Mis queridos hermanos y amigos,
“Economizad las lágrimas de
vuestros hijos a fin de que puedan regar con ellas vuestra tumba." Pitágoras.
Sin lugar a dudas, Pitágoras, filósofo y matemático
griego, tuvo la capacidad apriorística de enunciar, en pocas palabras, una sombría
realidad.
¿Cuántas veces infringimos miserablemente el “rol de padres” por la manipulación
subjetiva que ejercen nuestros hijos mediante su conducta permisiva?...
Si
creemos que los tiempos han cambiado y que la relación entre adoctrinamiento y conducta es un fenómeno del mundo moderno, estamos equivocados. Recordemos que la existencia del hombre y su comportamiento es un proceso
repetitivo, y los anales de la historia se encargan de recordárnoslo. Así lo
expresó Sócrates en su tiempo…

“Los jóvenes hoy
en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida,
y le faltan el respecto a sus maestros." Sócrates
¿Es acaso inapropiado separar la interrelación entre padres e hijos
para que cada uno cumpla su papel ante la sociedad?... ¿O es mejor acoplarse en una relación emocional
simbiótica, donde no existan diferencias jerárquicas, y así mantener una vínculo basado en la amistad y la complacencia, como sugieren algunos expertos?...

Aunque los hijos no eligieron venir al mundo, una vez adquieren consciencia, se convierten en agentes vinculantes de la sociedad, en la perspectiva de un desarrollo integral. Por ende, podemos decir que, los hijos, nacen y se desarrollan con una “deuda social." Esta deuda moral, que muchos padres, ni siquiera consideran, queda relegada y sepultada entre los valores olvidados.
Lamentablemente, como advirtió Pitágoras, cuando permitimos un “amiguismo permisivo” con nuestros vástagos, nos convertimos en sus cómplices. Nuestro rol formativo se debilita, corrompe y desmorona, alimentando al sistema, parásitos
sociales que
trastornan el desarrollo armónico y productivo de nuestra
comunidad, nación y el mundo.

No obstante, para contrarrestar esas relaciones disfuncionales, ¿debemos ser amigos de nuestros hijos? ¿O nuestra función como padres, es ser mentores, correctores, guiadores, y al
mismo tiempo, educadores?
Algunos terapeutas modernos, argumentan que los padres deben ser “amigos” de sus hijos para fomentar un vínculo de confianza entre ambos, y dar lugar a una relación simétrica. Pero antes de aceptar la opinión de estos psicólogos, preguntémonos: ¿Cuándo y cómo establecer la línea divisoria para que esa “amistad” no perjudique la autoridad paterna? ¿Habrá la misma disciplina y la autoridad cuando los hijos rechacen o no estén de acuerdo con las decisiones de sus padres?...
Cuando la autoridad parental no
se ejerce, la
frase de Pitágoras que mencioné al
principio de este artículo, cobra vigencia: los valores morales, éticos
y sociales se aprenden, muchas veces, mediante amonestación, disciplina y reprensión.
Desde el punto de vista bíblico, el sabio Salomón, ofrece sabios consejos; tanto para los padres, como para los hijos.
- A los padres: no les llama a ser “amigos” de sus hijos, los exhorta a instruirlos: “Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma.” (Proverbios 29:17).
- A los hijos, les aconseja: “Hijos míos, escuchen cuando su padre los corrige. Presten atención y aprendan buen juicio, porque les doy una buena orientación. No se alejen de sus instrucciones.” (Proverbios 4:1-2)…
En definitiva, una crianza respetuosa, donde los padres son conscientes
en el proceso de reconocimiento de límites y la incorporación de disciplina en los hijos, es válida siempre que se establezcan normas claras. Pero nunca debe confundirse con amiguismo pernicioso que conduzca a la irresponsabilidad paternal.
Ser padre, además de ser un
privilegio, es también una responsabilidad; por lo tanto, existe una obligación
ante la sociedad y ante Dios…
Estos son
algunos consejos que pueden ayudar a tener una buena relación de respeto con los hijos estableciendo límites y sin
llegar a ser irresponsables:
- Priorizar tiempo de calidad. El tiempo junto a los hijos es valioso, en lugar de satisfacerles caprichos.
- Establecer límites. Los hijos necesitan diferentes normas y directrices de acuerdo a cada etapa de desarrollo.
- Enseñar disciplina. Los hijos deben aprender a actuar libremente, además deben recibir: lecciones de respeto, obediencia, reverencia, dominio propio.
- Mantener roles claros: podemos compartir muchas cosas con nuestros hijos, pero nunca podemos ser: compañeros, amigos o cuates. Ser el padre es mucho más que ser amigos.
- Fomentar la confianza, pero nunca confundirla con igualdad simétrica. El padre ejerce su autoridad; el hijo, su obediencia.
Ser padres respetuosos no debe confundirse con padres complacientes que se dejan manipular por caprichos basados en un amiguismo parasitario con nuestros hijos. Nuestra misión es dar buenos frutos a la sociedad y honrar el privilegio divino de la procreación. Al final, rendiremos cuentas al Creador ante la pregunta:
¿Qué
hiciste con los hijos que te di?...
¡Dios los bendiga rica y abundantemente !
Frank Zorrilla