domingo, 2 de septiembre de 2018

"CUANDO LA VIDA PARECE NO TENER SENTIDO"


Mis queridos amigos y hermanos,

El sentido de la vida
En uno de sus bellísimos poemas, Amado Nervo escribió:

porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.”

     Sin lugar a dudas, en el mundo físico estamos sometidos a circunstancias que obedecen a Causa y Efecto. Por lo que lógicamente, siempre cosecharemos lo que sembramos. Elegimos, y mediante esa elección consciente creamos nuestra felicidad o  nuestra desdicha. En palabras simples, y como recita el poema: ¡somos merecedores de hiel, y también de mieles sabrosas!...Pero, ¿es posible que aún siendo justos, tengamos momentos de incertidumbre y oscuridad?...

     Me imagino que, cuando llegan esos tiempos de oscuridad a tu vida, te analizas y reflexionas buscando la razón o razones de esas adversidades… Pensarás que: si no has causado daño a nadie, si has obrado correctamente de acuerdo a valores morales y espirituales, si has actuado con principios de hermandad para con tus semejantes y eres un fiel seguidor de Cristo; entonces, estás exento de sufrir momentos de calamidad, de situaciones angustiosas y de penurias. Quizás consideres que esos periodos de oscuridad o tiempos difíciles , son sólo para los injustos; para los ateos e idólatras. Lastimosamente, si piensas así, estás practicando una doctrina equivocada, porque no tiene fundamento bíblico. En las Sagradas Escrituras encontramos historias de hombres justos, de profetas y de apóstoles que también tuvieron momentos de “oscuridad”. Algunos fueron vendidos como esclavos. Otros fueron encarcelados y azotados, y otros fueron quebrantados tanto física como económicamente. Ellos también se sintieron perplejos ante esos momentos oscuros de sus existencias; por lo que debemos aprender de sus acciones ante esas situaciones que, por más que trataron de buscar explicación, parecían no tener sentido.

    Si emulamos las acciones de esos hombres ejemplares encontraremos 5 principios fundamentales, los cuales podemos aplicar en esos momentos difíciles cuando: “¡Nada parece tener sentido!”
Estado de confusión 


Primer Principio:
No demandemos o procuremos entender…



     En esos momentos de oscuridad, hombres justos, profetas y apóstoles decidieron no demandar entender su situación; sino más bien, confiaron en el Creador. Así también nosotros, cuando estamos conscientes de que no somos responsables de ciertas situaciones adversas, dejemos de cuestionar el por qué de la situación apelando a nuestra prudencia. En cambio, debemos confiar plenamente en la Omnisciencia de Dios... Si dependemos de él, su luz iluminará nuestras tinieblas y nos dará discernimiento para encontrar el camino a seguir. “Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar.” (Proverbios 3:5-6).

tenacidad y perseverancia



Segundo Principio: 

No desistamos de ser fiel a Dios a pesar de no entender las circunstancias…



     Es tan fácil servirle a Dios cuando nuestra salud está en óptimas condiciones, cuando abunda el progreso económico, cuando todo marcha bien con nuestros hijos y familiares, pero también es fácil culpar a Dios y convertirnos en rebeldes cuando el infortunio toca nuestras puertas. Así también los justos, profetas y apóstoles tuvieron la oportunidad de abandonar su misión y alejarse de Dios cuando anduvieron en penumbras y oscuridad, pero optaron ser fieles al Todopoderoso. “Por tanto, tomad toda armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiéndolo hecho todo, estar firmes.” (Efésios 6:13)

Estado emotivo de desaire 


Tercer Principio: 

No nos inclinemos
ante la amargura…


     Es muy normal sentirnos decepcionados cuando esas tinieblas o circunstancias que no entendemos llegan a nuestra vida, más debemos entender que son en esos momentos de oscuridad, cuando la amargura, el desánimo, y la tristeza desean hospedarse en nuestros corazones, y bajo esas emociones, adoptamos una actitud indócil; inclusive hasta dejar de profesar la fe que habíamos mantenido por muchos años. Ni los profetas, ni los apóstoles permitieron que la carcoma de la amargura se hospedara en sus corazones; por el contrario, se mantuvieron firmes y erguidos levantando sus cabezas hacia lo alto de donde ellos sabían podía venir la solución. El apóstol Pablo describe la amargura como un estado de ansiedad y de aflicción que no deja que las personas puedan vivir en paz con ellos mismos, ni en armonía con los demás. “Mira bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando una raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados.” (Hebreos 12:15).  

Impaciencia 


Cuarto Principio:

No nos impacientemos o desesperemos



     Cuando estamos en esos momentos de oscuridad, el tiempo se hace relativo, y pareciese como si se detuviera para agravar nuestra situación. Comenzamos a preocuparnos anímicamente y a pensar: si podremos resistir un segundo más... Nos preguntamos: ¿Estará Dios ocupado en otras cosas?...¿Olvidó mis súplicas?...Dios no olvida, ni tampoco desea que estemos en oscuridad. ¡Su tiempo es perfecto! Así también pensaron los profetas y apóstoles, pero en lugar de impacientarse, mantuvieron una fe inquebrantable, reconociendo que la paciencia es la virtud de los santos. “Entrega al Señor todo lo que haces; confía en él, y él te ayudará. Quédate quieto en la presencia del Señor, y espera con paciencia hasta que él actúe.” (Salmo 37:5-7).

Sueños, anhelos y aspiraciones


 
Quinto Principio: 

    No dejemos que nuestros sueños se desvanezcan…


     Considero que todos, sin necesidad de exagerar, tenemos desde que somos adolescentes, grandes sueños y aspiraciones, pero muchas veces cuando llegan esos momentos de oscuridad y tinieblas, la mayoría de nuestros sueños se hacen añicos. Quizás los abandonamos debido al fracaso sufrido, debido a la pérdida de ese ser tan amado que nos servía de inspiración, o por considerar que ya no tenemos la energía, ni la edad para alcanzarlos. Si piensas así, debes recapacitar, ¡no dudes en la oscuridad, lo que Dios te tiene en la claridad!... porque, siempre es muy temprano para dejar de soñar, y nunca es muy tarde para empezar a hacerlo!..

“Mis pensamientos no se parecen en nada a tus pensamientos- dice el Señor- Y mis caminos están muy por encima de lo que pudieran imaginarse.” (Isaías 55:8).

Una luz en la oscuridad
     Recordemos que porque vivamos momentos de oscuridad no significa en lo absoluto que el enemigo ha vencido. ¡La oscuridad nunca puede opacar la luz!; por consiguiente, si no existe luz, es porque ésta se ha retirado. Si Dios ha retirado la luz de nuestras vidas y andamos en oscuridad, solamente confiemos en él y no demandemos entender, seamos fieles, no permitamos la amargura, no nos impacientemos, y no dejemos que nuestros sueños se desvanezcan. Dios ha permitido estos momentos de tinieblas y oscuridad por un propósito. El que no tenga sentido ahora no significa que no tendrá sentido en el futuro.

José siervo del Dios Altísimo
     Los invito a leer la historia de José, hijo de Jacob en el libro de Génesis 37-41. En esa historia, encontrarán la vida de un joven justo, quien tuvo momentos de oscuridad, pero esas situaciones no detuvieron sus sueños y aspiraciones. Él pudo sobreponerse manteniendo su confianza y lealtad al Dios Supremo, Jehová de los ejércitos.

¡Dios los bendiga rica y abundantemente!

Frank Zorrilla

sábado, 25 de agosto de 2018

EL MURMULLO INVISIBLE: "UN DIOS QUE GUARDA SILENCIO... Y TAMBIÉN GUARDA PROMESAS"

Mis queridos hermanos y amigos,

Cómo bien dice el poeta: 
“Hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio.” Mario Benedetti.

     Una de las facultades del ser humano es la capacidad de oír las vibraciones sonoras emitidas por otros seres que cohabitan en su entorno. Por inferencia, todos los que poseemos la capacidad auditiva estamos expuestos diariamente a las diversas manifestaciones del espectro de frecuencias audibles (ruido, música, voz, etc.). A la ausencia de sonido, de ruido, de noticias o de palabras, la  llamamos: “Silencio.”

     ¿Has sentido alguna vez la necesidad del silencio?...

     Estoy seguro de que has tenido esos momentos en los que has querido aislarte de los demás, considerando a las vibraciones audibles emitidas por otros seres humanos como “tóxicas”... 

      Prefieres apartarte o tal vez restarle importancia a lo que escuchas. Pero, como vivimos en un mundo relativista, también experimentamos esos espacios de tiempo en los que la presencia del silencio nos abruma, y llega a inquietarnos al  punto de usurpar nuestra paz, causándonos — en el peor de los casos— insomnio

     Me refiero a esas circunstancias de la vida en las que demandamos respuestas, exigimos o imploramos una explicación ante condiciones de dolor que creemos no merecer. 

     ¡Cuándo no tenemos respuesta, el silencio deja patente nuestra carencia!

     Casi nadie puede tolerar el silencio absoluto por mucho tiempo... Naturalmente, cuando existe una interacción entre personas, es necesaria y fundamental la comunicación, ya sea gestual o expresada mediante sonidos. La ausencia de sonidos es como una especie de ayuno, una privación incómoda que, en el mundo contemporáneo tiene poco lugar. Incluso a veces encendemos el televisor o la radio solo por constatar que ese "rumor de fondo" está ahí, apaciguando todo posible silencio. 

     Algunos consideran que el silencio absoluto se experimenta como una soledad monstruosa, como un abandono insoportable. Otros lo encuentran simplemente como una inquietud más o menos fastidiosa. ¡El silencio evoca la muerte!

     ¡El silencio es tan místico, que de un modo nos fascina, y de otro, nos aterra! 

       Existen silencios que nos recuerdan que estamos solos... ya sea de todos en general o de alguien en particular... 

     La respuesta que no llega... Las palabras que nunca escucharemos de los que partieron a su descanso... El “te quiero”, “te entiendo”, “te necesito”, “te respeto”, “te admiro” que nunca nos dijeron ... O que nunca dijimos...
La ausencia de palabras en una mirada dura... 
La tensión silenciosa de quien aguarda un veredicto...
El silencio del universo, con sus planetas, estrellas y cuerpos flotantes en la más absoluta ausencia de sonido... 

Pero,  ¿qué podemos pensar cuando el silencio proviene de Dios?...

Escucha el silencio
     Muchas  veces, como creyentes en la existencia de un Dios vivo, nos preguntamos:

  •  ¿Por qué razón Dios no contesta nuestra oraciones? 
  • ¿Por qué razón guarda silencio? 
  • ¿Acaso es apático a nuestros sufrimientos?

     Sin lugar a dudas, en la gran mayoría de los casos, el silencio de Dios nos compunge y desanima. Nos gustaría que Él nos respondiera según nuestra voluntad y deseos…Pero Dios actúa de manera diferente, y también responde aún con el silencio.

      Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor , planes de bienestar y no de mal, para daros un futuro y una esperanza.” (Jeremías 29:11).

      “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice el Señor.” (Isaías 55:8).

¡Como ser Omnipresente, Dios conoce el pasado, el presente y el futuro!

     En las Sagradas Escrituras, encontramos personas justas que también experimentaron el silencio de Dios. Y, debido a ese silencio, llegaron al borde de la desesperación. Hombres como Job, Abraham, David, Elías, entre muchos otros, pasaron por esos momentos de angustia, desesperación, persecución y dolor, hasta el punto de dudar del cumplimiento de las promesas divinas.

       Job vivió meses de miseria sin alivio, con llagas abiertas por todo su cuerpo. Llevaba el dolor de haber perdido a sus diez hijos. Toda su riqueza se desvaneció en un día. Fue despreciado por su esposa, sus hermanos y hasta los niños mientras yacía sobre las cenizas(Job 1-2). 

     Y dijo Job a Dios:

      “Hazme conocer mi rebelión y mi pecado. ¿Por qué escondes tu rostro y me consideras tu enemigo?.”(Job 13:23-24). 

     Abraham recibió una promesa que tardó veinte años en cumplirse. Ya ancianos, él y Sara pidieron un heredero, pues no podían tener hijos. Entonces el Señor lo llevó fuera de su tienda y le dijo:

      “Mira hacia el cielo y cuenta las estrellas, a ver si puedes. ¡Así de numerosa será tu descendencia!” (Génesis 15:5).

      David expresó su angustia con un clamor ferviente:

      “Oh Dios, no guardes silencio; No calles, oh Dios, ni te estés quieto.” (Salmo 83:1). 

     Elías huyo para salvar su vida. Exhausto y sin  sentido, deseó morir:

    Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.” (1Reyes 19:4).

     Como podemos ver,  Dios enmudeció ante el clamor, el quebrantamiento y la angustia de aquellos que confiaban en Él. No obstante, si leemos el  final de sus historias, descubrimos que Dios nunca los abandonó y que proveyó en el momento oportuno, con abundancia.

    “Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Me sacó del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.” (Salmo 40:1-2).

      Aunque la duda quiera imponerse en tiempos de silencio,  debemos mantenernos firmes confiando en ese Ser poderoso que proveerá a tiempo. 

      “Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová.” (Jeremías 17:7).

      Debemos recordar que: “Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta.”(Números 23:19). 

Esperar en el Altísimo
     Por lo tanto, cuando sintamos la impaciencia por una petición no contestada, no pensemos que Dios no nos escuchó, porque:

 “Jehová examina los pensamientos y sentimientos que hay detrás de cada súplica.”(Jeremías 17:10). 

     Más bien, digamos como dijo David:

      “el camino de Dios es perfecto. Todas las promesas del Señor demuestran ser verdaderas.” (Salmo 18:30). 

     David expresa su confianza en el Todopoderoso, y nos insta a tener paciencia en esos momentos de silencio, porque él pudo ver sus promesas cumplidas:

      "Guarda silencio ante el Señor, y espera en él con paciencia..." (Salmo 37:7). 


¡Dios los bendiga rica y abundantemente!


Frank Zorrilla