jueves, 12 de junio de 2014

LA PACIENCIA, VIRTUD DE LOS SANTOS


Mis queridos amigos y hermanos,


     "Si la paciencia fuese alimento para saciar el hambre, la inmensa mayoría de los hombres, irremediablemente morirían de hambruna por su escasez."
 Frank Zorrilla


      La paciencia, ese espacio de tiempo relativo donde reina la inactividad prudente, y el egotismo toma matiz de sensatez hasta esperar el o los resultados deseados, es una virtud alada; amiga entrañable de la cordura y de la esperanza fraguada en la certeza.

     La paciencia no es una virtud cualquiera, es un proceso natural de madurez y conciencia donde la lógica del pensamiento redunda unísonamente en armonía con el espíritu y siempre está en desfase con la reacción dinámica inmediata. Sólo aquellos con un nivel de abnegación, sabiduría y humildad tienen la ventura de mimarla y arrullarla saciando la paz interior. Por eso la Biblia la llama: “Fruto del espíritu”.  

     Aunque la paciencia es sinónimo de: Mansedumbre, estoicismo, tranquilidad, sosiego y tolerancia, no podemos confundirla con inactividad productiva, con ociosidad y/o con la dejadez; todo lo contrario, la paciencia promueve la “perseverancia y entereza” como lo afirma Napoleon Hill: La paciencia, la persistencia y el sudor hacen una combinación imbatible para el éxito”. En efecto, todos los grandes logros de la humanidad se han caracterizado por haber existido hombres quienes se han amparado en la paciencia ante la inexorable duración de los cambios en el espacio finito. Así lo consideró Isaac Newton: “Si he hecho descubrimientos invaluables ha sido más por tener paciencia que cualquier otro talento.”

     Pero, ¿cuál es la actitud que asumimos la gran mayoría de los hombres ante la mística metafísica de la paciencia y su manifestación en tiempo real?- Optamos por ser intolerantes, y nos abate constantemente el desasosiego. Queremos todo de prisa; en nuestro tiempo y espacio... Y si no logramos nuestro objetivo o no vemos una respuesta inmediata y apremiante en ese tiempo y espacio, nos enfadamos y arremetemos con ímpetu contra todo, inclusive hasta con el mismo Creador; dando a relucir, una clara y errónea manifestación de ¡nuestra naturaleza rebelde! 


     Ahora bien, sabemos que la tendencia natural a exasperarnos ante ciertas circunstancias externas que nos afectan, es producto directo, entre otras cosas, de los paradigmas aprendidos mientras nos desarrollamos y aprendemos cognitivamente en un medio colectivo. Aprendizaje que al mismo tiempo, sirvió de formación para nuestra individualidad y nuestro carácter; rechazando todo aquello que no está acorde con nuestro criterio y alimentando cómo si fuese un monstruo en el closet, los niveles de “intolerancia” y "repudio".  De aquí las preguntas que nos hacemos a diario: ¿Hasta cuándo voy a seguir permitiendo vejámenes y humillaciones? ¿Hasta cuándo esperaré para que mi situación cambie? ¿Hasta cuándo toleraré su imprudencia o su megalomanía? ¿Cuándo terminará esta espera infame?...

     Como podemos observar, todas esas preguntas denotan “impaciencia, ansiedad, inquietud y preocupación”. Revelan una intenso desajuste entre el “ego” que representa nuestro “ser” y el factor “externo” representado por las variables: “aceptación y espacio-tiempo”.

     “¡Perder la paciencia es perder la batalla!...Entonces debemos perseverar hasta el fin de los tiempos con una fe viva en medio de la tormenta negra!”. (Mahatma Gandhi).

     ¡Cuántos fracasos han sido el resultado precisamente por la concepción tiempo-respuesta! ¡Cuántos sueños truncados por la impaciencia! ...

    Cosas tan triviales como un simple embotellamiento de tránsito, nos agita hasta el punto de caer en la insensatez y la imprudencia; dando riendas sueltas a energías caóticas que como fractales se esparcen en todas direcciones sin medir consecuencias.

     Según la Biblia, la paciencia es una virtud de los “Santos” (Apocalipsis 14:12). De aquellos que a pesar de las situaciones adversas, aflicciones y rechazos, han mantenido la cordura, humildad y mansedumbre; afianzados por la fe inquebrantable de un tiempo eterno. ¡El tiempo de Dios y no del hombre! Así lo describe el Salmista: “Guardad silencio ante Jehová, y espera en él.” (Salmo 37:7).


     Esperar en Jehová significa abandonar nuestro tiempo y someternos a su voluntad. “Ciertamente ninguno de los que esperan en ti será avergonzado; sean avergonzados los que sin causa se rebelan.” (Salmo 25:3). El apóstol Santiago sugirió: Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía.” (Santiago 5:7).

     Es curioso que la creación del mundo según la Biblia no fue un acto de un día, sino más bien de seis días laborables enfocados precisamente para completar nuestro universo, nuestra Tierra y  por último, la imagen de Dios en virtud del hombre creado. Esta revelación nos envía un mensaje intrínseco aludiendo una pausa entre periodos de tiempo para concebir las cosas tangibles que nos rodean y que forman parte de nuestra realidad. Esa pausa es “la paciencia” que necesitamos para no estar sujetos a los efectos psicofisiológicos del estrés, de la angustia y el desaire. 

     ¿Acaso nos sirve de algo quejarnos y enfadarnos por situaciones que no tenemos control?

     Sí, sólo nos sirve para crear úlceras, y dar paso a un manojo de emociones negativas que van en detrimento de nuestra espiritualidad, de nuestra salud y de nuestra sociedad. Y ante tal impaciencia, el apóstol Santiago nos exhorta: “Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta. (Santiago 5:9). Y ante todo nos deja una esperanza: Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca y tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.” (Santiago 5:8,10).

      Recordemos que la paciencia es una virtud. El arte de librarnos de cargas emocionales innecesarias, las cuales nos impiden obtener la paz y armonía espiritual; y ¡aquel que logra poseerla, obtendrá lo que desea!

  ¡La gracia y las bendiciones de Dios sean contigo!

Frank Zorrilla

miércoles, 21 de mayo de 2014

LA TECNOLOGÍA, LA TECNOFILIA, Y SUS CONSECUENCIAS


Mis queridos amigos y hermanos,


     ¿Alguna vez han oído del término: “Tecnofilia”?...

 Es la afición o simpatía por la tecnología Término que últimamente se ha puesto muy de moda debido al continuo asedio de los medios publicitarios, quienes promueven productos tecnológicos, ya sean “hardware” y/o “software” de toda índole para satisfacer la gran mayoría de nuestras necesidades y/o gustos.

      Si el usar tecnología fuese un pecado, todos fuésemos culpables sistémicos por admisión de consumo”. Quién no ha sucumbido ante el mundo tecnológico que nos brinda nuestro siglo con las tentaciones de: Los teléfonos y relojes inteligentes, Ipads, computadoras portátiles, software de juegos de videos e inclusive, “espejuelos Inteligentes”. Es decir, podemos asumir que la gran mayoría de las personas tienen cierto grado de “Tecnofilia” por la gran dependencia que nuestra sociedad ha generado frente a la tecnología.

     Ahora bien, ¿Cuándo la tecnofilia se convierte en un problema? - Cuando dependemos de la tecnología a tal grado que se convierte en una obsesión o actitud compulsiva a su uso constante. Y aquí reside el gran problema que es preocupación de los profesionales, tanto de la mente, Psicólogos/ Psiquiatras, como los que estudian los fenómenos sociales del hombre, “los Sociólogos”. 

     Para nadie es un secreto que los mayores Tecnófilos suelen comprar las últimas versiones de los nuevos dispositivos electrónicos apenas salen al mercado a precios exorbitantes. A ellos no les importa si tienen que hacer largas filas, dormir a la intemperie por varios días o dejar el cheque de una semana con tal de adquirir ese aparato o juego que salió al mercado. Pero el problema no reside precisamente en el hecho de comprar ese aparato electrónico, sino más bien, la posesión de un aparato que transformará a ese ser humano en un individuo autómata. Una persona condicionada a un medio irreal donde el procesamiento racional corresponde a parámetros concebidos y pre-establecidos como si fuese un fenómeno programado.

     “Temo el día en que la tecnología supere nuestra humanidad. Cuando esto ocurra, el mundo tendrá una generación de idiotas.” (Albert Einstein).

     ¿Cuáles son los efectos colaterales de la tecnología en la comunicación social?... Si contemplamos nuestro alrededor, notaremos que muchos valores esenciales del ser humano, como la interacción humana a través de la comunicación abierta interactiva, ha sido corrompida y desplazada miserablemente por una nueva modalidad: “el  teclado de los teléfonos inteligentes”. Ya el metal de voz del interlocutor no es tan necesario, ni tampoco importa esa ambigua, anacrónica y anticuada manera de expresar nuestro estado anímico o emocional. Gracias a la revolución tecnológica, la gran mayoría de los jóvenes, y desde luego, aquellos que se dejan seducir por la oleada tecnológica han adoptado un sistema mucho más práctico, rápido e insensible: El mensaje de “Texto”.

     Ya las reuniones sociales entre amigos tampoco son las mismas, estas carecen del calor humano y la activa participación entre las partes vinculantes. Los aparatitos tecnológicos hacen posible desatender y marginar a los amigos/as presentes, dando prioridad a los “amigos virtuales”, aquellos amigos/as distantes unidos por una red telefónica invisible que los acerca a través de los dedos, y que al mismo tiempo crea un abismo potencial que desvirtúa y/o pone en riesgo la esencia de los valores acuñados con tanto ahínco y empeño. Sí, estoy hablando de esos principios cívicos por excelencia, que nos distinguen de otras especies irracionales, como son: “Los buenos modales, la educación y el respeto hacia las personas que son parte de nuestro entorno social”. 

 
 Y ¿qué podemos decir de la tecnofilia”, los niños y su desarrollo cognitivo y físico?...

Lastimosamente, el uso desmesurado de la tecnología crea secuelas que afectan a los niños, tanto emocional como físicamente. Emocionalmente, criamos seres insensibles. Verdaderos genios cibernéticos, cuyas mentes están siendo reprogramadas a través de aparatos tecnológicos y el mundo virtual. En cuanto al desarrollo físico, la atracción hacia los deportes virtuales (juegos de video) atrofian el interés en deportes que requiere ejercitar los músculos, incrementando los casos de obesidad, cansancio visual y tendinitis debido a la exposición constante de rayos gamma  y uso del teclado; sin olvidar el Síndrome del Túnel Carpiano, dolencias que tendrán mayores consecuencias a medida que el niño pasa por las diferentes etapas de su crecimiento.  

     Ahora bien, si en los niños la “tecnofilia” es preocupante, en los adolescentes tecnófilos, el problema toma otra dimensión, ya que los adolescentes se encuentran en un periodo en que deben adaptarse a numerosos cambios físicos y emocionales. Muchas veces, ellos mismos son incapaces de aceptar su imagen corporal que desarrollaron durante la niñez. Imagen que no necesariamente está acorde con una sociedad exigente donde el “bulling” es un plato exquisito. A esto hay que añadir los problemas psicológicos, como: "hipersensibilidad a los juicios" e "inseguridad". 

     Aunque no tengamos que sufrir de “Tecnofobia” y admitamos que el avance de la ciencia ha revolucionado nuestro mundo con aspectos muy positivos y loables, la hipermodernidad de nuestros días se está convirtiendo en exigencia, y con esto el desequilibrio de los valores familiares. Por lo tanto, debemos reflexionar sobre su valor educativo y los efectos negativos que ésta tiene en los jóvenes. 

 
     Según declara Enrique Echeburúa (Catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco). “El mal uso de la tecnología, trae consigo conductas repetitivas que resultan placenteras en las primeras faces, pero que después no pueden ser controladas por el individuo. Es habitual que este tipo de adicciones psicológicas se combinen con una o varias adicciones a sustancias químicas”.

     Desde el punto de vista bíblico, “la tecnofilia” puede ser un arma más utilizada por el enemigo de las naciones con el inclemente deseo de desmoronar los cimientos de las familias y de las sociedades, trayendo: segmentación, discordia, sectarismo, y sobre todo inculcar en los niños y adolescentes el escepticismo a los valores esenciales del ser humano. 

     La Biblia advierte: “Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.”(1Juan 2:16).
 
     La clave para evitar el automatismo en las futuras generaciones, está en inculcar la prudencia en nuestros niños y adolescentes; mantener vigente los principios de las buenas costumbres, los valores espirituales y mantener en vigencia, la armonía que debe existir entre los semejantes. Debemos seguir el consejo sabio del apóstol Pablo: "Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente". (Romanos 12:2). Si seguimos ese consejo, evitaremos, caer en las garras de una sociedad inconsciente e insensible. Una sociedad CASI (Cibernéticamente Autómata con Síndrome de Idiotez). 

¡La gracia y las bendiciones de Dios sean contigo!

Frank Zorrilla