martes, 8 de abril de 2014

DEL EDÉN AL EXISTENCIALISMO: "Una Justicia Basada en Orgullo y Una Rebelión que No Cesa"


Mis queridos amigos y hermanos,

actitud desafiante con sombra del ángel caído 
            En su ensayo filosófico donde explora el concepto de rebelión y su relación con la historia, la política y la metafísica, el humanista Alberto Camus define al hombre rebelde como:

 “Un hombre que dice: ¡No!  Pero si se niega, no renuncia. Aquel que de repente juzga como inaceptable una nueva orden y se rebela contra algo o alguien.”  
 —Alberto Camus.

     No podemos negar una realidad tan evidente: todos los seres humanos padecemos de rebeldía por naturaleza. Nos incomoda profundamente la imposición de criterios, a menos que nosotros mismos seamos los autores intelectuales de estos. Nuestra rebeldía se gesta primero como un acto de enaltecimiento del ego, seguido de intolerancia hacia lo que creemos no merecer, y finalmente se manifiesta en acciones de rechazo emocional o incluso violento.

     Las luchas por la emancipación a lo largo de los siglos han sido tantas como complejas. El sometimiento a estructuras sociales y políticas, necesarias para el desarrollo de la civilización, ha beneficiado a unos pocos y oprimido a muchos. Así nace la división de clases y se desvanece la igualdad, una igualdad que se nos promete como derecho humano, pero que el egoísmo humano distorsiona en cada generación. 

      En medio de este panorama, el hombre rebelde se levanta. Exige libertad de todo aquello que lo esclaviza: sistemas, religiones, estructuras de poder... pero también de Dios mismo. Surgen así corrientes filosóficas que intentan justificar esta rebelión con fundamentos racionales y materiales: el materialismo histórico, el materialismo dialéctico, el humanismo renacentista, el agnosticismo o el deísmo. Todas florecen como concepción pragmática para desvirtuar la intromisión de cualquier elemento que no tenga una explicación lógica y materialista y con el fin común de: expulsar a Dios del plano de la explicación existencial. 

     Y es aquí donde nace incluso el nihilismo, esa filosofía que niega que la vida tenga un sentido objetivo o trascendente si no tiene una explicación verificable. Como dijo el sofista Gorgias:
 

     "Nada existe. Si algo existe, no es cognoscible por el hombre; si fuese cognoscible, no sería comunicable."   Giorgias, filósofo nihilista

     Y más adelante, Nietzsche sentenciaría:

          " Dios ha muerto. Nosotros lo hemos matado."   Friedrich nietzsche

     Se manifiesta así el acto del hombre informado, que ha adquirido conciencia de sus derechos. Una conciencia cada vez más amplia, que la humanidad desarrolla progresivamente  a lo largo de su historia. Es precisamente ese nivel de autoconciencia lo que impulsa al ser humano a la rebelión, que, según su propio criterio, se convierte en sinónimo de “justicia” frente a las tropelías que endurecen su existencia. 

     Como era de esperarse, esa sed de justicia, no se limita a lo terrenal: se extiende incluso hasta Dios mismo, dando origen a la llamada rebeldía metafísica. En este estado, el ser humano, consciente de su existencia y de su sufrimiento, se alza contra la condición que le ha sido asignada por la creación. Cuestiona al Creador, rechaza el poder que le dio la vida y, se compara con Él. 


     “Tú que decías en tu corazón: “Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.” (Isaías 14:12-14).  

     Esta fue la actitud de Lucifer. Declaraciones donde se muestra una clara evidencia de orgullo y rebeldía. La osadía de Lucifer fue el primer acto de rebeldía cósmica, y desde entonces ha seducido a la humanidad a imitar su ejemplo. Esa rebelión metafísica auspició el principio de todas las rebeliones. Y ya siendo un rebelde,  incita al primer hombre creado y lo empuja sabiamente a rebelarse contra su Creador. De hecho, al seducir a Eva en el Edén, no le prometió riqueza ni placer, sino ser como Dios:

     “Entonces serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios.”   (Génesis 3:5).

      El rebelde metafísico, no niega la existencia de Dios, más desafía a Dios considerándolo como igual a él.  Una vez destronado Dios, se instaura el imperio de los hombres y se escuchan expresiones como la dicha por el poeta misántropo  Charles Swinburne: 


“¡Gloria al hombre en las alturas, porque el hombre es el señor de todas las cosas!”  —Charles Swinburne 


     El hombre se diviniza a través del conocimiento, pero al mismo tiempo responsabiliza a Dios de todo su sufrimiento. Rechaza los designios divinos si no coinciden con su limitada visión de justicia. Características propias de una degeneración producto del libre albedrío, donde “¡hágase tu voluntad!” es puesto en cuestionamiento. En palabras simples: sólo es admisible y aceptable la voluntad de Dios cuando se alinea con nuestros deseos de  justicia y equidad.

  ¿Qué beneficios tendremos revelándonos  contra Dios?- 


“Dura cosa nos he dar coces contra el aguijón.”  (Hechos 26:14)


     Esta fue la advertencia que  Jesús resucitado le hizo a   Saulo de Tarso (quien luego se convertiría en el apóstol Pablo), cuando este perseguía con furia a los cristianos. Pablo creía hacer justicia, pero su rebeldía era contra Dios. 

     Hoy no es diferente. Nuestra cultura envuelta en la lógica materialista y autosuficiencia, se resiste a amar, obedecer y humillarse ante su Creador. Pero Jesús lo deja claro:

      “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento.” (Mateo 22:37-38). 

     No hay otro camino más alto ni rebelión más inútil que desafiar este principio de amor. En lugar de rebelarnos, Dios nos llama a humillarnos, no como esclavos, sino como hijos sabios que reconocen que la justicia verdadera comienza con la obediencia al bien supremo:

      “Humillaos pues bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo.” (1 Pedro 5:6). 

     Y si realmente buscamos justicia entre los hombres, el único fundamento que puede sostenerla es este:

 “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”  (Mateo 22:39)

     La rebelión contra Dios no es libertad, sino esclavitud de nuestro propio orgullo. El hombre que se erige como dios termina siendo víctima de su propia soberbia, como nos recuerda el polímata francés Pascal:

"El hombre no es ni ángel ni bestia, y el infortunio quiere que quien quiere hacer el ángel, hace la bestia." —Blaise Pascal

¡Que la gracia y las bendiciones de Dios estén contigo, y que el Espíritu Santo te ayude a discernir la diferencia entre la justa indignación y la soberbia disfrazada de libertad!

Frank Zorrilla