Mis queridos amigos y hermanos,
S
i echamos un vistazo a nuestros sistemas educativos, notaremos que, a pesar de los avances científicos, los descubrimientos tecnológicos y el acceso a nuevos conocimientos, la mayoría de los métodos de enseñanza siguen estancados en modelos obsoletos. Continuamos anclados a paradigmas heredados que no han evolucionado al ritmo de la ciencia moderna.
Estos sistemas tradicionales están basados en la física clásica: una visión mecanicista del universo limitada por cálculos deterministas, leyes inmutables y estructuras rígidas. Esto no solo restringe nuestro aprendizaje, sino que impone barreras mentales que dificultan imaginar nuevas posibilidades. ¿Por qué sucede esto? Lo explicaré a continuación.
i echamos un vistazo a nuestros sistemas educativos, notaremos que, a pesar de los avances científicos, los descubrimientos tecnológicos y el acceso a nuevos conocimientos, la mayoría de los métodos de enseñanza siguen estancados en modelos obsoletos. Continuamos anclados a paradigmas heredados que no han evolucionado al ritmo de la ciencia moderna.
Estos sistemas tradicionales están basados en la física clásica: una visión mecanicista del universo limitada por cálculos deterministas, leyes inmutables y estructuras rígidas. Esto no solo restringe nuestro aprendizaje, sino que impone barreras mentales que dificultan imaginar nuevas posibilidades. ¿Por qué sucede esto? Lo explicaré a continuación.


Los científicos encontraron que a nivel subatómico, la materia no se comporta como algo sólido, sino como una combinación de energía y probabilidad. De hecho, se creía que el 99.9999% del átomo es vacío...Sin embargo, para sorpresa de los teóricos, no existe vacío absoluto sino más bien, un estado fluctuante con partículas virtuales y esas partículas que se consideraban indivisibles, son divisibles.
Uno de los descubrimientos más importantes de los últimos tiempos ha sido la llamada dualidad onda-partícula. En términos sencillos, una partícula puede comportarse como una onda o como materia, dependiendo quién la observe y cómo se mida.
La física clásica se encontró con éste rompecabezas, y no tenía una explicación coherente para entender este acertijo o fenómeno dual. Es entonces cuando nace la física cuántica, también conocida como: “mecánica ondulatoria” (rama de la física que estudia el comportamiento de la materia a nivel subatómico). Esta nueva ciencia, a través de innumerables experimentos, llegó a la conclusión de que ese comportamiento de los fotones (partícula de luz) era establecida por la expectativa expresa del que observaba: donde éste esperaba encontrar partículas, allá estaban ellas, de la misma forma como ocurría donde se esperaba encontrar materia. Era como si lo esperado se reflejara en la experiencia.
Este descubrimiento, cambió por completo nuestra compresión del universo. Se dejó atrás la idea de una realidad objetiva absoluta y se abrió paso a una visión donde la conciencia del observador juega un papel fundamental. Es decir, la realidad no está completamente definida hasta que alguien la observa. Por tanto, la conciencia tiene un rol creador. ¡Tú y yo podemos influir en la materia con nuestra intención!
Los átomos no son objetos fijos, sino tendencias o posibilidades en estado latente. Nuestra mente, al interactuar con el entorno, colapsa esas posibilidades en una realidad concreta. Pero si vivimos creyendo que el mundo es inamovible, entonces nos volvemos esclavos de una realidad predeterminada que no cuestionamos ni transformamos. En palabras sencillas, el mundo tiene varias formas de realidad en potencial, hasta que usted escoge la que quiera. No obstante, se puede estar en muchos lugares al mismo tiempo, experimentando varias posibilidades, hasta que ellas convergen en una sola. Pero,
Lamentablemente, desde la infancia, somos formateados para pensar solo con lógica, siguiendo las leyes de la física clásica. Esta visión incluye otras capacidades inherentes al ser humano: me refiero a esa capacidad ilimitada que poseemos al ser parte integral de todo lo creado. Esto es: la intuición, la fe, la intención energética, la conexión espiritual.
¿Cómo podemos alterar, transformar la realidad para hacerla más plena y armoniosa?...
Estos versículos no solo nos motivan espiritualmente, sino que reflejan una realidad que la física cuántica empieza a vislumbrar: la fe tiene poder transformador. Y no es magia ni misticismo; es conciencia, intención, energía en acción.
Si analizamos el primer versículo, (Génesis 1:26-27), podremos comprender que, como parte de la creación, también somos parte de un gran sistema energético que se comporta en armonía con la voluntad del Creador, quien creó todo con sus manos. Por consiguiente, ese vasto universo y los campos energéticos que existen en él no son producto de la casualidad, sino más bien de la obra metafísica del Autor de nuestra existencia, de Aquel que ordenó el firmamento, fijó las estrellas y les dictó leyes.
Los versículos segundo y tercero, (Marcos 9:23 – 11:23), nos sugieren, que somos seres con energía oscilante, capaces de canalizar, controlar y dirigir esa energía para alterar el estado de la materia mediante la fe. Lógicamente, estos versículos, no se alinean con la realidad objetiva, y la física tradicional consideraría esta afirmación como “descabellada o simplemente una locura."
Existe un mundo microscópico que no vemos: es el mundo de nuestras células, el mundo de nuestros átomos.

¿Cómo es posible
esta dualidad?...
¿Quién o qué incide en ese comportamiento
dual?...
La física clásica se encontró con éste rompecabezas, y no tenía una explicación coherente para entender este acertijo o fenómeno dual. Es entonces cuando nace la física cuántica, también conocida como: “mecánica ondulatoria” (rama de la física que estudia el comportamiento de la materia a nivel subatómico). Esta nueva ciencia, a través de innumerables experimentos, llegó a la conclusión de que ese comportamiento de los fotones (partícula de luz) era establecida por la expectativa expresa del que observaba: donde éste esperaba encontrar partículas, allá estaban ellas, de la misma forma como ocurría donde se esperaba encontrar materia. Era como si lo esperado se reflejara en la experiencia.
¿Cómo se podría conciliar el hecho de que una cosa puede ser dos al mismo tiempo? y ¿Cómo mantener la objetividad?...
Este descubrimiento, cambió por completo nuestra compresión del universo. Se dejó atrás la idea de una realidad objetiva absoluta y se abrió paso a una visión donde la conciencia del observador juega un papel fundamental. Es decir, la realidad no está completamente definida hasta que alguien la observa. Por tanto, la conciencia tiene un rol creador. ¡Tú y yo podemos influir en la materia con nuestra intención!
Se concluyó de que existe una realidad basada en niveles de energía con grandes potenciales abstractos, donde la conciencia está envuelta (un observador interior). Significa que la realidad es subjetiva, creando diversas situaciones en nuestra mente que influyen afortunada o desafortunadamente a ese comportamiento. En palabras simples:
¡Existe en nosotros, una energía potencial capaz de cambiar la materia y nuestro espacio físico!
Los átomos no son objetos fijos, sino tendencias o posibilidades en estado latente. Nuestra mente, al interactuar con el entorno, colapsa esas posibilidades en una realidad concreta. Pero si vivimos creyendo que el mundo es inamovible, entonces nos volvemos esclavos de una realidad predeterminada que no cuestionamos ni transformamos. En palabras sencillas, el mundo tiene varias formas de realidad en potencial, hasta que usted escoge la que quiera. No obstante, se puede estar en muchos lugares al mismo tiempo, experimentando varias posibilidades, hasta que ellas convergen en una sola. Pero,
¿Cómo puede tener un objeto dos estados al mismo tiempo?
Tenemos que entender que los átomos no son objetos, son tendencias. En lugar de pensar en objetos, debemos pensar en posibilidades. Esta es quizá, una de las mayores limitaciones del pensamiento humano: aceptar la realidad como algo definitivo, cuando en realidad es una construcción dinámica moldeada por nuestra conciencia.
Tenemos que entender que los átomos no son objetos, son tendencias. En lugar de pensar en objetos, debemos pensar en posibilidades. Esta es quizá, una de las mayores limitaciones del pensamiento humano: aceptar la realidad como algo definitivo, cuando en realidad es una construcción dinámica moldeada por nuestra conciencia.
Tenemos el hábito de pensar que las cosas que nos rodean, ya son objetos que existen sin nuestra contribución y sin nuestra elección. Es decir, aceptamos esa realidad y esa realidad nos limita. Pero dentro de cada uno de nosotros habita un observador: un espíritu que fue soplado por Dios el día de nuestra creación.
Las personas viven el día a día experimentando diversas emociones, sumergidas en la rutina, como si nada extraordinario estuviera sucediendo. Es la comodidad de lo conocido, el piloto automático al que se acostumbra la mente. Sin embargo, existe una posibilidad latente, un poder oculto en cada ser humano: la capacidad de transformar la realidad.
No se trata de magia, sino de conciencia. Cambiar la percepción, romper patrones y elegir respuestas en lugar de reacciones puede alterar por completo la experiencia de vida. La neuroplasticidad lo confirma: el cerebro se moldea con cada pensamiento y acción.
Lamentablemente, desde la infancia, somos formateados para pensar solo con lógica, siguiendo las leyes de la física clásica. Esta visión incluye otras capacidades inherentes al ser humano: me refiero a esa capacidad ilimitada que poseemos al ser parte integral de todo lo creado. Esto es: la intuición, la fe, la intención energética, la conexión espiritual.
¡Somos más que carne y hueso; somos extension del Creador, hechos a Su imagen y semejanza. El nos dio Su espíritu y, con él, la capacidad de crear!
En efecto, no afectamos la realidad de forma consistente porque no creemos que podemos hacerlo. Escribimos nuestras intenciones y después la borramos, pues creemos que es una tontería. Soñamos con cambiar nuestras vidas y al instante nos decimos: "eso es imposible".
En efecto, no afectamos la realidad de forma consistente porque no creemos que podemos hacerlo. Escribimos nuestras intenciones y después la borramos, pues creemos que es una tontería. Soñamos con cambiar nuestras vidas y al instante nos decimos: "eso es imposible".

Si tuviéramos una fe genuina, podríamos andar sobre el agua y hacer cosas, que escapan a la realidad física. Sin embargo, lo que suele ocurrir es que cubrimos una enorme masa de pensamientos negativos con una niebla de optimismo superficial. En otras palabras, el pensamiento positivo no elimina la duda, solo la disfraza de esperanza. En el fondo, seguimos diciéndonos: "¡No podré hacerlo...es imposible!"
Tan arraigada está esta percepción que, al pensar en objetos, no solo los interpretamos, sino que trastocamos la realidad, viéndola más completa de lo que realmente es. Es por ello que muchas veces vivimos como si nada especial estuviera sucediendo, pero ignoramos que hay un universo de posibilidades esperándonos.
Desafortunadamente, muchos se resignan a una realidad fija, sin darse cuenta de que cada pensamiento, cada decisión y cada acto consciente, influye en el tejido de lo real. Por consiguiente, si asumimos que la realidad es absoluta y nosotros somos simples insignificantes observadores, cualquier intento de alterar la realidad parecerá imposible. Pero,
¿y si la realidad no fuera una entidad fija, sino una posibilidad en constante construcción, moldeada por la propia conciencia?...
Ante la incertidumbre, surge una pregunta ineludible:

¿Es acaso posible alterar o reconfigurar nuestra realidad o existencia?...
La Biblia tiene algo que decir al respecto:
La Biblia tiene algo que decir al respecto:
- “Entonces dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza (…). Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” (Génesis 1:26-27)
- “Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible.” (Marcos 9:23).
- “Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.” (Marcos 11:23).

Si analizamos el primer versículo, (Génesis 1:26-27), podremos comprender que, como parte de la creación, también somos parte de un gran sistema energético que se comporta en armonía con la voluntad del Creador, quien creó todo con sus manos. Por consiguiente, ese vasto universo y los campos energéticos que existen en él no son producto de la casualidad, sino más bien de la obra metafísica del Autor de nuestra existencia, de Aquel que ordenó el firmamento, fijó las estrellas y les dictó leyes.
Los versículos segundo y tercero, (Marcos 9:23 – 11:23), nos sugieren, que somos seres con energía oscilante, capaces de canalizar, controlar y dirigir esa energía para alterar el estado de la materia mediante la fe. Lógicamente, estos versículos, no se alinean con la realidad objetiva, y la física tradicional consideraría esta afirmación como “descabellada o simplemente una locura."

Jesús no solo predicó una nueva forma de vida, sino que también desafió las leyes naturales conocidas: caminó sobre las aguas, sanó cuerpos enfermos, trasmutó la materia convirtiendo el agua en vino, multiplicó alimentos, renovó materia en descomposición devolviendo la vida a un muerto, atravesó las paredes, y ascendió a los cielos desafiando la gravedad. Lo insólito de todo esto es que, nos prometió que nosotros también podríamos hacerlo:
“De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará,(…). Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en su nombre.” (Juan 14:12-13).
Este mensaje es radical. Nos invita a despojarnos del determinismo materialista y a asumir nuestra naturaleza espiritual y creadora.

Nuestro cuerpo está compuesto por billones de células, hechas de hidrógeno, oxígeno, carbono y otros elementos esenciales. Cada uno con sus propias reglas, su propio lenguaje, pero trabajando en armonía. ¡Yo soy mis células, pero también soy mis átomos! Y si todo es energía e información, entonces puedo ser cocreador de mi realidad.
Todo lo que necesitamos ya habita dentro de nosotros: conciencia, intención, energía y espíritu. Si desarrollamos una fe auténtica, una conexión genuina con lo divino y una conciencia de nuestras capacidades, podríamos transformar no solo nuestra realidad, sino también la de los que nos rodean.
Todo lo que necesitamos ya habita dentro de nosotros: conciencia, intención, energía y espíritu. Si desarrollamos una fe auténtica, una conexión genuina con lo divino y una conciencia de nuestras capacidades, podríamos transformar no solo nuestra realidad, sino también la de los que nos rodean.
"No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento..." (Romanos 12:2)
¡La gracia y las bendiciones de Dios sean contigo!
Frank Zorrilla
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