene que ciertas predisposiciones pueden ser innatas y estar vinculadas a la información genética. Entre estas propuestas destaca la investigación que relaciona dicha predisposición con algoritmos genéticos programados en el cromosoma X. En este contexto, resulta clave una enzima neuronal llamada monoamino oxidasa- A (MAO-A), que también recibe el nombre de “gen guerrero”.
No obstante, aunque los exámenes clínicos han identificado en cerebros de psicópatas ciertas anomalías — como variaciones en la densidad y el funcionamiento del sistema límbico —, la ciencia aún no ha logrado descifrar con certeza las razones últimas que motivan al ser humano a procurar el mal o perjudicar deliberadamente a otros.
Estas alteraciones estructurales en el sistema límbico podrían deberse, en parte, al impacto que la regulación de neurotransmisores por parte de la enzima MAO-A ejerce sobre el desarrollo y la funcionalidad de dicho sistema. Aun así, las explicaciones científicas que intentan vincular ambos fenómenos se apoyan en conjeturas y análisis parciales que, por ahora, no resultan concluyentes.
Lo que sí han observado diversos estudios es que niveles anormales de la enzima monoamino oxidasa- A en la corteza cerebral inhiben la correcta metabolización de neurotransmisores como la dopamina, lo que puede generar alteraciones en:
- Los comportamientos violentos.
De lo expuesto podemos entonces deducir que:
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| La misantropía de Emil Cioran |
si el hombre actúa de forma irracional y nociva contra su propia naturaleza, ¿debemos buscar la causa en su genética, en su biología, o cabe hallarla en otra dimensión?...
La ciencia es clara al respecto: los genes influyen, pero no determinan. Por lo tanto, la biología, según los hombres de ciencia, no condena al ser humano a un destino fijo.
Ante esta disyuntiva, resulta impresionante que mucho antes que la neurociencia, la psicología moderna o el existencialismo de Cioran, la Biblia describía con precisión esa lucha interna entre dos naturalezas. El apóstol Pablo, con voz angustiada, lo expresaba así:
“Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí." (Romanos 7:19-20)
Aquí se describe una  |
| reflexión de un sabio |
tensión moral interna que el ser humano, por sí solo, no logra superar. Este pasaje reconoce la misma capacidad universal para el mal que constatan filósofos y psicólogos, pero la enmarca dentro de una narrativa teológica particular.
La Escritura sitúa el origen último de la maldad humana en una dimensión espiritual:
“Y vio Dios solo que había hecho, y he aquí que eran bueno en gran manera..." (Génesis 1:31)
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| Campo Magnético 5000 veces mayor al cerebro |
El relato bíblico afirma que la humanidad fue creada buena, como reflejo de un Dios que es amor. Pero tras la caída, o introducción del pecado, esa bondad original se distorsionó corroyendo el corazón del hombre.
Es notable que la Biblia identifique el corazón como el epicentro del mal:
"Porque del corazón provienen los malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios y calumnias." (Mateo 15:19)
No obstante, curiosamente la ciencia moderna descubre en el corazón características que van más allá de su función biológica:
- Es el primer órgano en formarse en el embrión (late desde la tercera semana de gestación).
- Contiene células neuronales propias, lo que ha llevado a algunos científicos a hablar de un "cerebro del corazón."
- Genera un campo electromagnético miles de veces más intenso que el del cerebro.
- Existe una comunicación bidireccional constante entre el corazón y el cerebro, influyendo en pensamientos, emociones y percepciones.
Esta conexión profunda parece coincidir con la sabiduría bíblica milenaria: el corazón no es solo un músculo, sino centro integral de la vida espiritual, moral y emocional.
De todo lo anterior surge la pregunta crucial:
¿Puede el ser humano vencer su inclinación al mal?
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| Cromosoma X |
Ni la genética, ni la cultura, ni la psicología han logrado explicar de manera definitiva esta tendencia, y mucho menos han ofrecido una transformación radical de la raíz del problema. La filosofía, como muestra Cioran, puede diagnosticar la profundidad de la condición humana, pero a menudo termina en la desesperación.
La Biblia propone una respuesta contundente: la transformación verdadera ocurre cuando Cristo renueva la mente y el corazón.
“No os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto.” (Romanos 12:1-2).
El evangelio no se limita al perdón; afirma poder reprogramar la naturaleza interior, romper ciclos destructivos, sanar heridas profundas y restablecer la conexión con lo divino, ofreciendo esperanza donde otras perspectivas solo ven un destino ineludible o un vacío existencial. Considero que la maldad humana es un fenómeno multifacético que no puede entenderse desde una sola perspectiva. Es:
- Espiritual, porque nace de una ruptura en la relación con Dios.
- Psicológico, porque opera desde la sombra del inconsciente.
- Biológico, porque está influenciado por nuestra herencia genética.
- Social, porque el ambiente y la cultura modelan su expresión.
- Filosófico, porque plantea cuestiones fundamentales sobre la naturaleza y la libertad humana.
Sin embargo, la propuesta bíblica es que la solución final es unitaria y transformadora: Cristo cambia lo que la ciencia puede describir y redime la condición que la filosofía no puede más que lamentar.
"Y os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros." (Ezequiel 36:26)
Nota:
Este artículo presenta una perspectiva que integra fe y razón. Se invita al lector a reflexionar y profundizar en cada una de las dimensiones aquí expuestas.
¡Dios los bendiga y los guarde!
Frank Zorrilla