sábado, 8 de diciembre de 2018

UN CONVENIO REMUNERADOR- "Pactando con Dios"


Mis queridos amigos y hermanos,


     El escritor Inglés, William Hazlitt escribió en uno de sus ensayos: "Una promesa es una palabra a la que continuamente se recurre por el sólo placer de quebrantarla". 
  
     Quizás la cita que acabas de leer te resulte muy tajante y al mismo tiempo, pienses que no se puede aplicar a todos en sentido generalizado, pero como es de conocimiento, las promesas del hombre son tan buenas como sus propósitos e intereses lo permitan. Son semejantes al viento, que se levanta de repente cuando menos se le espera, dejándonos estupefactos con la rapidez que se desvanece.

     Desafortunadamente, entre los seres
creados, es muy común ser víctimas o victimarios al romper ese compromiso moral que asumimos con otra persona o personas a través de la palabra para cumplir con una acción en concreto. Hacemos uso de nuestras cuerdas vocales para prometer, pero somos muy frágiles en deshonrar esa energía audible que sale de nuestro interior cuando la circunstancias no nos favorecen. 
       Pero, podemos pensar que ese compromiso hablado no tiene la misma importancia que uno escrito, aludiendo que no existe una base tangible que avale la obligación contraída con nuestra promesa. ¡Cuán equivocado estamos!...

     Debemos comprender, que una promesa, es un "pacto". Un contrato verbal, que aunque no está escrito con tinta, y firmado por las partes involucradas, tiene el mismo significado y valor, ya que tiene carácter de juramento donde se anticipa veracidad o verdad absoluta. Por ende, está sujeto a las mismas condiciones legales dentro del marco jurídico.

  
       Como es bien sabido, existen distintos tipos de compromisos en el entramado social, ya sea este a nivel mercantil o a nivel emocional, es decir, entre amistades, entre familiares y entre cónyuges. Por ejemplo, la palabra dada para saldar una deuda, la promesa hecha por un amigo para no divulgar un secreto íntimo, o el compromiso moral de no defraudar el acto de fidelidad entre parejas que contraen matrimonio. Pero también existe otro compromiso que no podemos pasar por desapercibido. Me refiero al tipo de promesa a nivel mental, o la que transmitimos  a través de nuestros pensamientos para con nosotros mismos; ya sea para dejar un mal hábito o quizás cambiar algún tipo de actividad o alcanzar una meta, y los pactos que hacemos para con nuestro Creador.


     Los pactos o promesas pueden ser condicionales o no. Un pacto condicional dependería de la fidelidad de una o ambas partes involucradas, el cual se invalidaría si una de las partes o ambas, rompen las condiciones. Pero si es un compromiso moral y/o espiritual no condicional. Es decir, si no es un acto de imposición, más un acto de elección, ¿por qué lo quebrantamos?...

     Son muchos los factores que pueden influir o inducir a que no seamos leales a la palabra dada. La lista puede ser larga, pero podemos nombrar entre los factores predominantes: la inmadurez a nivel consciencial, el egoísmo, trastorno de la personalidad, y por qué no, añadir a esta lista, la escasez de valores espirituales. El resultado de nuestro incumplimiento ya es muy conocido: litigios, confrontaciones, desencanto personal, tristeza, desconfianza, entre otras cosas...

     ¿Podría catalogarse el incumplimiento de una promesa o pacto cómo: "Una falta de consideración o respeto hacia la persona con la que hicimos el pacto"?...


¡Naturalmente que sí!... Esa persona depositó su confianza y creyó en acto de buena fe en esa promesa, y al no existir cumplimiento de la misma, se actúa irresponsablemente. Y más aún cuando sabemos de antemano que son palabras vacías. Es decir, cuando hacemos promesas con alevosía o con la intención de no cumplirlas. Si no estás dispuesto a cumplir con dichas expectativas, entonces, de una forma asertiva no prometas nada que no estás dispuesto a cumplir porque nadie te obliga a hacerlo.

       Todo lo contrario ocurre cuando recibimos promesas de Dios, porque "grandes y fieles, son todas las promesas que el Señor, Jesús nos ha dado a través de su Santa Palabra, La Biblia". 

     ¡Jehová es un Dios de "pacto". Es un Dios de convenios y promesas! 

     En efecto, los pactos son la forma como Dios se comunica con nosotros, nos redime y garantiza la vida eterna en Jesús. Esto lo hace debido a que un pacto es una promesa y sus promesas no pueden ser quebrantadas debido a que descansan en su carácter puro e infinito. En Él podemos confiar plenamente, sin temor a ser decepcionados o defraudados. 

     "Reconoce, pues, que el SEÑOR tu Dios es Dios, el Dios fiel, que guarda su pacto y su misericordia hasta mil generaciones con aquéllos que lo aman y guardan sus mandamientos" (Deuteronomio 7:9). Como podemos observar en el versículo, éste es un pacto condicional, porque debemos amarlo y guardar sus mandamientos.

     Un pacto incondicional es aquel que no depende de la fidelidad de una o ambas partes, sino que permanece válido. 

El Pacto Noémico (el pacto que le hizo Dios a Noé), es incondicional, porque  Dios prometió no volver a destruir la Tierra por agua. No existe condición para el pacto. Lo más interesante es que, todos los pactos que describe la Biblia entre Dios y el hombre son siempre originados por Dios. Por lo tanto, esto demuestra la voluntad de su gracia. 

     En conclusión, pactemos con Dios, quien es fiel a sus promesas, pero recordemos que debemos ser leales y tener respeto para con el Creador. No prometamos algo que sabemos, no vamos a cumplir, porque una relación se rompe al compás de las promesas no cumplidas. En cambio, una relación se fortalece a través de promesas firmes. Una promesa tiene valor de eternidad, si prometemos algo, debe ser para siempre.

¡La gracia y las bendiciones de Dios sean contigo!


Frank Zorrilla