domingo, 9 de abril de 2023

LA TUMBA VACÍA: EL TRIUNFO DE CRISTO SOBRE LA MUERTE.

Mis queridos amigos y hermanos,


Jesús sale de la tumba
     La noche del primer día de la semana transcurría lentamente. Se acercaba la hora más sombría, justo antes del amanecer. Cristo aún yacía en su estrecha tumba. La colosal piedra seguía en su lugar; el sello del imponente imperio romano permanecía intacto; los guardias romanos vigilaban, pero no estaban solos. Vigilantes invisibles rodeaban el lugar: huestes de  ángeles caídos se cernían sobre el lugar, decididos a impedir la victoria de la luz sobre las tinieblas. Si hubiera sido posible, el príncipe de las tinieblas, con su ejército apostata, habría mantenido sellada para siempre la tumba que resguardaba al Hijo de Dios. 

     Pero Jesús no estaba abandonado. Un ejército celestial rodeaba el sepulcro. Ángeles excelsos en fortaleza guardaban la tumba, listos para dar la bienvenida al "Príncipe de la vida."

     “Y he aquí que fue hecho un gran terremoto; porque un ángel del Señor descendió del cielo.” (Mateo 28:2). Revestido con el poder de Dios, este ángel descendió de los atrios celestiales para cumplir la misión que culminaría el proyecto de salvación concebido desde la caída: la redención eterna del hombre y su regreso al Creador. Rayos resplandecientes de la gloria divina le precedieron e iluminaron su senda. “Ese Ángel con aspecto como relámpago, y con vestido blanco como la nieve, hizo que los guardas romanos sintieran tanto miedo y asombro ante su presencia, que cayeron como muertos." (Mateo 28:2-4). Podemos suponer que, ante una encomienda de esta magnitud, como era la culminación del plan de redención, Dios envió a uno de los ángeles más poderosos de los atrios celestiales.

     La tierra tembló al acercarse este ángel. Las huestes de las tinieblas huyeron despavoridas, y la gloria de Dios se manifestó con majestuoso estruendo. Los soldados, atónitos, vieron cómo se removía la enorme piedra que sellaba el sepulcro, y, como en aquella ocasión cuando Jesús llamó a Lázaro, me imagino que escuchan una poderosa voz clamando: "¡HIJO DE DIOS, SAL FUERA; TU PADRE TE LLAMA!". Los soldados en estado de pánico, vieron al Cristo resucitado salir con gloria de la tumba, proclamando sobre el sepulcro abierto: “¡Yo soy la resurrección y la vida!”. Mientras ascendía en majestad y gloria, los ángeles que lo habían custodiado se postraron en adoración delante del Redentor y le dan la bienvenida con cantos de alabanza.

     Si observamos atentamente el relato bíblico de la muerte y resurrección de Jesús, notaremos un detalle fascinante: un terremoto marcó el momento en que Cristo depuso su vida, y otro terremoto anunció su victoria sobre la muerte. Las Sagradas Escrituras señala que fenómenos similares ocurrirán cuando Cristo venga en busca de su pueblo.

     El que venció al sepulcro emergió como un conquistador, entre el bamboleo de la tierra, el fulgor de los relámpagos y el rugido de los truenos. La tumba vacía significa la derrota del príncipe de las tinieblas, el final de su reino y su destrucción final. ¡Proclama el poder de Dios sobre la muerte!

La tumba de Cristo
     Cuando el ángel clamó: “¡Tu Padre te llama!", el Salvador salió de la tumba por la vida que había en Él. Así se confirmó la verdad de sus palabras: “Yo pongo mi vida, para volverla a tomar.” (San Juan 10:17). Jesús tenía la autoridad sobre su propia existencia; poseía el poder de romper las cadenas de la muerte“Destruid el templo, y en tres días lo levantaré.” (San Juan 2:19), había dicho, aludiendo a su cuerpo como templo viviente. 

     La Tumba vacía es símbolo y garantía de la resurrección de todos los justos. La promesa es clara: “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con él a los que durmieron en Jesús.” (1Tesalonisences 4:14). La prueba contundente de esta verdad es que, cuando Cristo resucitó, una multitud de cautivos también lo hizo con Él. "Y los sepulcros se abrieron; y hasta muchas personas santas, que habían muerto, volvieron a la vida.” (Mateo 27:52). El terremoto que ocurrió en su muerte había abierto sus tumbas, y cuando Jesús resucitó, ellos salieron con Él. Fueron colaboradores de Dios que, incluso a costa de sus vidas, habían testificado de la verdad. Ahora se convertían en testigos del Resucitado. Esos fueron resucitados para vida eterna, y ascendieron con Él como trofeos de su victoria sobre la muerte y el sepulcro.

     Los que resucitaron con Cristo, ya no eran cautivos de Satanás. Cristo los había redimido,  los sacó de sus tumbas como primicias de su poder, para que estén donde Él está y jamás volviesen a sufrir la muerte ni experimenten dolor. 

     Muchas profecías habían anticipando este momento tan sublime y glorioso, y todas se cumplieron sin excepción. "Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo ! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos." (Isaías 26: 19).  

     Después de su resurrección, Cristo no se manifestó a todos, sino solo a sus seguidores. No obstante, no faltaron testimonios de su victoria. Aquellos que resucitaron con Él "aparecieron a muchos" (Mateo 27: 53), y declararon: “Cristo ha resucitado de los muertos, y hemos resucitado con él.” Con sus palabras y su presencia, refutaron la mentira  de los guardias romanos sobornados para decir: "que los discípulos habían ido de noche y se habían robado el cuerpo."

     Para nosotros los creyentes, la tumba vacía representa: “una esperanza viva”, representa la victoria y vida eterna. La vida perdida por el pecado es restaurada. Jesús tiene vida en sí mismo para darla a quien Él quiera. Está investido de autoridad para conceder la inmortalidad. Como Él mismo dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (Juan 10:10).

     La tumba vacía proclama una promesa divina: “El que guarde mi palabra, no verá muerte para siempre.” (San Juan 8:51). 

     Lmuerte, para el creyente, es sólo un sueño: un momento de silencio y de tinieblas. Por lo que no debemos preocuparnos de ella. Si morimos en Cristo, no hay motivos de temor; porque así  como Él resucitó, también nosotros viviremos eternamente!


     La voz que en la cruz exclamó: ¡Consumado es!, fue oída entre los muertos. Atravesó las paredes del sepulcro y ordenó a los que dormían que se levantasen. Así será en su regreso glorioso.

     En la segunda venida de Cristo, esa misma voz se escuchará de nuevo con gran estruendo, penetrará en las tumbas y abrirá nuevamente los sepulcros, y los muertos en Cristo resucitarán para vida eterna.  Una vida donde no existirá más muerte, ni clamor ni el dolor, porque esas calamidades del ser humano serán cosas del pasado.

     ¿Comprendes el significado del sepulcro vacío y del sacrificio de Jesús en la cruz del Calvario?...


¡La gracia y las bendiciones de Dios sean contigo!

Frank Zorrilla

lunes, 20 de marzo de 2023

LA NEUROPLASTICIDAD, EL MUNDO ANALÍTICO Y EL CONTROL DE LAS EMOCIONES

Mis queridos amigos y hermanos,


    


“Si no preguntas, la respuesta siempre será: ¡No!… Si no das un paso hacia adelante, siempre estarás en el mismo lugar.”


     Como seres que convivimos en sociedad y al no poseer la capacidad de omnisciencia, nos veremos en la necesidad de hacer preguntas para satisfacer nuestras interrogantes o disminuir nuestra ignorancia. Desde nuestros primeros años de desarrollo socioemocional, comenzamos a descubrir el mundo que nos rodea y llegamos a una etapa esencial del desarrollo interpersonal donde las preguntas son inevitables para nuestro proceso de aprendizaje. A través de ellas, entendemos nuestro entorno y comprendemos circunstancias que pueden afectarnos tanto positiva como negativamente. 


     Existen personas que  preguntan porque no cuentan con todas las piezas para comprender un evento o establecer una relación coherente con una situación determinada; otras, en cambio, lo hacen para presumir una famélica sabiduría procesada en su propia lógica de pensamiento... No obstante, la acción de preguntar mejora la comunicación, tanto en el ámbito familiar, como laboral, fomentando un ambiente de reflexión que permite intercambiar ideas, buscar soluciones sostenibles e impulsar la innovación, la creatividad, la confianza y la afinidad entre individuos y grupos. 

    

     Cuando no preguntamos, abrimos las puertas a la imaginación, la conjetura y  la suposición, y una vez que cruzamos ese umbral, nos situamos en el gran salón de la inseguridad y  la desconfianza. Por lo tanto, como bien señala la cita: “Si no preguntamos, la respuesta siempre será: ¡No!


     Ahora bien, como seres condicionados, siempre estamos en la expectativa de respuestas que nos satisfagan, especialmente en aquellas interrogantes que generan incertidumbre o están relacionadas con nuestro bienestar. Esto se debe a que fuimos creados bajo un diseño especial: para disfrutar la vida a plenitud, vivir con gozo y regocijo. “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera.” (Génesis 1:31). No es casualidad que nuestro sistema endocrino, ese gran laboratorio químico, produzca cuatro neurotransmisores conocidos como el “cuarteto de la felicidad”:  endorfina, serotonina, dopamina y la oxitocina.  


         Estas sustancias se liberan en respuesta a estímulos positivos y cumplen funciones especificas. Las endorfinas, comparadas con un cóctel de drogas inocuas, son segregadas en el hipotálamo y la hipófisis, generando sensaciones placenteras y de bienestar. La serotonina regula la ansiedad, mejora el estado de ánimo y proporciona sensación de felicidad. La dopamina estimula las funciones sociales y la actividad cardiaca. La oxitocina, por su parte, influye en los vínculos afectivos la conducta social. ¡Cuánto nos gustaría estar siempre estimulados positivamente  y vivir en constante alegría y regocijo!... 

    

     Desafortunadamente, la vida nos enfrenta a situaciones adversas que limitan nuestro gozo y felicidad. Cuando experimentamos angustia, estrés o recibimos respuestas desalentadoras, nuestra condición psíquica y biológica sufre alteraciones drásticas. 


    “Entonces el Señor Dios dijo: He aquí, el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, conociendo el bien y el mal;(..).” Génesis 3:22.

  

     El conocimiento del bien y el mal trajo consigo frustración, dolor y angustia. Adán y Eva, aunque experimentaron felicidad y recibieron bendiciones, también enfrentaron conflictos, dudas y miedos. De hecho, según el relato bíblico, la primera emoción que sintió el hombre al independizarse de su Creador fue el “miedo”, seguido del impulso de escape.


     “Y él respondió: Te oí en el huerto, y tuve miedo porque estaba desnudo, y me escondí.” (Génesis 3:10).


     No obstante, nuestro  Diseñador no dejó nada al azar. Al saber que el hombre sería independiente tras desobedecer, creó en él un mecanismo de supervivencia para mantenerlo en alerta. Así, el sistema neuroendocrino libera hormonas del estrés como el cortisol, glucagón, adrenalina y prolactina, encargadas de activar la reacción de “agresión o escape ante situaciones de peligro o desagrado. Esta reacción, medida por la amígdala, suele producirse de manera involuntaria, respondiendo a nuestro instinto de supervivencia. 

     

     Cuando usamos nuestra mente analítica, las respuestas que no coinciden con nuestras expectativas pueden desanimarnos y generar estrés, lo que incrementa la producción de cortisol y da paso a emociones negativas que a su vez generan reacciones inconscientes y hasta violentas. Ese tipo de reacción corresponde a una reacción involuntaria siguiendo un patrón de conducta aprendido o programación mental predecible: ¡No me gusta!, ¡no me agrada!...   


     “¡Guarda tu espada!- le ordenó Jesús- El que mata a espada, a espada perecerá.” (Mateo 26:52). 

  

     La reacción de Pedro al ver el ultraje contra su Maestro y Mesías, fue impulsiva y violenta. En su soberbia, Pedro no pensó en las consecuencias nefastas que su acción rebelde podría haberle causado al resto de sus compañeros. Sin embargo, Jesús lo corrigió de inmediato, enseñando que Ante el caos y el desorden, la paz debe prevalecer. Como bien expresó el salmista David: “Domina tu enojo, reprime tu ira; no te exasperes, no sea que obres mal…” (Salmo 37:8).


     ¿Estamos Preparados para recibir respuestas o reacciones contrarias a nuestras expectativas, incluso si provienen del Creador?… 

    

     En honor a la verdad, el ser humano suele aceptar solo aquellas repuestas que satisfacen su ego, rechazando tajantemente las que desafían su lógica; aún esas respuestas procedan del Eterno. 


     En la Biblia, encontramos varios ejemplos en los que Dios niega peticiones de sus fieles. Un caso particular es el del apóstol Pablo, quien padecía una condición hasta ahora desconocida, que le causaba sufrimiento. A pesar de pedir insistentemente su sanidad, Dios no accedió a su petición. No obstante, y al tratarse de la figura más relevante de la expansión del cristianismo entre los gentiles, creeríamos que Dios complacería su petición, pero no fue así, Pablo no recibió sanidad… Sin embargo, la respuesta de Dios no fue un estorbo para que Pablo terminara su misión.  


     “Respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor que quite de mí ese aguijón de mi carne. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.” (2 Corintios 12:8-9).

    

     A pesar de la negativa,  Pablo no se desanimó, sino que encontró fortaleza y transformó su visión, aceptando su condición. 

“Por lo tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.” (2 Corintios 12:9)


     En resumidas cuentas, somos el resultado genético de mentes retrógradas, y el síndrome de Caín todavía circula en nuestro ADN pecaminoso. Y solo aquel que puede desarrollar la capacidad para controlar las emociones, puede asimilar los procesos negativos que afectarán y lastimarán su ego.


     ¿Es posible controlar las emociones?... 

     

     Estudios científicos han demostrado que, la neuroplasticidad, o adaptabilidad del cerebro en función de nuevas experiencias nos permite aceptar nuevos procesos y cambiar nuestra forma de reaccionar ante la adversidad. En otras palabras, el modelo antiguo de enfrentar nuestra realidad de “causa y efecto” puede ser cambiado para dejar de ser seres circunstanciales, es decir, no permitir que los estímulos gobiernen nuestras acciones por las circunstancias. 


     El apóstol Pablo es el vivo ejemplo de esa neuroplasticidad cerebral a la que se refiere la ciencia. "Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte." (2 Corintios 12:10) y aunque consideremos que quizás no podamos alcanzar esa capacidad neuroplástica, meditemos por un instante en las palabras del apóstol. “Para todas las cosas, tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder.” (Filipenses 4:13)


¡Dios los bendiga rica y abundantemente!


Frank Zorrilla